Suave

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El crepúsculo se colaba a través de las cortinas, tiñendo la habitación con tonos y hermosos suaves de púrpura y dorado. El ambiente era cálido, tranquilo, relajado y alejado del caos del mundo exterior. James se encontraba recostado en su cama, con su espalda contra la cabecera de la cama y sus ojos cerrados mientras disfrutaba del silencio que llenaba el espacio. Había tenido un día largo en la escuela, pero ahora, en ese preciso instante, todo parecía reducirse a la quietud y al suave susurro del viento que se filtraba por la ventana entreabierta.

De pronto, sintió un movimiento suave a su lado. Abrió los ojos lentamente, lo suficiente para ver a Morgie sentado junto a él, mirándolo con una sonrisa casi imperceptible pero llena de ternura. Sus ojos lo observaban con una mezcla de calma y afecto.

—¿Qué pasa? —Preguntó James con voz baja, todavía inmerso en la tranquilidad del momento.

Morgie no respondió de inmediato. En lugar de eso, acercó su mano al rostro de James, tocando su mejilla con la punta de los dedos. James sintió el calor de su mano, el ligero roce de su piel contra la suya. Era un toque suave, casi cuidadoso, como si temiera romper el encanto de la quietud que los rodeaba.

—Tu cara es tan suave —Murmuró Morgie, con su voz apenas en un susurro.

James parpadeó, sorprendido por su comentario. No era algo que esperara escuchar, y menos en ese momento. Pero la seriedad en los ojos de Morgie, la manera en que su mano seguía explorando su rostro con delicadeza, lo hizo sonreír de manera involuntaria.

—¿Eso es algo bueno? —Bromeó, intentando aligerar el ambiente.

Morgie frunció los labios, su mirada fija en sus dedos mientras seguían trazando el contorno de su mandíbula, su barbilla, el puente de su nariz.

—Sí, es algo bueno —Respondió finalmente, pero había algo en su tono que denotaba más profundidad que la simple observación.

El pirata permaneció en silencio, permitiéndole continuar. Podía sentir el suave latido de su corazón, sincronizándose con el ritmo pausado de la respiración de Morgie. Había algo casi meditativo en el gesto, algo que lo desconcertaba y al mismo tiempo lo reconfortaba.

—¿En qué piensas? —Preguntó James con un tono de voz suave para no romper la serenidad del momento.

Morgie retiró la mano de su rostro, pero no lo miró de inmediato. Sus ojos se desviaron hacia la ventana, observando cómo la luz del sol moribundo se desvanecía lentamente, dejando paso a las sombras de la noche. Durante un breve instante, James pensó que no el hechicero iba a responder, que se perdería en sus propios pensamientos. Pero entonces él volvió a hablar, con esa voz baja y llena de algo que James no lograba descifrar del todo.

—A veces me pregunto cómo logras mantener esta calma. Con todo lo que pasa, con todo lo que nos rodea... —Dijo, dejando sus palabras flotando en el aire como si fueran una pregunta y una afirmación a la vez.

James lo miró, sus ojos reflejando la misma suavidad que había sentido en su toque. Sabía que Morgie se refería a más de lo que estaba diciendo. Había tensiones, batallas que ambos libraban por separado. Pero en ese momento, él no quería pensar en nada de eso.

—No siempre soy tan calmado —Admitió con su sonrisa volviendo a aparecer, aunque esta vez más melancólica—. Pero creo que tenerte aquí ayuda.

Morgie lo miró entonces, su expresión suave pero llena de una emoción que James no pudo identificar de inmediato. Era como si, por un momento, las palabras no fueran suficientes para expresar lo que ambos sentían, lo que ambos sabían, pero que nunca habían dicho en voz alta.

—Tal vez no es solo tu cara lo que es suave —Dijo Morgie en voz baja con sus dedos volviendo a rozar la mejilla de James—. Tal vez es todo tú.

James sintió cómo su corazón se aceleraba un poco ante esas palabras, pero no dijo nada. En lugar de eso, alzó su mano, cubriendo la de Morgie que todavía descansaba en su rostro. El calor de su piel contra la suya era reconfortante, casi como una promesa silenciosa.

No necesitaban decir más. Había algo en el silencio que compartían, en la tranquilidad que ambos se permitían sentir en ese instante, que hacía que las palabras sobraran. 

Morgie lo observó un momento más, y luego dejó caer su mano, como si el momento hubiera concluido, pero sin romper el hilo invisible que los estaba conectando.

James cerró los ojos de nuevo, permitiéndose hundirse en esa sensación de paz, sabiendo que, a pesar de todo lo que los rodeaba, en ese pequeño rincón del mundo, todo estaba bien.

Y Morgie, a su lado, también lo sabía.

SerpentHookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora