Peter Pan

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Todo el mundo sabía que la enemistad entre Peter Pan y el Capitán Garfio era legendaria. Eran archirrivales, destinados a enfrentarse una y otra vez en combates que parecían no tener fin. Pero lo que pocos sabían era que Peter Pan tenía un extraño afecto por Morgie le Fay, el esposo del Capitán Garfio. Para Peter, Morgie era fascinante: elegante, poderoso y siempre tranquilo, muy diferente a su volátil marido.

Cada vez que Peter y el Capitán se enfrentaban en alguna batalla, con espadas chocando e insultos volando, Peter encontraba la manera de desviar el conflicto hacia algo más... entretenido. Por supuesto, esto enloquecía a Garfio, quien veía cómo su enemigo mortal, en medio del fragor de la batalla, dejaba de atacarlo para ir directo hacia Morgie, con una sonrisa infantil y despreocupada en el rostro.

—¡Morgie! —Peter gritó alegremente mientras esquivaba un golpe de espada de James—. ¡Estaba pensando en ti justo ahora!

Morgie, quien a menudo observaba las peleas entre su esposo y Peter con un aire de desinterés apenas levantando una ceja mientras Peter saltaba y se acercaba a la sombra debajo del timón en donde Morgie se sentaba a leer.

—¿En medio de una pelea, Peter? —Dijo Morgie, casi con monotonía en su voz—. ¿No deberías estar ocupado evitando que James te corte en pedazos?

—Oh, eso es fácil de hacer —Respondió Peter con una risa ligera, volteando brevemente para esquivar otro ataque de Hook—. Pero, sinceramente, Morgie, ¿cómo estás? Nunca nos tomamos un momento para hablar.

James, visiblemente furioso, alzaba su garfio al aire, con la cara roja de ira.

—¡Deja de hablarle! —Bramó el pirata—. ¡Estamos en una pelea, maldita sea!

Peter, con una sonrisa pícara, ignoraba completamente a Hook y seguía tonteando con Morgie. Le hacía preguntas sin sentido o comentarios que a veces lograban arrancar una pequeña sonrisa a Morgie, aunque éste intentaba no ceder al encanto infantil del joven por más que le divirtiera molestar a su esposo.

—Sabes, Morgie, tu magia es increíble. ¡Mucho más interesante que el Bacalao! —Peter bromeó con descaro, mientras esquivaba otro intento de ataque de James.

Morgie solo suspiraba, sacudiendo la cabeza.

—Peter, ¿por qué insistes en hacer esto cada vez? —Preguntó, como si realmente le importara la respuesta.

—Porque es divertido —Respondió Peter, guiñando un ojo—. Además, creo que te caigo bien.

Hook, agotado y cada vez más frustrado, intentaba acortar la distancia entre ellos, pero Peter siempre estaba un paso adelante.

—¡Esto es una burla! —Gritó James, furioso—. ¡Deja de coquetear con mi esposo y pelea como un hombre!

—¿Coquetear, James? —Morgie arqueó una ceja, sorprendido por el término—. No creo que Peter sea capaz de coquetear seriamente con nadie.

—¡Exacto! —Exclamó Peter, aprovechando la distracción para burlarse una vez más del pirata—. Solo estoy aquí para charlar. Eres tú quien siempre quiere pelear, James.

El capitán lanzó su espada al suelo con un grito de frustración y Morgie no pudo evitar soltar una pequeña risa. La dinámica era siempre la misma: Peter se escabullía para hablar con Morgie, mientras James perdía la paciencia.

Finalmente, Morgie decidió que era suficiente y, con un ligero gesto de su mano, creó una barrera mágica entre Peter y James.

—Ya basta, chicos —Morgie habló con un tono autoritario—. Tengo cosas más importantes que hacer que verlos comportarse como niños.

Peter, aunque divertido, dio un salto hacia atrás, sonriendo mientras flotaba en el aire.

—Está bien, está bien, Morgie. Me retiro... por ahora. —Y con una última sonrisa pícara, Peter se giró hacia James—. Hasta la próxima, Bacalao.

Y con eso, Peter desapareció entre las nubes, dejando a James visiblemente exasperado y a Morgie mirando el cielo con diversión.

—Un día, acabaré con él —Gruñó James, recogiendo su espada del suelo.

Morgie solo se encogió de hombros.

—Quizás, pero no hoy —Respondió con calma, jugando con el bigote de su esposo—. Hoy solo te robó un poco de tu tiempo... como siempre.

—Y un poco de mi paciencia —Masculló Hook, mientras Morgie le daba una palmadita tranquilizadora en el brazo, sabiendo que, al final, Peter nunca sería más que una molestia para su esposo. Una molestia que Garfio siempre perseguiría, y que Morgie, de alguna manera, encontraba entretenida.

SerpentHookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora