James se despertó en medio de la noche al escuchar un ruido extraño proveniente de la cocina. Se preocupó por un momento al pensar que alguien había entrado al departamento, pero al voltear se dio cuenta de que Morgie no estaba en la cama a su lado.
—¿Dónde estará? —Se preguntó mientras se levantaba de la cama y, con pereza, salió del cuarto.
Caminó por el pasillo, dirigiéndose hacia el origen del sonido. Cuando llegó a la cocina, la escena que encontró lo dejó sin palabras: Morgie estaba a medio camino de escalar los estantes, buscando desesperadamente algo en los armarios superiores.
—¡Morgie! —Exclamó James, alarmado—. ¿Qué demonios estás haciendo?
Morgie, visiblemente sorprendido por la intromisión de su prometido, perdió el equilibrio. Todo ocurrió en cámara lenta. James trató de correr a atraparlo, pero fue demasiado tarde. Morgie cayó con un golpe sordo al suelo sobre su costado izquierdo, llevándose consigo un par de tazas que estaban en los estantes y que se quebraron en el suelo.
Morgie gritó adolorido en el suelo, mientras James corría hacia él.
—¡¿Estás loco?! —Preguntó James, arrodillándose junto a Morgie para asegurarse de que no estuviera gravemente herido—. ¿Qué hacías escalando los armarios a las tres de la mañana?
Morgie, todavía aturdido por la caída, logró murmurar.
—Buscaba... las Oreos.
James no sabía si reír o llorar en ese momento. Lo miró incrédulo y luego suspiró.
—¿En serio? ¿Todo esto por unas malditas galletas? —Preguntó, casi incrédulo—. Te escondí las Oreos por una razón, Morgie.
Antes de que pudiera decir algo más, James notó que Morgie se quejaba de dolor en el brazo. Inmediatamente su expresión cambió de preocupación a alarma.
—Creo que necesitamos ir al hospital, Morgie —Dijo James, tratando de mantener la calma—. Parece que te has hecho daño de verdad. Iré por las llaves del auto.
Y así, lo que comenzó como una búsqueda nocturna de Oreos terminó con ambos sentados en la sala de emergencias. Morgie, con el brazo en un cabestrillo, no paraba de mirarlo avergonzado mientras James, cansado pero preocupado, no dejaba de pensar en la ridícula razón por la que habían acabado allí.
—La próxima vez, si quieres galletas, solo pídemelas, ¿de acuerdo? —Dijo James, agotado pero sonriendo.
Morgie, ruborizado, asintió.
—Prometido.
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SerpentHook
FanfictionUna colección de drabbles románticos sobre Morgie le Fay y James Hook.