James y Morgie estaban profundamente dormidos, abrazados bajo las viejas sábanas de su cama, cuando sintieron un ligero tirón en la colcha. Ambos abrieron los ojos lentamente y, entre la penumbra, vieron una pequeña figura de pie junto a la cama. Era Harriet, su hija, con el rostro bañado en lágrimas y su cabello enredado, evidentemente perturbada.
—¿Qué pasa, Harriet? —Preguntó Morgie en voz baja.
—Tuve una pesadilla… —Murmuró Harriet, frotándose los ojos con sus pequeños puños—. ¿Puedo dormir con ustedes?
James se incorporó ligeramente, alcanzando a Harriet con un brazo y ayudándola a subirse a la cama.
—Claro que sí, cariño —Respondió James con una sonrisa tranquilizadora mientras Morgie se deslizaba hacia un lado para hacerle espacio—. Ven aquí.
Harriet se acurrucó entre sus padres, abrazando con fuerza el brazo de Morgie mientras se cubría con la manta. Todavía temblaba un poco por el mal sueño, pero la calidez de sus padres le brindaban la tranquilidad que necesitaba.
—¿De qué trataba la pesadilla? —preguntó Morgie suavemente, acariciando el cabello de Harriet en un intento de calmarla.
Harriet se quedó en silencio por un momento, dudando antes de hablar.
—Era sobre... un monstruo. Venía por nosotros y... nos quería comer —Dijo, con la voz temblorosa.
James intercambió una mirada con Morgie, sabiendo que aunque era solo un sueño, para Harriet era algo muy real.
—No tienes que preocuparte —Susurró James, colocando un suave beso en la frente de su hija—. Ningún monstruo puede hacerte daño mientras estamos aquí.
—Y si alguno lo intenta —Añadió Morgie con una sonrisa juguetona, chasqueando los dedos como si lanzara un hechizo—, lo mandaré volando de un solo golpe. Así que estás más que segura.
Harriet dejó escapar una pequeña risa ante las palabras de su padre, relajándose más en la cama. Se sintió arropada entre el amor y la protección de sus padres, y el miedo comenzó a desvanecerse, reemplazado por la certeza de que nada podía hacerle daño mientras estuvieran a su lado.
Justo cuando pensaron qué todo iba bien, los dos adultos miraron a la puerta principal, la cual se abrió nuevamente y vieron otro cuerpecito entrar.
—¿Harry? —James preguntó mientras el pequeño de 4 años entraba a la habitación.
—Desperté… y Harriet no estaba —Dijo el pequeño niño, aguantando su llanto en su garganta—, ya no puedo dormir.
Morgie suspiró y ahora fue él quien ayudó a Harry a subir a la cama para acostarlo junto a Harriet.
—Podemos hacer una pijamada familiar —Morgie dijo mientras veía a Harry acurrucarse en su espacio en la cama.
—Y ahora estamos en la parte de la pijamada en la qué todos duermen —James dijo con una voz más calmada y ambos niños asintieron.
Nuevamente empezaron a cerrar sus ojos, pero los cuatro los volvieron a abrir en cuanto un llanto invadió la habitación principal y ambos adultos miraron a la cuna en el otro extremo del cuarto.
—Y voy —Morgie dijo, poniéndose de pie lentamente y caminó cansado a la cuna, levantando a una pequeña niña de 2 años—. Ya CJ, ya.
Morgie empezó a mecer a la pequeña niña, mirando a la cama, su marido ya estaba bastante acostumbrado igual que él, pero Harriet y Harry aún eran niños y estaban más que cansados.
—Tenemos una pequeña reunión familiar aquí, ¿quieres estar con tus hermanos mayores? —Preguntó el hechicero, caminando de vuelta a la cama.
Estando ahí, depositó a CJ en la cama, dejándola entre Harriet y Harry. La niña más pequeña estaba dejando de llorar y en cuanto vio los largos mechones de Harriet alcanzó uno con sus manos y empezó a centrar toda su atención en el cabello de la niña mayor.
—Ahora, a dormir —James les repitió eso y nuevamente se acomodaron en la cama.
Morgie y James se quedaron quietos, brindándole calidez a sus hijos, quienes al ya estar agotados empezaron a cerrar los ojos. Con el pasar de los minutos los tres niños lograron dormirse, siendo arrullados por el suave movimiento qué el Jelly Roger tenía en el agua junto al muelle de la Isla de los Perdidos.
James y Morgie compartieron una pequeña mirada llena de amor por sus hijos.
—No me gusta que ellos estén creciendo aquí —Morgie dijo, observando a sus hijo, sintiéndose repentinamente triste—. De no ser por ese idiota peludo…
—No podemos hacer nada —James comentó resignado—, yo tampoco quiero que ellos crezcan aquí, con toda esta podredumbre, pero es en donde nos quedamos atrapados. Solo nos queda tratar de darles la mejor vida qué podamos.
—Ya es muy tarde —Morgie dijo, queriendo romper el momento y James sonrió un poco.
Pronto ellos también empezaron a dormir también, teniendo a sus hijos qué los hacían sentir mejor en ese momento y ellos también los hacían sentir seguros en las noches de pesadilla.
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SerpentHook
FanfictionUna colección de drabbles románticos sobre Morgie le Fay y James Hook.