El día había empezado mal. Mientras conducían por el pueblo, el coche había empezado a hacer ruidos extraños y, unos minutos más tarde, salía humo del motor.
—Me temo que algo está fallando dijo Jungkook. Lo siento, Hoseok.
—Pero aún podemos ir a la feria dijo el doncel, ansiosamente. Hay un taller al lado de la carretera. Podemos dejar el coche allí e ir a Stavewell en autobús.
—¿Treinta kilómetros en autobús por estas carreteras? Probablemente, la gente llevará cajas de gallinas.
—Por favor, Jungkook suplicó el doncel. Es el último día de la feria y quiero ir.
—Bueno, está bien aceptó él. Pero que conste que sólo lo hago por ti.
—¿Lo dices de verdad?
Por un momento, Jungkook estuvo tentado de decirle que haría cualquier cosa para verlo sonreír, pero se controló a tiempo.
—Quería decir que haría cualquier cosa para no oírte todo el día quejándote de que no hemos ido a la feria por mi culpa. Iremos. En un autobús, rodeado de gallinas y pollos o a dedo. Pero iremos.
—Qué bien. Pero date prisa, ¿eh? El autobús sale en media hora.
Jungkook no confiaba mucho en dejar su coche nuevo en un destartalado taller de pueblo, pero el dueño le indicó rápidamente cuál era el problema y le prometió tenerlo reparado por la tarde.
Mientras caminaban hacia la parada del autobús, Jungkook tenía que admitir que Hoseok estaba precioso con aquella blusa naranja y los vaqueros blancos. Iba canturreando mientras andaban y daba saltitos de vez en cuando.
—¿Cuántos añitos tienes? bromeó él.
—Me gustan las ferias de los pueblos dijo el doncel. Despiertan al niño que llevo dentro añadió. Su sonrisa desapareció en aquel momento y se quedó parado. ¿Qué es eso?
Jungkook se quedó escuchando un momento y, de repente, oyó el llanto de un niño. Hoseok corrió hacia un callejón en el que había un niño llorando desolado.
—¡Mami! ¡Mami, mami!
—No llores, bonito intentó calmarlo Hoseok, tomándolo en sus brazos. El niño se aferró a su cuello, llorando desesperadamente. ¿Qué estás haciendo aquí solito? ¿Dónde está tu mamá?
—Su madre debe estar en la panadería. Vamos a ver dijo Jungkook.
Pero en la panadería nadie sabía nada sobre el niño. No era del pueblo y los panaderos sugirieron llamar a la policía.
—Esperemos que lleguen pronto o perderemos el autobús susurró Jungkook. El doncel no le contestó, concentrado en calmar al niño que no dejaba de llorar.
Por suerte, la comisaría estaba cerca y una mujer policía apareció enseguida, presentándose como la sargento Jill Henson.
—Pobrecito. ¿Les ha dicho su nombre?
—¿Cómo te llamas, bonito? preguntó Hoseok.
El niño siguió llorando durante unos segundos, antes de calmarse.
—Hoseok contestó por fin.
—Yo también me llamo así dijo Hoseok, entusiasmado. ¿Y cuál es tu apellido? preguntó. Pero el niño no contestaba. Vamos, yo te diré el mío si tú me dices el tuyo. Yo me llamo Jung, ¿y tú?
El pequeño Hoseok lo miraba sin comprender.
—¿Tiene usted prisa, señor? preguntó la sargento al ver que Jungkook comprobaba su reloj.
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Mi destino eres tu
RomanceJeon Jungkook no podía creérselo. El risueño y pecoso adolescente que no le había causado más que quebraderos de cabeza, llegando incluso a arruinar su vida amorosa, había vuelto a aparecer en su vida y él se veía obligado a cuidar de este pequeño d...