Capítulo 20.

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No podía dormir.

El techo de mi habitación se veía borroso, como si estuviera lejos, casi a kilómetros de distancia. Mis ojos ardían por la falta de sueño, y aun así no podía cerrarlos. Cada vez que lo intentaba, las palabras que le había dicho a Do-hyun volvían a mi mente, repitiéndose como una cinta rota. Me veía a mí mismo, de pie, en esa maldita cocina, diciéndole que no sabía cómo estar en una relación. Que el sexo era lo único que entendía, lo único que había aprendido a usar para demostrar afecto. La expresión en su rostro cuando lo dije... dolía. No porque él hubiera llorado o gritado, sino porque simplemente se quedó allí, escuchando, sin saber qué responder.

Me giré hacia un lado en la cama, pero el peso de la culpa seguía apretándome el pecho. Sabía que no podía seguir así. No podía seguir evitando lo que estaba mal, lo que estaba roto en mí. Había algo que no funcionaba, algo que me hacía alejarme, encerrarme en mí mismo y empujar a Do-hyun lejos cuando lo único que quería era acercarlo.

En la mesita de noche, mi cámara estaba apoyada junto a una pila de fotos. Fotos de Jeju, de nosotros. Fotos que había tomado cuando salimos a esa isla, pensando que sería el escape perfecto, el respiro que necesitábamos para olvidar todo. Tomé una de ellas, una en la que Do-hyun sonreía con una felicidad tan pura que era difícil de mirar ahora. Se veía... libre, como si en ese momento no existiera nada más que nosotros dos y el mar a nuestras espaldas.

Era casi cruel pensar en eso ahora. Esa misma sonrisa era la que había desaparecido en los últimos días. En su lugar, lo había visto decaer, más apagado, más cansado. Y todo era por mi culpa. Yo lo había arrastrado a este caos. Lo había llenado de inseguridades y dudas.

Pasé mis dedos por la imagen, como si pudiera tocar su felicidad, su luz. Y me di cuenta de algo. No podía seguir pretendiendo que todo estaba bien, o peor aún, que el problema solo era de Do-hyun. No. El problema era mío, y no tenía idea de cómo arreglarlo. Lo había intentado todo: refugiarme en la música, en el sexo, en mi silencio, pero nada funcionaba.

Suspiré, dejando la foto a un lado, y tomé mi celular. Tal vez lo que necesitaba era hablar con alguien, alguien que no fuera Do-hyun, porque claramente yo no podía ponerle todo ese peso sobre sus hombros.

Abrí el buscador y empecé a escribir: "terapeuta en Seúl"... "Psicólogo cercano"... "ayuda emocional". Cada palabra que tecleaba me hacía sentir más nervioso, más vulnerable. No me gustaba la idea de hablar con un extraño, pero tampoco podía seguir escondiéndome de esto.

Pasé casi media hora buscando, leyendo reseñas, y finalmente encontré a alguien que me inspiraba algo de confianza. Especialista en relaciones personales y terapia individual. No tenía una idea clara de lo que necesitaba, pero al menos era un comienzo. Programé una cita para el día siguiente.

El reloj marcaba las 4:30 de la madrugada cuando finalmente me recosté de nuevo. Mi mente no se calmaba, seguía dándole vueltas a las mismas dudas y miedos. Me preguntaba si esto realmente ayudaría o si sería otra de esas cosas que terminarían siendo un escape temporal.

Solo logré dormir una hora, y cuando abrí los ojos, ya era de día. Me sentía como si un camión me hubiera pasado por encima. Mi cuerpo pesado, mi mente aturdida, y mis ojos irritados por la falta de descanso.

Con un suspiro cansado, me levanté, me puse lo primero que encontré y salí de la habitación. Sabía que tenía que irme pronto para la cita, pero no esperaba encontrar a Do-hyun en la sala, sentado con una taza de café entre las manos, mirándome con sorpresa. No sabía qué decirle. No quería que supiera a dónde iba, al menos no todavía.

—¿A dónde vas? —preguntó, levantando una ceja al ver mi aspecto desaliñado. Su voz era suave, pero había una mezcla de preocupación en ella. Sabía que no había dormido bien, y probablemente mi aspecto lo confirmaba.

Try Again © [BL] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora