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BESOS DE MIEL

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BESOS DE MIEL


Los dos adolescentes corrían por las calles desoladas, solo la luna y las lámparas iluminaban los callejones. El aire y el frío eran aún más fuertes, haciendo que los cabellos de la pelinegra salgan volando.

—Leo, espérame—le dijo mientras tomaba aire repetidamente, Leo al estar más alto corría aún más rápido haciendo que la chica se cansé más rápido al intentar seguir el paso del chico.

Se detuvo un segundo y apoyo sus manos en sus rodillas mientras tomaba aire, el pecho de la pelinegra subía y bajaba repetidamente. El castaño la observo por varios segundos y volvió a sentir otra sensación extraña recorrerlo.

Cuando Iris se incorporo siguieron corriendo y la chica agradeció internamente ver la iglesia a lo lejos. Corrieron por unos minutos más y tocaron las enormes puertas de madera. Esperaron a que el padre Godofredo saliera pero eso no paso.

—A lo mejor está dormido—dijo Iris mientras se acercaba a Leo, esté no se rindió y volvió a tocar un poco más fuerte, pero nada— a ver, échame aguas—Leo pensó que se iba a brincar o algo parecido pero se dio cuenta que estaba en un error al ver su trasero en el aire.

La pelinegra se había agachado para así ver desde el pequeño orificio de las puertas de madera, Leo estaba en una batalla interna, no sabía si seguirle viendo el trasero o alejar la mirada. La mano de la chica fue a sus piernas para así intentar cubrirlas, a lo que el castaño reaccionó poniéndose atrás de ella, para que no la vea alguien —aunque difícilmente habría alguien afuera a estás horas— y despegó la mirada mientras tragaba saliva.

—Ya viene alguien—le dijo Iris, por lo que rápidamente se levantó del suelo y sacudió sus manos, esperaron unos segundos y el padre Godofredo abrió la enorme puerta.

—¿Qué hacen aquí, niños?—preguntó el padre algo sorprendido y somnoliento.

—La nahuala se llevó a Nando—dijo rápidamente Leo a lo que el hombre abrió los ojos.

Después de que el padre Godofredo los dejara pasar fueron a una pequeña biblioteca en una de las habitaciones de la iglesia, el hombre iba adelante de los jóvenes y Leo movía rápidamente los dedos, haciendo notar su nerviosismo. Iris tomo su mano y él la volteo a ver, con sus labios formuló un "todo está bien" y Leo asintió, tratando de calmar sus nervios.

El hombre hizo que Leo subiera las escaleras para poder alcanzar un libro, pero con las indicaciones del Fray le era imposible.

—A la derecha ¡No! A la izquierda—Leo seguía las indicaciones pero no encontraba el dichoso libro—arriba ¡No! Abajo—el castaño comenzaba a desesperarse a lo que hablo.

—Aquí no hay nada, padre—y bajo las escaleras.

—deberas que no sabes buscar bien—le dijo la chica burlona a Leo, rápidamente se aproximó a las escaleras y el castaño hablo.

𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋      | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora