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BESOS DE MIEL

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BESOS DE MIEL

Los dos adolescentes se vieron a los ojos, Leo ya no se encontraba arrinconado e Iris ya no hacía nada por dejarlo en esa posición. Los dos se encontraban nerviosos, no solo por la nahuala, sino por lo sucedido hace unos segundos.

—y-yo—comenzó a decir la chica, pero unos pasos apresurados la interrumpieron. Después una respiración pesada se unió y se dieron cuenta que era el Fray.

—¡Niños! Pensé que estaban en la vieja casona—les dijo mientras trataba de regular la respiración.

—Fray Godofredo ¿Puede llevar a Iris con mi abuela?—Mientras el Fray asentía, Iris voltea a ver a Leo, claramente indignada.

—Pero, quiero ayudar—les dijo a los dos hombres—Por favor, déjenme ir con ustedes a salvar a Nando.

Otro grito se escuchó desde la vieja casona, haciendo que la piel de los dos adolescentes se erice. Leo sin esperar al Fray o a Iris sale corriendo hacia la casona.

—¡Leo!—le gritó Iris preocupada y cuando estaba a punto de seguirlo el Fray tomo su brazo.

—Vamos con Santos—la chica no respondió pues seguía viendo hacia la dirección que corrió el castaño. Lo siguió un poco y cuando no vio a Leo, soltó un suspiro—Santos, ven aquí—girto el Fary mientras seguía al hombre, sin embargo este parecía ignorarlo—¿Tú les diste el medallón a los niños?—le pregunto a Santos y este pareció ponerse nervioso.

—yo solo quería darles un detalle bonito, diveras—dijo el hombre mientras el fray lo observaba directamente, haciendo que Santos se pusiera aún más nervioso.

—¿De dónde lo sacaste?—volvió a preguntar el Fary mientras tomaba a Santos por su remera y lo movía.

—Me lo encontré tirado, ahí olvidado. En el callejón del ¿Del que?—se quedó pensando—¡Del olvido!—Iris lo observaba detrás del Fray, deseaba con todo su corazón que Santos no tenía las intensiones de hacerles daño, y que lo que decía era cierto, su mejor amigo (aparte de Leo y Nando) no era capaz de lastimarlos—¿¡Qué no sabes que ese medallón le perteneció a la nahuala!? Por tú culpa los niños están en peligro—el fray le dijo algo exaltado.

—F-fray, Santos no quiso hacernos daño, lo hizo con bu-buenas intenciones ¿Verdad Santos?—el hombre asintió rápidamente y el fray lo soltó.

—Como dijo Iris, diveras.

El fray soltó un suspiro y comenzaron a caminar hacia el callejón que el hombre había dicho minutos antes. Estaba obscuro y la única luz que iluminaba las calles era la luna, que estaba casi llena. Iris caminaba detrás de los dos hombres, sintiendo algo en su interior que le decía que no fuera, que se regresara a casa y duerma, para así dejar de soñar.

Llegaron al callejón y la chica se adentro con algo de miedo, empezando a buscar.

—¿Dónde lo encontraste exactamente?—Iris levanto la mirada del suelo y vio al Fray Godofredo buscando, y cuando busco con la mirada a Santos lo vio con el bastón listo para golpearlo.

Iris se escondió entre los huecos de una casa, haciéndose aún más chica y comprimiendose en el estrecho espacio, y realmente rogó para que un animal no la pícara.

—¡Santos Machorro!—gritó el Fray al sentir el golpe del bastón de santos en su cabeza, cayó casi inconsciente e Iris tuvo que tapar su boca para que no salga ningún grito o sollozo.

—Condenado gordo, ya no le entres tan duro al pandidulce—El hombre se quejo al arrastrar al padre fuera del callejón,—¿Dónde se metió está mendiga chamaca?—se pregunto—Huy, la chiquilla no llegará lejos a esta hora.

Iris escuchó como el Fray susurraba sus nombres antes de caer inconsciente y sin saber comenzo a derramar lágrimas por sus mejillas, esto era mucho para ella.

Cuando no se escuchó más los pasos de Santos salió de su escondite aún con lágrimas en los ojos, se sentía realmente asustada, como jamás pensó estarlo. Estaba sola, sin Nando, sin el Fray, sin Santos, sin Leo.

No tenía claras sus emociones sentía todo y nada. Estaba enojada con Leo por haberla dejado varada en la noche, sin importarle como estaría. Lo entendía, era su hermano el que estaba en peligro, pero, se sintió como su corazón se partía en mil pedazos, haciéndola sentir que no valía nada. Sentía tristeza, la veían débil, asustadiza, cuando realmente no era así.

Estaba indignada, pensó que Leo la conocía, que sabía que daría todo por los que más ama, ella arriesgaría su vida entrando a la vieja casona por rescatar a Nando, para salvarlo a él.

Sus pensamientos se amontonaban, una maraña de dudas, emociones y temores. Se preguntaba si la calma podría regresar pues en ese momento lo que sentía era el peso de su propio desasosiego. Iris comenzó a llorar sin consuelo, con un desgarro en el alma que resonaba en cada parte de su ser, las lágrimas caían y cada sollozo era una rendición, un reconocimiento de su fragilidad. El mundo en su silencio se sentía tan vasto y tan vacío, la oscuridad se convirtió en su única compañía.

Cuando los sollozos pararon se levantó del suelo y comenzó a correr en dirección a la iglesia, para así avisarle al fray Sinfonolo. Eran varias cuadras para llegar a la iglesia así que corría lo más rápido que podía.

Cuando llegó volvió a tocar la puerta de madera, pero ahora un poco más fuerte, así estuvo un par de minutos hasta que Sinfonolo por fin le abrió.

—San-santos se llevó al Fray, no se dónde está—y sin decir ninguna otra palabra Sinfonolo salió corriendo. Iris cansada de correr estaba apunto de seguirlo, pero decidió correr hacia la vieja casona, en busca de Nando y Leo.

Cuando llegó dudo un poco en entrar pero se metió en el pequeño agujero que había en la puerta, cuando todo su cuerpo estaba dentro se levantó dels uelo y sacudió sus manos que estaban llenas de polvo. Observo a su alrededor con algo de miedo y con unos pasos asustadizos se encamino por el pequeño pasillo.

Cuando llegó al salón principal se prendieron unas pequeñas velas de un altar de muertos, lo que ocasionó que Iris voltea rápidamente.

—Hay virgencita, que hago yo aquí—la pelinegra siguió avanzando con un paso un poco más seguro, pero de repente una araña roja se le apareció, ocasionando un grito de su parte, le tenía fobia a las arañas.

Camino un poco más abrazándose ella misma, la casona era realmente grande, aún más grande que la casa de los San Juan. Siguió su camino por otro pasillo y escucho algo de ruido dentro de una habitación,así que acercó un poco el rostro. Era parecido a unos pasos, pensando que era Leo se adentro en esta.

𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋      | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora