Uno

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BESOS DE MIEL

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BESOS DE MIEL

Eqn puebla se acercaba el día de muertos, una fecha muy esperada por los habitantes de este lugar, donde se celebra la llegada de los muertos a sus antiguos hogares, para así visitar a sus familiares.

El atardecer llegaba al pueblo y en el centro de puebla se podía observar como los niños jugaban, los adultos paseaban y otros solamente descansaban, era un ambiente tranquilo, sin embargo dos niños llamaron la atención. Se encontraban jugando, o más bien, asustando a las personas que pasaban. Uno traía una máscara del diablo, mientras otro, traía un títere de una calavera.

En una casa (algo alejada del centro de Puebla) se encontraban dos chicos junto una linda señorita en una habitación, mientras el mayor les contaba una historia de terror. La única chica llevaba un vestido color blanco, la cual le llegaba un poco más arriba de las rodillas, ella y el chico se encontraban sentados sobre dos almohadas colocadas en el suelo, mientras escuchaban atentamente la historia del mayor.

—La leyenda dice, que si te agarra la noche en la calle de la nahuala, tengas mucho cuidado—guardo silencio por unos segundos para ponerle más emoción al relato—porque en la vieja casona, ¡Habita el espíritu de la nahuala!—los dos chicos escuchaban con atención, aunque ya no fueran unos niños les gustaba escuchar las historias de terror de Nando—Todo comenzó hace cincuenta y dos años en la celebración del día de muertos, una de las familias más importantes de Puebla era asechada por un nahual malvado, el cual quería ser el más poderoso. Esta bestia se puso a buscar cuerpos humanos para completar su plan, y así la cocinera de la casona se convirtió en la nahuala. Ya con su nuevo cuerpo, la nahuala se dispuso a hacer una maléfica ceremonia que le daría la vida eterna para apoderarse del mundo—guardo silencio unos segundos y notó como los dos chicos le prestaban atención, así que continúo—La nahuala mató a un montón de gente, pero fue detenida. Desde entonces el espíritu de la nahuala y el de todos los que mató están ahí encerrados. La leyenda dice que si te agarra de noche cerca de la vieja casona, el espíritu de la nahuala...¡Te comerá!—lo último hizo exaltar a los dos chicos, haciendo que los dos peguen un fuerte grito.

—¡Eres un collón, Leo!—el mayor comenzó a reír fuertemente, claramente burlándose del miedo de los dos jóvenes—y tu, Iris ¿Tienes miedo?—prosiguió burlándose de los dos chicos, mientras tomaba su estómago—¡Aguas! Porque la nahuala puede escucharlos—se tiró al suelo mientras seguía riéndose, ahora con más intensidad.

En el rostro de los dos jóvenes se notaba el disgusto de esto, mientras Iris rodaba los ojos al ver lo inmaduro que se estaba comportando Nando, Leo lo veía con una cara de pocos amigos, pues odiaba que se burlara de él.

—¿Tienes miedo, chisguete?—si los ojos fueran pistolas, Nando ya estaría tres metros bajo tierra. Leo lo fulminó con la mirada al recordarle el apodo que Nando le puso cuando estaba niño, y todo por una tontería—Que miedo que le da al chisguete, que miedo que le voy a dar—comenzo a bailar en el mismo lugar, mientras cantaba una canción. Y así repitió la misma canción al menos unas cuatro veces, hasta que Iris lo interrumpió.

—¿Cuando dejaras de molestar a Leo?—su voz era suave y algo chillona—Ya estás grandesito, Fernando.

—Ustedes ya están grandesitos como para asustarse por una absurda historia—siguió burlándose, sin importarle el pequeño regaño que recibió por parte de Iris.

—Todos tenemos el derecho de asustarnos, y absolutamente nadie puede burlarse o hacernos menos por eso, Fernando—ahora si se encontraba enojada, se levantó del suelo y se puso frente a Nando, haciéndose notorio la diferencia de altura, él tuvo que bajar la mirada para verla y así hablar.

—no los estoy haciendo menos, Iris. Que ustedes se lo tomen personal es otra cosa—se defendió el mayor y la chica rodó los ojos.

—Eres un inmaduro—soltó la chica.

—¡Niños, ayúdenme a poner el altar!—el mayor respondió ante el llamado de su abuela para después voltearse hacia los menores.

—El último que llegue abajo, es gallina—tomo dos almohadas y se las aventó a los chicos, haciendo que se estampen en sus rostros.

—Idiota—susurra Leo, mientras se levanta del suelo.

Leo odiaba como su hermano se burlaba de ellos y él no hacía nada por defenderse, se sentía enojado con Nando y con él mismo, mientras que Iris, bueno, ella era de carácter fuerte, si Nando les hacía algo se enfrentaba a él.

Ayudo a Iris a levantarse del suelo para así salir de la habitación y bajar las escaleras.

La ofrenda quedó realmente linda, pusieron guirnaldas, manteles, flores de cempasúchil, comidas, velas, mucha decoración para hacer que la ofrenda se vea aún más bonita, pero lo más importante, las fotos de sus familiares difuntos. En cuadros muy lindos se encontraban los papás de Leo y Nando, mientras en otro los padres de Iris, junto con su hermana menor.

Su historia es realmente triste, pues su padre fue el primero en fallecer, en una guerra en los países de Europa, y años después fue su hermana y madre, en un incendio.

—Quedo muy linda la ofrenda, señora Toñita—Iris estaba fascinada con la ofrenda, era su festividad favorita y así podía recordar a su familia con melancolía y alegría. La abuela de los dos hombres solo le dio una sonrisa llena de amor y le acarició su brazo, la quería como si fuera otra nieta.

—Extraño a mis padres, abuela—Leo le dijo a la señora Toñita, con tristeza en su tono de voz y rostro.

—Eras muy pequeño, Leo. Pero eres igual a tu papá cuando estaba joven—al menor de los San Juan de le iluminó el rostro y sus ojos brillaban más de lo normal.

—¿Enserio abuela?—tartamudeo un poco, tanto por la emoción y algo que se estaba haciendo normal en él.

—Pero mi papá no era un miedoso como el chisguete—Nando se metió en la conversación que tenían su abuela y su hermano.

Iris lo fulminó con la mirada, con evidente enojo, algo que la abuela de los hermanos San Juan notó, por lo que decidió interferir, antes de que una pelea azotara en el hogar.

—Dentro de Leo, hay un alma valerosa y heroica, todo es cuestión de dejarla salir—Les dijo a los adolescentes, a lo que Iris asintió, dándole la razón.

—Claro, y yo soy el conde de Chapatlagua—Nando imitó una voz extraña y un poco más grave de lo normal—si el chisguete no puede ni hablar bien. Habla como si tu-tuviera retorcijones en la lengua—y esa fue la gota que derramó el vaso.

—Te comportas como un inmaduro, Fernando. ¿Qué ganas con burlarte de Leo?—se puso nuevamente frente a él, Nando bajo la mirada para verla a los ojos y pensó por un momento—Exacto, nada. Ya estás grande y tendrías que actuar como la persona madura que deberías de ser, eso de andar molestando dejáselo a un niño de siete años, el cual apenas está aprendiendo sobre los valores—Leo sonrió en sus adentros y un revoltijo se pasó pro su estómago, como si le estuvieran haciendo cosquillas.

Nando rodó los ojos, y comenzó a hacer otra cosa, tratando de ignorar lo que la chica le había dicho segundos antes.

Se quedaron unos segundos más viendo la ofrenda, hasta que Nando tomó una calaverita de azúcar y se la puso en el rostro a Leo, haciendo que se exalte.

—¡Huy la nahuala!—dijo el mayor, hasta que la abuela le pego al suelo con su bastónm

—Fernando San Juan, de la nahuala no se habla en esta casa—regañó al mayor, y este se miró avergonzado.

—Solo estaba jugando, abuela—la señora Toñita golpeó las bolsas del pantalón de Nando, haciendo que fruta y comida salga de ahí—Hay ¿Cómo llego eso ahí?—Iris rió ante esto.

𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋      | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora