BESOS DE MIEL
—¿Por qué te encanta hacer esto?—pregunto Iris confundida, pues el castaño se encontraba bajando por el balcón—con cuidado—le dijo a Leo desde arriba.
Sus grandes manos estaban en la barda mientras sus pies buscaban una posición para saltar, cuando lo logró se soltó y cayó en el césped. Había caído muy bien y parecía que había nacido para esto.
—Vamos, linda—le dijo Leo desde abajo—yo te atrapo—La chica intento imitar al castaño, sin embargo, ella no tenía la misma fuerza, y solo dos veces había hecho eso.
Se soltó y quiso gritar, pero Leo la atrapó por la cintura y la dejo lentamente en el césped.
—te dije que te iba a atrapar, linda—le regalo una sonrisa, dejando ver sus dientes blancos y sus labios levemente rosas.
La pelinegra tuvo ganas de besarlo, pero solo se le quedó viendo a los ojos por unos segundos, Leo supo de inmediato lo que pensaba así que con un solo movimiento la acorraló a la pared más cercana.
—¿Lo haces tú o lo hago yo?—le susurro haciendo que a Iris se le entrecortara la respiración. Leo al no escucha la respuesta se acerca a sus labios y los junta, en un beso lleno de sentimientos.
Sus labios se movían lentamente, era un beso romántico, lento y lleno de sentimientos. Sus labios parecían encajar a la perfección, como si fueran un rompecabezas. El mundo se detuvo para los dos adolescentes, sin embargo por falta de aire se separaron.
—bien, hay que buscar a los chicos—le dijo Iris nerviosa, aunque se hayan besado infinidades de veces, siempre lograba ponerla nerviosa, como si fuera el primer beso que se dieron.
Entrelazaron sus manos y caminaros unos minutos por el bosque. Leo iba observando todo a su alrededor, la noche había caído, los enormes árboles hacían que la luz de la luna fuera menos visible, así que caminaban a un paso veloz.
Se detuvieron unos minutos para que Leo abriera el libro del padre Tello, mientras caminaba Leo no vio el pequeño río que había más adelante, por lo cual se mojo un poco el pantalón.
Soltó un gruñido de enojo y fue ahí cuando Iris volteo a verlo, abrió los ojos de la sorpresa y una diminuta risa quiso salir de sus labios, tapo su boca con una mano y Leo la observo mientras salía del agua.
Sin decir nada la tomo de la cintura y amenazó con dejarla caer a lo que ella dejo de reír.
—Leo San Juan, ni se te ocurra tirarme—le dijo nerviosa mientras ponía sus manos en el pecho del castaño.
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𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋 | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢ
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