ocho

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BESOS DE MIEL

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BESOS DE MIEL

La pelinegra y el castaño habían salido de la habitación, Iris observaba todo con miedo y precaución, mientras que Tadeo se encontraba normal por los pasillos, hasta que antes de dar otro movimiento él la tomo por el hombro.

—tenemos que pasar en silencio, no hagas ruido—ella asintió y comenzaron a avanzar con sumo cuidado, ella trataba de que sus pisadas no hicieran ruido, pero al estar rodeada de polvo un ligero estornudo se le salió—te dije que no hicieras ruido—le susurró y cerró los ojos, esperando algo.

—snif, snif ¿A qué huele?—una voz de un hombre se escuchó y la pelinegra cerró igualmente los ojos.

De inmediato al escuchar esa voz, Tadeo tomó la mano de la pelinegra y la llevo a una pequeña pared, para así esconderse un poco.

—¿Quién es?—le susurró en el oído del chico a lo que esté voltea a verla.

—¿Te acuerdas de la ceremonia de mi padre?—ella asintió—bueno, son ellos, pero en esqueletos—la pelinegra abrió abruptamente los ojos, sorprendida y nerviosa—tenemos que salir de aquí—ella asintió rápidamente y cuando estaba apunto de irse el castaño la atrajo hacia él—escondete—la puso rápidamente detrás de él y fingió estar limpiando la pared.

—¡Mi bebé!—la chica trato de estar quieta y tranquila—chicos, es solo mi pequeño, no hay nada de que preocuparse—los demás esqueletos se asomaron por la gran puerta y lo vieron con ternura.

—¡Pero que lindo! Se ve igual que hace cincuenta y dos años—dijo una mujer de huesos anchos—¿Qué hace limpiando la pared?—le pregunto al padre del fantasma.

—eh, so-solo le estoy ayudando un poco a Xócotl—dijo el castaño nervioso, mientras intentaba cubrir a la pelinegra.

—no deberías ser amigo de ese criado, bebé—le dijo su padre.

El cabello de la pelinegra salió un poco a la vista a lo que otra mujer lo notó.

—¿Qué escondes?—le dijo directamente y todos los esqueletos la voltearon a ver.

—disculpen, se pone de mal humor cuando no come—dice el esposo de la mujer, algo apenado.

—¡Cómo no voy a estar de mal humor, si la cocinera no nos da de comer desde hace cincuenta y dos años!—le grita a su esposo.

—Pero, terronsito. Te vez más esbelta, y pelona—trato de tranquilizar a la mujer, a lo que varios de los presentes comenzaron a reír.

𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋      | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora