veinticuatro

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BESOS DE MIEL

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BESOS DE MIEL

Iris se encontraba sentada en el suelo, con su espalda pegada a una pared vieja y desgastada. Sus pensamientos no la dejaban salir a buscar a Xocotl.

—Veo que tú novio no esta—la voz de un hombre la saco de sus pensamientos, volteo a verlo en la oscuridad y encontró esos mismos ojos azules.

—¿Me ha estado siguiendo?—le pregunto exaltada y nerviosa, pues ya no era una coincidencia que solo aparezca cuando esté sin Leo.

—Tal vez—admitió, haciendo que de un salto la pelinegra se levante del suelo, sacudió su pantalón y puso la mirada en esos ojos azules—Ustedes son la clave para lo que anhelo—la pelinegra se quedó petrificada en su lugar, no se esperaba esa confesión.

—Nosotros solo venimos por un amigo, no lo podemos ayudar—le dijo cada vez más nerviosa, el hombre sonrió, una sonrisa malévola.

—No estoy pidiendo su ayuda—el hombre peli castaño se iba acercando hacia Iris, a lo que ella iba retrocediendo.

Iris se detiene en seco al sentir que estaba apunto de caer junto con las momias, intentando mantener el equilibrio ve al hombre, temiendo por lo que pueda suceder.

—¿Dónde esta tu novio?—le pregunto, a lo que la pelinegra se quedó callada. Se acercó más y quedó cara a cara con ella—¿Dónde esta tu novio?—esta vez tomo su cabello y lo tiro hacia atrás, ocasionando un aullido de dolor por parte de Iris—¡¿Dónde esta, maldita sea?!—

—¡No sé!—le dijo y el hombre sonrió.

—¿Así que es cierto lo que pensé?—la pelinegra volvió a gemir de dolor, cada vez tiraba más de ella—¿Se pelearon por culpa del mocoso?—Iris guardo silencio, se negaba a responder.

—Aunque hubiéramos peleado nunca te diría donde está—hablo con dolor y miedo, si no fuera por el agarre del hombre ya estaría con las momias.

—Esta bien, si tú no nos llevas con él... él vendrá hacia nosotros—la jalo un poco hacia él para después tirarla al suelo.

Iris cayó de rodillas y juro que estaba sangrando, sin embargo no podía ver gracias a su pantalón. Temía lo que podía suceder, así que como pudo se levantó y comenzó a correr.

El ojiazul al ver esto corrió detrás de ella, mientras maldecía en voz alta. Las calles de Guanajuato eran diferentes a las de puebla, por lo que era muy difícil ver hacia donde iba.

Su respiración era entrecortada y se le dificultaba ver por dónde corría, pues la unica iluminación era la enorme luna. Algunas momias comenzaban a aparecer nuevamente, por lo que tenía que evitar chocar con ellas.

Su cabello negro y lacio volaba contra su rostro, ocasionandole incomodidad, volteo para atrás y vio como el hombre la seguía casi al mismo ritmo que ella.

—¡Ven acá, perra!—Iris quiso reír ante la pronunciación de este, pero no era hora para eso, así que aceleró el paso.

Cuando jugaba con Nando y Leo, siempre era a la primera que atrapaban, pues sus pasos no eran demasiado largos.

Le dieron ganas de vomitar, pero también de tomar toda el agua que fuera posible, y pensó que en cualquier momento las piernas le faltarían. Volteo nuevamente hacia atrás y vio al hombre aún más cerca.

Cuando devolvió la mirada al frente vio a una momia en frente de ella, al querer frenar le fue imposible, por lo que terminó estrellándose contra el cuerpo.

Soltó un gemido ante el fuerte golpe que se dio en una de sus costillas. Su frente se golpeó con la cabeza de la momia y la pelinegra comenzó a ver estrellitas.

El ojiazul la tomo del cuello y la levanto, quitándole el poco aire que la chica podía jalar. Iris comenzó a toser y ponerse pálida ante la falta de aire, mientras que el hombre la veía con desprecio.

—Coopera si no quiere que le pase algo a tu amiguito—Iris quería pensar de quién hablaba, pero el oxígeno no le llegaba al cerebro.

Comenzó a marearse cada vez más, veía manchas de colores y un fuerte dolor de cabeza la inundaba. Iris jamás experimento algo parecido y ella juraba que moriría esa misma noche, ya sea por la falta de oxígeno o la maldad del hombre.

Sus manos fueron a las del mayor intentando quitarlas de su cuello, la piel de Iris comenzaba a perder color, por lo que se podía ver las pequeñas venas de sus ojos, mientras estos sacaban lágrimas a todo lo que daba.

Cuando estaba apunto de perder la consciencia el hombre la soltó, haciendo que sus pies toquen nuevamente el suelo.

Iris cae de rodillas nuevamente, y sin importarle el dolor comienza a toser en busca de aire. Su cuerpo comienza a temblar como un chihuahua con frío, sus ojos derraman las últimas lagrimas, y varias arcadas comienzan a hacerse presentes, sin embargo, el vómito jamás se hace presente.

Su garganta dolía a todo lo que da, mientras que abre la boca en busca de aire. El hombre la levanta del cabello, la ve con odio y anhelo a la vez, así que comienza a caminar junto con ella.

—No quiero que hagas ningún sonido ¿Entendiste?—la pelinegra asintió, y su abuela llega a su mente.

Ella murió cuando tenía apenas 3 años, era una mujer muy mayor, que le encantaba cocinar pan de muerto, pasar tiempo de calidad con su familia.

Todavía recuerda su apariencia, su voz y sus historias. Le encantaba su mandil rosa lleno de flores, sus faldas largas con diseños hermosos. Recordaba sus facciones, su nariz un poco achatada, con unos labios pequeños y sus dientes levemente separados y chuecos. Sus ojos igual a los de ella, un café oscuro y penetrante, pestañas largas y cejas pobladas. Se acuerda de sus arrugas y lunares, uno en su mejilla izquierda con forma de corazón y otro detrás de su oreja derecha. Su cabello largo y canoso.

A Iris le encantaban sus historias, no eran de terror porque a ella le daban miedo y después no podía dormir, para Iris eran historias llenas de fantasía, con un final feliz, pero, ahora entiende que eran experiencias propias, que la abuela siempre salía adelante, pasará lo que pasará.

Y hoy, después de 12 años sin ella, comprendió otra de sus frases.

"Nos asustan los monstruos de la oscuridad, pero el verdadero mal está en la humanidad, son personas que hacen daño sin razón, aunque puedan elegir con el corazón."

Iris reía con sus cuentos, soñaba e imaginaba con ellos, pensando que su abuela tenía demasiada imaginación, pero, ahora, se da cuenta que la estaba preparando para cuando tuviera la edad suficiente.

Sumida en sus pensamientos camina a la par del hombre, sin hablar, pero con demasiadas cosas que gritar. Este la voltea a ver, por si nuevamente se le ocurre escapar, pero la pelinegra caminaba con la mirada perdida, para que una lágrima caiga de sus ojos, mezclándose con las que ya se encontraban secas.

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⏰ Última actualización: Nov 08 ⏰

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𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋      | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora