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BESOS DE MIEL

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BESOS DE MIEL

—¡Apocalipsis zombie en Guanajuato!—la voz chillona de Teodora se escuchó por toda la calle, mientras corría (o más bien volaba) junto con todos sus amigos.

—No son zombies ¡Son momias!—corrigió el alebrije.

—¿Pueden callarse? Solo atraerán más a estás cosas—regañó Iris, con algo de nerviosismo en su voz.

Corrían por las calles desoladas, pues a las únicas personas (o cosas) eran los cuerpos putrefactos andantes. Las calles no tenían iluminación y eso complicaba la vista, y más si era de noche.

—Nunca vi algo semejante—mientras Don Andrés hablaba frenaron en seco, pues las momias los habían acorralado.

El corazón de los presentes (los vivos por supuesto) parecía que en cualquier momento se les saldría del pecho,  por la garganta o por las orejas. Aunque ya se habían enfrentado a la nahuala y a la llorona seguían siendo unos niños asustadizos, aunque ya no eran unos niños.

Leo había crecido bastante en poco tiempo. Con sus 17 años, ya superaba los 1,80 metros y aunque su complexión aún era delgada, su cuerpo comenzaba a marcarse de forma diferente. Sus hombros se habían vuelto más anchos, con una fuerza que ahora se adivinaba en sus movimientos. Su espalda se había ensanchado ligeramente, dándole un porte más varonil, pero sin perder esa ligereza natural que siempre había tenido. Su cabello, aunque seguía corto, era lo bastante largo como para dejar caer algunos mechones que enmarcaban su rostro con un aire más maduro. Su mirada también había cambiado,  en esos ojos oscuros había una mezcla de seguridad y profundidad, como si cada experiencia reciente hubiera dejado una huella en él.

Iris, por su parte, también había pasado por sus propias transformaciones, y aunque seguía conservando su estatura pequeña, con apenas 1,55 su figura había tomado curvas sutils pero evidentes. Su cintura se había afinado, resaltando su silueta de forma natural y armoniosa. Su cabello había crecido un poco, y las ondas suaves caían sobre sus hombros, enmarcando su rostro con una madurez que antes solo insinuaba. Sus facciones se habían afinado, adoptando un aire más femenino y elegante. La dulzura en su mirada seguía ahí, pero ahora también había en ella una fuerza tranquila, como si supiera que podía conquistar al mundo con solo una sonrisa.

Ambos habían cambiado y aunque las diferencias eran sutiles para quien los veía de lejos, cualquiera que los conociera sabría que en su esencia ya no eran los mismos. Eran dos jóvenes que, sin darse cuenta, habían crecido juntos.

Al ver qué las momias los habían acorralado corren hacia su izquierda, intentando escapar. Alebrije al estar un poco más adelante que ellos intenta frenar al ver una pequeña casa, pero la puerta se rompió haciendo que el alebrije termine dentro de esta. A Leo sin importarle se adentra a la casa, junto con todos los demás presentes. Alebrije pone la puerta nuevamente y todos los presentes se miran en silencio.

Iris se posiciona al lado de su novio y este entrelaza sus manos, tranmitiendole seguridad y confianza. Teodora grita agudamente al sentir que algo tocó su brazo, al voltear ve a una momia intentar entrar por un pequeño espacio de madera podrida.

Tadeo se acerca rápidamente a su hermana y la separa del brazo esquelético de la momia, para después ponerse lejos del espacio de madera.

—Hay otra puerta, miren—apunto la pelinegra hacia otra puerta de madera, a lo que con paso rápido fueron hacia ahí. Al abrirla se dieron cuenta que más momias habían de ese lado y cuando regresaron las momias intentaban adentrarse a la casa por los huecos de la madera.

El alebrije derribó la ventana de madera y todos salieron por ahí, Leo ayudo a la pelinegra, para seguir corriendo. Mientras corrían nadie hablaba, todos se encontraban concentrados en como salir de esta situación.

Lo que más le asustaba a Iris es estar en una ciudad completamente desconocida para ella y para Leo, pues apenas habían puesto un pie en Guanajuato y las momias ya los estaban atacando. Leo toma con una mano su cintura y la atrae hacia él, pues al estar sumida en sus pensamientos no se dio cuenta que estaba por estrellarse contra una pared.

Las momias los habían acorralado, no tenían a dónde ir.

—Ya nos atoraron—les dijo alebrije algo atemorizado.

—No me digas, no me había dado cuenta—el fantasma respondió con sarcasmo.—disimulen, disimulen—él y alebrije comenzaron a fingir ser unas momias, o zombies, no actuaban muy bien.

Iris voltea exaltada hacia atrás, pues escucho como alguien los llamaba.

—Aquí atrás—un muchacho con capucha negra y guantes les hablo, estaba detrás de unos barriles a lo que todos desesperados van y se esconden.

Iris intento hacerse lo más pequeña que pudo, aunque eso no era problema para ella. Las momias no se quedaron atrás y rugieron hacia su dirección, mientras caminaban a dónde estaban escondidos.

El chico desconocido tomo un popote y un cacahuate, para aventarlo hacia una lámpara en una de las casas. Este ante el impacto se rompió y llamo la atención de las momias, provocando que estas ya no los busquen más.

—ya, ya podemos salir—su voz era seria, a lo que Don Andrés lo veía con asombro, mientras Leo con cierta desconfianza.

Alebrije se levantó del suelo y tenía a Teodora aferrada a su cuello, como si su vida dependiera de ello, la chica fantasma al darse cuenta de eso, hizo un sonido de asco y fue con su hermano.

Los chicos siguieron al chico, que hasta el momento no sabían su identidad.

—¿Cómo te llamas?—pregunto Leo, a lo que el chico rápidamente se volteo y lo fulminó con la mirada, para después mirar a Iris y se le dibujara una pequeña sonrisa, haciendo que Leo se desconcerte y moleste un poco.

—Luis—contesto sin más y siguió caminando.

—Hola, yo soy Teodora y estos son mis saquitos, bueno, menos la chica, ella es mi Best friend ¿Tienes face?—al ser ignorada por el chico se regresó con su hermano, el cual frunció el ceño por ser algo grosero con Teodora.

—¿Qué hacen aquí?—volvió a decir el chico.

—Somos un equipo de cazafantasmas—hablo Leo, a lo que Iris sonrió y entrelazó nuevamente sus manos—Don Andrés, alebrije, Teodora, Tadeo y mi novia Iris—resalto las últimas palabras, pues no confiaba del todo—Venimos desde puebla.

—donde por ventura vencimos a la nahuala—hablo don Andrés.

—Despues fuimos a Xochimilco—hablo Iris.

—Y ahí vencimos a la chillona, porque estaba toda depre, osea pelo horrible, ojos rojos, hay no te lo pongas—dijo Teodora, a lo que Iris rió un poco.

—Y yo soy Leo San Juan y venimos por nuestro amigo Xocotl quien fue secuestrado por las momias de Guanajuato—siguió hablando Leo.

—Trabaja para mí, pero salió a comprar charamuscas y es hora que no regresa, y la casa toda tirada—exageró Teodora poniendo su mano en su frente.

—Gracias por salvarnos—grito Iris al ver qué el chico se iba.

—vayan al mercado, ahí pueden pasar la noche y ahí venden las mejores charamuscas—el chico despareció en la niebla.

𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋      | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora