veintiuno

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BESOS DE MIEL

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BESOS DE MIEL

El aire se sentía tenso, sin embargo ninguna momia merodeaba por las calles. Mientras Alebrije y Don Andrés discutían (como siempre) por el hambre que tenía el animal, Iris y Leo iban con sus manos entrelazadas, mientras hablaban de cualquier cosa, hasta que el tema llegó a Luis.

—¿Te cayó bien ese tal...Luis?—pareció no recordar su nombre. El castaño quiso fruncir el ceño al recordar como el chico le había sonreído de tal forma a Iris.

—Pues, no puedo decir si me cayó bien o mal, solamente estoy agradecida porque nos ayudó—contesto la pregunta mientras lo veía. Sabía que en su pregunta había algo que no cuadraba, pues sus manos estaban apretando ligeramente la suya y una no tan notoria vena sobresalía de su cuello—¿Por qué la pregunta?—continuaron caminando.

—Nada importante—Leo se relajo un poco al escuchar la pregunta de su chica.

Siguieron caminando por las calles de Guanajuato, no había rastros de personas y las únicas que podían observar eran las que se encontraban cerrando ventanas o reforzando puertas.

Después de caminar llegaron al dichoso mercado, era grande y tenía demasiados puestos, al pisar un pie en este, las personas los veían mal, con cierto enojo y envidia.

—Me estoy poniendo de malas ya denme de comer—susurró el alebrije, aunque muy cuidadoso no era.

En ese momento pasaron por una carpa con un hombre dentro, Iris volteo por inercia y en sus ojos noto maldad, así que retiro la mirada de inmediato, pero vuelve a verlo al escuchar como el hombre se levanta y sale por detrás.

—¿Acepta tarjeta?—la voz de Teodora hace que voltee a verla, haciendo que la mujer le de una mala mirada.

Todos se detuvieron en seco cuando notaron como un hombre le cortaba la cabeza a un pescado, mientras los miraba de mala manera, Iris inmediatamente se sintió incómoda, sentía que en cualquier momento llegarían las personas y les harían algo malo. Aunque no dijo nada de su incomodidad Leo lo noto de inmediato, se acercó aún más a su cuerpo y vio como sus dedos comenzaban a tocarse entre sí, tratando de pensar en otra cosa.

—Este mercado es igualito al de Chapotón—Alebrije observaba todo y recordó como en el pequeño municipio hacían las mejores tortillas de maíz.

—Nunca he ido a Chapo... Eso. Pero estoy seguro que ahí las personas no son tan mierdillas—Dijo Tadeo ya algo cansado de las malas miradas, con su mano tomo la muñeca de Teodora y lo acercó un poco más a él, haciéndola sentir segura.

—Solo espero que aquí también vendan chalupas—Al alebrije se le estaba haciendo agua la boca, pues no habían comido desde hace unas horas.

—Y dale con la comida—Don Andrés volteó a ver al alebrije—pareces pelón de hospicio—Tadeo se imaginó lo que el alebrije contestaría así que contuvo la risa.

—Yo que usted, ni hablaba de pelones por qué va a salir raspado—toco la cabeza de don Andrés y Tadeo y el alebrije estallaron a carcajadas.

—La premura de mi calvicie es símbolo de experiencia—Contesto don Andrés, pero Leo e Iris se fueron hacia atrás.

Cuando iban a cruzar la calle vieron a unos soldados con traje azul, así que retrocedieron y se escondieron en una carpa abandonada, Leo se asomo un poco y su cara cambio a una de confusión, estaban poniendo un cartel. Cuando se fueron, Leo tomo su mano y se acercaron al cartel.

—Gran incendio en la cárcel, doce presos muertos—Leyó Leo en voz alta—Triste fin para los peores criminales de Guanajuato. Después de una vida de pecado, vicio y maldad, los bandidos encontraron su destino final. Los cuerpos calcinados permanecen aún en la morgue, esperando ser sepultados en la fosa común—siguio leyendo.

Iris no podría creer, le estaba comenzando a entrar miedo y mucha más incomodidad. Leo y ella dieron la vuelta y dieron un salto y un pequeño grito.

Luis, estaba detrás de ellos y se rió ante su reacción.

—¿A poco se asusto el niño más valiente de puebla? Y obvio, la señorita más hermosa de puebla—una sonrisa coqueta se dibujo en el rostro del chico, mientras se acercaba un poco más a la chica.

Iris retrocedió incómoda y tomo uno de los bíceps del castaño.

—¡Mi! Novia no necesita a otra persona que se lo recuerde, más que a mí—tomo a Iris de la cintura con una de sus grandes manos y la atrajo aún más hacia él.

—¿Un bolillo para el susto?—el chico con capucha le dijo a Leo burlón. A lo que rápidamente se van de ahí.

El encapuchado los siguió, así que decidió hablar.

—si fuera ustedes no andaría por aquí solo, si un gendarme los encuentra se los lleva a la capitanía. Además, es un lugar peligroso y más para unos fuereños—les decía el chico a lo que Leo se volteo enojado.

—Nos hemos enfrentado a cosas peores—Leo hablo un poco más alto, con su voz un poco más grave y gruesa.

—Si, a puras mujeres. La nahuala, la llorona, así que chiste—Ahora quién se enojo fue Iris.

—No venimos aquí para que alguien rebaje nuestro trabajo. Es fácil hablar, pero no actuar, niño—Iris dio un paso al frente y eso fue como una máquina del tiempo para Leo, cuando Iris lo defendía de Nando—no cualquiera haría lo que hicimos, así que primero salva a tu pueblo y después hablamos—el chico en vez de enojarse o avergonzarse sonrió de oreja a oreja, fascinado con la chica.

Los tres corrieron hacia el balcón, pues los gritos de una mujer se hicieron presentes. Las momias caminaban hacia ella, y un bebé que traía en brazos.

Iris no sabía en qué momento Leo y Luis comenzaron a competir quien salvaba a la mujer, pero la dejaron sola.

—¡Leo!—le grito pero este ni se inmutó en voltear pues estaba muy concentrado en ganarle al chico.

El frío del balcón calaba hasta los huesos de Iris mientras se asomaba a la vista oscura de Guanajuato. Las luces del pueblo titilaban a lo lejos, casi como si fueran a apagarse en cualquier momento, y un extraño escalofrío le recorrió la espalda.Entonces  sintió una presencia junto a ella. Al girarse, un hombre alto y de aspecto sombrío se encontraba allí, observándola en silencio.

Sus ojos, de un azul profundo, parecían helados, como si escondieran algo oscuro en su mirada, y en su dedo llevaba un anillo con una piedra roja intensa que brillaba débilmente bajo la luz de la luna.

—Bonita noche para andar sola, especialmente en un lugar como este —dijo él con un tono bajo y serio.

Iris sintió un nudo formarse en su garganta, y una sensación de alerta se encendió en su pecho. Algo en él no le inspiraba confianza. Respiró profundo y recordó algo, era el hombre de la carpa.

—Mi novio está por allá—murmuró, esperando que la mención de Leo afectará en algo.

El hombre sonrió apenas, una sonrisa que no alcanzó sus fríos ojos, y dio un paso más cerca de ella, invadiendo su espacio personal.

—¿Ah, sí? —musitó él, mirándola intensamente—. Quizá deberías decirle a tu novio que las momias de este pueblo no son tan inofensivas como parecen. No todas descansan en paz.

Las palabras se deslizaron en el aire como una amenaza, y el corazón de Iris comenzó a latir más rápido.  Se armó de valor, intentando ocultar el temor que comenzaba a asfixiarla.

Cuando volteo a ver al hombre este ya ni estaba y algo en ella se tranquilizó.


𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋      | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora