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BESOS DE MIEL

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BESOS DE MIEL

El castaño se retiró del lugar cuando ya no quedaba rastro de Iris, se sentía sumamente enojado, pero también estaba arrepentido. Ver cómo la pelinegra se iba del lugar soltando algunos sollozos, apretaba sus puños y daba pasos decididos, eso le partía el corazón.

Con una sola cosa en mente siguió el camino hacia el puente colgante que había en el lugar, quería ir detrás de la chica, decirle que lo sentía y que estaba arrepentido de todo. Quería regresar en el tiempo y evitar todo este problema.

Cuando dio el primer paso al puente, este cayó junto con Leo. Soltó un gruñido al golpearse y después comenzó a gritar, estaba cayendo por un túnel extraño.

Estaba oscuro y rasposo, parecía un tobogán sin fin, de esos que te sofocan. Cuando vio un poco iluminado pensó que llegaría a otra habitación, pero fue atrapado en una soga en el aire.

La nahuala lo había tomado. Su mente comenzaba a dar vueltas, se encontraba mareado  y cayó inconsciente.







































































La pelinegra, estaba destrozada, sus lágrimas caían sin parar por sus mejillas, haciendo que se tornen un poco rojas. Estaba echa un ovillo en alguna parte de la cueva, mientras soltaba todo lo que traía dentro.

Se arriesgo tanto por la persona que ama, porque si, se dio cuenta que ama a Leo.

Sus sollozos eran lo único que se escuchaba en el oscuro lugar, su respiración estaba algo agitada y su mente estaba en todas partes.

El fantasma volvió a aparecer después de unos minutos, y cuando estaba apunto de hablar noto a la pelinegra llorando.

Se sentó a su lado en silencio y pensó en qué decir.

—Ese idiota se lo pierde—Facepalm.

—Cre-creo que yo soy la idiota—sus sollozos no la dejaban hablar a la perfección—Fui una estúpida—volvió a llorar—me dijo que no quería mi ayuda, y yo como estúpida arriesgando mi vida por él—volteo a verlo y el fantasma sintió algo de tristeza por ella.

—muñeca, solo estabas haciendo lo que tú corazón te decía, no es tu culpa que él no esté agradecido con lo que estás haciendo—puso su gran mano en su espalda—y puedo ver cómo él también está afectado por todo, por su hermano, por ti, por la nahuala, hasta por mi—rió un poco.

𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋      | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora