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BESOS DE MIEL

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BESOS DE MIEL

Era hora de la misa en la iglesia de Puebla, se encontraban personas mayores, adultos, jóvenes y niños. Leo estaba al lado del padre Fray Godofredo. Mientras que su hermano, abuela y amiga en una de las bancas, en el público.

El padre Godofredo recitaba unas palabras en latín, mientras que Leo se encontraba concentrado para tocar la campana, su mirada se dirigió al público y se topo con la mirada de Iris.

La adolescente le sonrió pues sabía que Leo se encontraba nervioso para después poner el pulgar arriba, Leo bajo la mirada al suelo y una sonrisa se dibujo en su rostro, no sabía que le sucedía.  Cuando volvió a subir la mirada se encontró con la de su hermano, y esté al notarlo comenzó a burlarse y hacerle gestos "graciosos" a una señora mayor, la cual se encontraba concentrada en la misa.

"Dice la leyenda, que la nahuala tiene más de trescientos años de edad, está fea y arrugada como pasita"

Y

la absurda leyenda de Nando inundó sus pensamientos, vio a la señora y el nerviosismo lo comenzó a carcomer, se estaba sintiendo ansioso y con miedo, se quedó paralizado por unos segundos, hasta que su vista volvió a su hermano y amiga, los cuales estaban intercambiando unas palabras que le era imposible descifrar que era.

—Fernando, pon atención—regañó la adolescente y tomo su brazo para que dejara de hacerle gestos a la pobre señora. Muy pocas veces Iris le decía por su característico apodo, a su parecer le gustaba más su nombre que su apodo.

Nando pareció ignorarla pues notó de inmediato el miedo de Leo, así que siguió molestándolo.

—Deja en paz a la pobre señora—susurró en su oído y de inmediato Nando se tenso, a lo que le hizo caso a la chica. A Iris se le formó una diminuta sonrisa de orgullo, por fin Nando le había echo caso.

Esto hizo que el estómago de Leo se le revolviera, su mandíbula se tenso un poco y apretó los dientes, quería ser su hermano en estos momentos, quería disfrutar de la cercanía de Iris.

tocavis la campanotum—Le dijo el padre a Leo, pero este siguió sin moverse, viendo fijamente a su hermano y amiga, como ella no quitaba su  delicada mano de la muñeca de Nando, y él no hacía nada para apartarla—Tocad la campana chaval—Leo despegó la vista de los dos adolescentes y rápidamente se dio cuenta de su error, así que tocó la campana, pero, por accidente le dio al padre Godofredo en el rostro, haciendo que se la salga una muela.

El padre lo dejo pasar y la misa siguió con normalidad, pero Leo sentía una incomodidad, no podía dejar de pensar en la escena de su hermano y amiga.  Los monaguillos comenzaron a cantar mientras Sinfonolo tocaba el piano para que las personas comenzarán a levantarse de sus asientos y hacer una fila para comulgar. Leo se puso aún lado del padre con una bandeja en sus manos, vio la fila y a unos metros se encontraba la señora a la que Nando molestaba, haciendo que el nerviosismo vuelva a su cuerpo.

Cuando fue su turno, Leo comenzó a ponerse ansioso, y sin darse cuenta tiró la bandeja al suelo para después esconderse detrás del padre y  levantó su túnica, haciendo que su ropa interior quedara a la vista de todos los presentes.

—¡Los calzones del padrecito!—gritó una niña de trenzas mientras lo señalaba, todas las miradas se dirigieron al Fray, haciendo que las personas se taparan los ojos, algunos se rieran.

Iris tapó sus ojos con sus dos manos y un ruido inaudible de sorpresa salió de sus labios. Nando cubrió su boca para evitar que la carcajada saliera de sus labios, pero le fue imposible no reírse. Una señora cayó desmayada causando un estruendo, por accidente tumbó una de las velas, la cual hizo que se cayeran todas las demás a causa de esto unas salieron volando y cayeron al rededor de Sinfonolo, él siguió tocando haciendo que una cuerda se quemara y el candelabro cayera, ocasionando un gran estruendo.

La misa terminó en ese momento, todas las personas salían por las enormes puertas de madera,  Leo miro todo atónito, se sentía avergonzado. El padre lo llevo a su despacho, donde comenzaron a hablar.

—ahora si ya me enoje. Me sacas una muela, me dejas en calzones y casi matas a Fray Sinfonolo—puso su mano en su cien, así que le preguntó a Leo—¿Por qué te has comportado tan extraño en misa, Leo?—el adolescente jugó con sus dedos, notandose ansioso y nervioso.

—Es-es que, tengo miedo, padre—tartamudeó un poco y el padre noto como se encorvo en el banco.

—¿A qué le tienes miedo, chaval?—se sentó a su lado, mientras esperaba la respuesta de Leo. 

—A la...na-na—comenzó a tartamudear nuevamente, haciendo que el padre se confunda.

—¿Te cayeron mal los tacos de Nana?—preguntó el padre y Leo negó rápidamente.

—No, a la nahuala de la vieja casona—el padre se sorprendió un poco.

—Leo, ya estás grande para esas cosas—el adolescente recordó las palabras de su amiga, y una diminuta sonrisa quiso salir a la luz—¿Qué sabes de la nahuala?—volvió a preguntar.

—Nando, nos contó una historia donde dice que es una bruja y nos va a chupar el alma—un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza al recordar la mano de Iris en el barzo de Nando.

Escuchadme bien, niño. La nahuala fue una mujer muy mala hace muchos años, pero ya está muerta y no puede hacerles daño—Las palabras del padre calmaron los nervios del joven, haciendo que sintiera un alivio en su cuerpo—cambiando de tema, si prometes no asustarte te enseñaré algo, algo con lo que puedes volar, igual que los pájaros—Leo se sorprendió, jamás en sus quince años de vida había escuchado eso—Allá afuera, Leo. Ahí está mi globo, y cuando lo infle podrás subirte conmigo ¿Tendrás miedo de subirte a mi globo?—Leo negó entusiasmado.

Minutos después el adolescente salió de la iglesia, y vio a su amiga sentada en una de las escaleras, mientras tenía su vista en el centro de Puebla, su cabello negro largo caía sobre sus hombros y espalda, su espalda derecha hacia notar que era alguien segura.

Se acercó con pasos lentos y de sentó al lado de la chica, Iris pareció no darse cuenta de la presencia de Leo y él la escaneó con la mirada. 

Tenia uno de sus brazos recargado en sus rodillas, mientras que con la otra intentaba tapar sus muslos, aún que traía una pequeña licra debajo. Sus ojos estaban perdidos en un punto en específico, y Leo se dio cuenta que estaba pensando en algo, algo que le preocupaban. La adolescente pareció salir de su trance y volteo a ver a Leo, algo exaltada, él de inmediato despegó la mirada de ella, para mí hacerla sentir incómoda.

—¿Qué te dijo el padre?—le sonrió y Leo se perdió en sus ojos—¿Leo?—preguntó Iris al verlo perdido.

—Me hablo sobre un globo volador, y cuando esté terminado podía pasear en él—le dijo entusiasmado.

𝐁𝐄𝐒𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋      | Leo San Juan ˡᵃˢ ˡᵉʸᵉᶰᵈᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora