Capítulo 34

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Heron

Subiendo por las escaleras hacia el primer piso, lo primero con lo que me encuentro es la oficina donde mi madre y mi padre solían hablar de negocios con Leopoldo y otros vampiros de la realeza.

La verdad era que nunca estuve mucho tiempo en estas oficinas, salones de conferencias y demás,ya que me parecían un tanto aburridos para la edad que tenía. En aquellos instantes, lo único que quería era jugar.

Siguiendo de largo hasta el segundo piso, y continuando mi caminar por aquellas escaleras en caracol, llego, junto con todos los demás, hasta el tercer piso.

Salgo de la escalera y me paro justo en el medio del pasillo. Candelabros colgando del techo, llenos de telas de araña, al igual que los del salón. Habitaciones a todo lo largo del pasillo, a ambos lados.

—¡Santísima Virgen de las habitaciones! —exclama Wesley. —Puedes tener a todo el pueblo aquí. —Me pasa por el lado, viendo todo a su alrededor.

—Y dijo que este era el castillo pequeño. —Austin bufa.

—No imagino cómo será el grande. —Lían ríe.

—Pueden tomar las habitaciones que quieran, yo iré a esa. —Señalo la habitación que tiene en relieve unos tallados en la puerta de madera... la de mis padres. —Solo, no rompan nada, ¿sí?

Veo cómo Wesley corre pasillo abajo, seguido por Lían.

—Tranquilo, me aseguraré de que no dañen nada. —Dexter se para a mi lado y me da dos palmadas en el hombro para luego seguir adelante y continuar hasta una de las habitaciones.

Cada uno tomó una habitación para sí mismo. Solo Austin, Riven y Crystal dormirían en la suya.

Poso la mano sobre la perilla de la puerta mientras sostengo la respiración por un momento, preguntándome si en realidad podría hacerlo. Si de verdad era capaz de entrar a la habitación de mis padres y revivir el recuerdo de mi madre después de tantos años.

Suelto aire por la nariz y procedo a girar la perilla. Una vez la puerta se abre, doy aquel paso al frente mientras mis ojos recorren la habitación... detalle por detalle.

El colchón de la cama estaba cubierto por aquella misma sábana blanca de seda que había en los demás muebles. Todo tal como recordaba la última noche que pasé en este lugar con mi madre, cuando me cantaba aquella canción mientras me peinaba.

Paso mi mano por mi frente mientras me siento en la orilla de la cama, pensativo. Mis talones de inmediato chocan contra el revestimiento de concreto bajo el colchón, por lo que levanto la sábana, me inclino y lo observo.

Bufo y niego con la cabeza tan solo de imaginármelo.

Poniéndome en pie, me dirijo hacia la puerta que daba al baño privado de la habitación. La abro y lo primero con lo que me encuentro es una tela de araña enredada en mi rostro.

Pasándome la mano por la cara, retiro los hilos de aquella tela de araña mientras busco con la vista algo que me ayudase a limpiar este lugar. Si esta sería mi habitación de ahora en adelante, por sabe solo Dios cuánto tiempo, necesitaba al menos limpiarla y deshacerme de la suciedad.

Pasando frente al lavabo y al inodoro, miro cómo justo entre la bañera y el pequeño armario donde solían estar las toallas limpias, veo una escoba de paja olvidada y arrinconada en el mismo.

Tomando la escoba entre mis manos, con una sonrisa en los labios, decido que es hora de poner manos a la obra y dejar todo este lugar como lo solía recordar.

Dos Mundos Wolfrahan © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora