Capítulo 37

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Heron

Lanzándome a mi cama, de espaldas y con una sonrisa de lado a lado, inhalo aire fuerte por la nariz al respirar el aire limpio que se percibía.

Estaba muy agradecido con todos, con todos y cada uno de ellos. Ver el lugar así me llenaba de alegría.

Miro la pulsera de mi madre en mi muñeca y suelto aire por la nariz.

—Mamá, solo espero que esté haciendo todo bien. —Paso mi dedo pulgar suavemente por la pulsera. —Tengo lobos y humanos en nuestra casa. —Bufo. —Solo me gustaría saber lo que pensarías de ello. —Hago una pausa en mi hablar. —Tú siempre sabías lo que decir. —Sonrío. —No sabes cuánto te extraño.

Volviendo a extender mis manos hacia ambos lados de mi cuerpo, sobre el colchón, mientras miro el techo sobre mi cabeza, las imágenes de lo que pasó en la azotea comienzan a invadirme el pensamiento de inmediato.

Toco sutilmente mis labios mientras me imagino la sensación de los suyos sobre los míos. La forma en la que me agarraba el cabello, como me acariciaba.

Niego con la cabeza solo un poco, cuestionándome qué es lo que sucede conmigo, preguntándome por qué es que cada vez se me hace más y más difícil controlarme ante ella.

Sentándome en el borde de la cama, la duda de quién fue que nos vio en la azotea me abruma. Pudo haber sido cualquiera, pero... ¿quién?

La persona que fue, ya sea lobo, vampiro o humano, sabe lo que sucede entre Katrina y yo. Sabe que tuvimos ese encuentro físico en la azotea y no sé si será capaz de hablar.

¿Le dirá a los demás?

¿Nos confrontará?

Poso mis manos en mi rostro y me inclino hacia adelante al sentirme abrumado.

Debí haber sido más cauteloso y cuidadoso con todo esto. Al fin y al cabo, estoy aquí para acabar con Aramis con su ayuda, y no quiero que nada de esto que está sucediéndome con la loba lo vaya a arruinar. No quiero que la manada se moleste tanto conmigo como para no querer cooperar o cancelar y tirar todo el plan a la mierda.

Tengo que tener más cuidado y tratar de ponerme límites con ella... aunque no sé si en realidad pueda hacerlo ya a este punto.

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Una vez la noche se apodera del cielo, termino de bañarme y de vestirme con la intención de salir sigilosamente del castillo.

Hoy debía verme con Leopoldo en el cementerio del pueblo de los humanos, cercano a las 9 de la noche, y según la posición de las estrellas, ya solo faltaban unos escasos minutos para ello.

Dirigiéndome hacia la azotea, vigilante de que nadie me viera salir, camino hasta el borde y salto de ella. Luego, corro a altas velocidades en dirección a aquel pueblo de humanos, por el bosque.

Tras algunos minutos de correr, tomando algunos atajos que, lo admito, me conocía muy bien por los años de exploración que hice cuando niño por estos alrededores, llego hasta la ciudad.

Caminando ahora, y tratando de verme como un humano más en este pueblo donde la vida nocturna usualmente era recurrente, me desplazo por las calles más solitarias y poco iluminadas que encuentro, que me ayuden a dirigirme hacia aquel lugar.

El olor a humedad y agua debido a la lluvia que hubo hace unas horas me recorre la nariz.

Al llegar al cementerio local, el cual, cabe mencionar, era uno de los lugares más abandonados y menos recurridos del pueblo, abro el portón de metal que está medio abierto y me adentro. El sonido del metal oxidado al abrir inunda el aire que me rodea.

Dos Mundos Wolfrahan © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora