𝐗𝐈𝐕. 𝐀𝐍𝐓𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐈𝐎𝐒𝐄𝐒

163 45 10
                                    

Capítulo 14

 
RAVENMOORT - CASTILLO WORWICK

La luz tenue de la mañana se filtraba por las ventanas de la sala privada del príncipe Molko, mientras él revisaba con detenimiento un mapa de la isla Andrax, perdido en pensamientos estratégicos. La quietud de la sala solo era interrumpida por el leve sonido del tintero y el raspar de la pluma sobre un grueso pergamino, hasta que la puerta se abrió y Kristel entró con paso ligero, sin siquiera anunciarse, captando su atención. 

—¿Molko? ¿Me llamaste? —preguntó con una sonrisa débil, creyendo que él querría saber sobre su desmayo de la noche anterior. 

—Sí, te mandé a llamar —dijo él, soltando la pluma—. Debes prepararte para ir al palacio junto a Volton, pero antes que nada, no te preocupes; allá estará mi madre. Ella ya es consciente de lo que él te ha estado haciendo y no permitirá que te haga daño de nuevo. 

Kristel frunció el ceño, y su ligera sonrisa desapareció al instante. La voz fría de Molko, recitando su solicitud, la golpeó. 

—No me quiero ir, Molko —replicó ella con incomodidad, mientras él parecía ignorar las dolorosas razones detrás de su resistencia. 

—No te he preguntado si te quieres ir —respondió, cortante—. Ya están preparando una carroza para llevarte, así que alista tus cosas. Y por cierto, espero que ya te sientas mejor después de tu desmayo. 

—¿Lo sabías? —preguntó, sorprendida. El hecho de que él estuviera al tanto y no hubiera ido a verla la hirió más de lo que esperaba. 

Molko dejó escapar un suspiro cansado, y su mirada se desvió por un segundo antes de volver a ella. 

—Anoche, mi consejero me lo comentó. 

—¿Lo sabías y no fuiste a verme? 

Molko se recostó en su silla y suspiró. 

—Kristel —él abrió los ojos y, mirándola, recalcó—, ya hemos hablado de esto y sabes bien cómo son las cosas entre nosotros. No podemos estar juntos. 

—No se trata de eso, Molko; se trata de ese gesto de frialdad que últimamente tienes hacia mí. Y es curioso —dijo con un amargo tono en su voz—. Desde que Ania llegó, te has alejado más y más de mí, al punto de que no te importa lo que me pase, aunque dices tenerme cariño. 

—Lo sabes bien —le confirmó él a Kristel, quebrándola—. No es necesario que lo preguntes. 

—Claro. —Ella lo miró con los ojos empañados y una sonrisa rota en el rostro—. ¿Sabes qué es lo que me resulta muy curioso? El hecho de que el prometido de Ania haya muerto antes de poder casarse con ella. Y me pregunto si realmente ese lord murió en un accidente.

Molko la miró con indiferencia, como si sus palabras apenas lograran romper la barrera de su frialdad. 

—No te compliques la vida creándote pensamientos conspirativos en contra de tu regente, Kristel —respondió él con una calma que solo logró enfurecer más a la mujer—. Lo que pasó con ese hombre no tiene nada que ver conmigo. No te atribuyas los caprichos de la vida. 

—No me atribuyo nada, solo estoy diciendo una verdad que tú y yo sabemos. 

—Kristel, no lograrás cambiar nada con tus reclamos. 

—¡Fue por ella! —exclamó con su voz temblando de rabia—. Fue por Ania que no aceptaste casarte conmigo y me rechazaste. Por eso me casaron con Volton. 

El silencio que siguió fue tan profundo que hasta el sonido del viento se podía oír levemente en la sala. Molko se inclinó hacia el escritorio, mirando fijamente a Kristel con esa misma voz gélida que lo acompañaba. 

𝐕𝐀𝐋𝐊𝐎: 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 𝐂𝐎𝐋𝐎𝐑 𝐏𝐋𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora