𝐈𝐗. 𝐐𝐔𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐈𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐒𝐄 𝐀𝐏𝐈Á𝐃𝐄𝐍 𝐃𝐄 𝐍𝐎𝐒𝐎𝐓𝐑𝐎𝐒.

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Capítulo 9

 NORTHLANDY - CASTILLO WORWICK

Darcel entró en los aposentos de Evelyn con el rostro mal encarado; su molestia era más que palpable por una simple razón que era la más importante para él: ella había intentado escapar. La luz tenue de las velas iluminaba la habitación, revelando a la joven sentada  en la cama, con una pequeña curación en la frente que cubría el golpe que había sufrido. Evelyn sintió la presencia de Darcel en la habitación mientras que con ayuda de su sirviente ella terminaba de tomar el té que le había mandado a preparar un encargado y al ver al rey frente a ellas, la mujer se incorporó para reverenciarlo.

—Salga, yo me ocupo de mi futura esposa —ordenó él con dureza en la voz, manteniendo su mirada fija en Evelyn.

La sirviente se retiró sin demora, inclinándose en una reverencia antes de salir, dejando al rey y a la joven solos en la habitación. Una vez solos, Darcel se acercó con pasos lentos hacia Evelyn, pero en esta ocasión ella lo miró directamente a los ojos, sin desviar el rostro, porque más que miedo ella tenía rabia al no poder lograr escapar.

—Te voy a explicar lo que pasó en esa habitación —dijo Darcel, acercándose más a ella.

—¡No se me acerque! —lo interrumpió ella con brusquedad, levantándose de la cama y encarándolo—. Aunque lo que vi fue muy claro para mí, no me importa; yo solo quería irme usted está con otra mujer no me necesita ya.

Darcel agarró a Evelyn del brazo con fuerza y, tomando el control del momento, dijo:

—Lo que viste es una cosa, pero la realidad es otra, y la realidad es lo único que importa. Llevas aquí unos cuantos días nada más, y antes de fijarme en ti y traerte aquí, yo era un hombre libre, y como todo hombre libre y con necesidades, debía satisfacerlas, así que no permitiré que me reclames eso. —La soltó—. A pesar de que eres mi prometida está más que claro que no querrás corresponderme aún a esas necesidades así que no te permitiré que me reclames por eso. Aún así tomaré cartas en el asunto.

—¿Cómo se me ocurrió pensar que quizás podría ser diferente? —dijo ella con una extraña decepción emergiendo de su melancólica voz.

—¿Crees que soy imbécil, Evelyn? No te voy a negar que me gustas, eres delicada y bella. Sé que, como toda mujer, haces un drama por una simple situación. Eres tierna y noble, pero no eres tonta. No querías escapar por verme con otra mujer en mis aposentos; querías escapar porque ese siempre ha sido tu deseo. Yo coloqué la trampa y tú caíste.

—¿De qué habla?

—¿Crees que dejé la puerta sin seguro solo porque sí? —Darcel sonrió con malicia—. Otra mujer en tu lugar hubiera entrado en mis aposentos reclamando lo que acababa de ver, pero tú decidiste huir. Déjame decirte algo, Evelyn, nadie que yo no quiera sale de este castillo. Ahora deja de fingir mansedumbre para ganarte mi confianza y así poder  escaparte, porque mil veces te traeré de vuelta.

Una bofetada se plantó en el rostro de Darcel por parte de Evelyn, al sentir rabia tras las palabras del que sería su esposo.

—¡Lo aborrezco y no sabe cuánto! —sollozó ella con la voz quebrada—. ¡Sí, es cierto que quiero largarme de aquí y no volver a verlo nunca más! Pero también me dio rabia ver cómo viene aquí, y me trata como si fuera algo que puede tomar y tener quitar y poner aprovechándose de su posición.

—Evelyn…

—¡Si es consciente que no quiero quedarme aquí por lo menos podría empezar a hacer algo para que quiera estar aquí pero  solo sigue tratándome como si fuera un pedazo de algo de lo que se puede adueñar!

𝐕𝐀𝐋𝐊𝐎: 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 𝐂𝐎𝐋𝐎𝐑 𝐏𝐋𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora