𝐗𝐗𝐈𝐈𝐈. 𝐀𝐋 𝐁𝐎𝐑𝐃𝐄 𝐃𝐄𝐋 𝐀𝐁𝐈𝐒𝐌𝐎

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Capítulo 23

A primera hora de la mañana, cuando los rayos del sol iluminaban los campos de cerezas y llenaban el aire con el dulce aroma de las frutas maduras, un guardia de la casa Worwick avanzó con cautela entre los árboles, asegurándose de que todo estuviera en calma a su alrededor. 

A cierta distancia, el hombre divisó a un niño pequeño, concentrado en recoger cerezas con una canasta a su lado. El niño estaba tan absorto en dicha tarea que apenas notó la presencia del guardia; sin embargo, al darse cuenta de que alguien se acercaba, se sobresaltó y sus ojos se abrieron de par en par al ver al guardia frente a él. El pequeño dio un paso atrás y, sin pensarlo dos veces, se impulsó para intentar huir.

—¡Espera! —llamó el guardia, alcanzando al pequeño y sujetándolo por el sucio camisón que llevaba puesto—. No voy a hacerte daño.

El niño, aún temeroso, comenzó a forcejear para soltarse, pero el agarre del guardia se mantuvo firme.

—¡Yo no he robado fruta! —alegó el niño con miedo.

—Su alteza, la reina Evelyn, es tu hermana, ¿verdad? —dijo el guardia, intentando conectar con el niño.

Al oír el nombre de su hermana, el rostro del niño se iluminó, captando así su atención.

—¡Sí! —exclamó, sonriendo de oreja a oreja—. ¡Ella es mi hermana!

—Entonces, ven conmigo —le dijo el guardia, soltando el agarre—. El rey ha enviado por ti, así que iremos al castillo.

El niño dudó por un momento, mirando a su alrededor como si evaluara la idea de dejar el campo atrás.

—¿De verdad? —preguntó el pequeño, con cierta duda.

—Sí, al rey no le gusta que lo hagan esperar —respondió el guardia, moviendo la cabeza en señal de orden.

Finalmente, el niño soltó la canasta, dejando que las cerezas cayeran al suelo, y corrió hacia el guardia, siguiéndolo con confianza. El hombre subió al niño junto con él en su caballo y, con el corazón acelerado, latiendo de emoción por la promesa de ver a su hermana, se dirigieron hacia el castillo.

Esa mañana, el príncipe Vermilion estaba en sus aposentos, observando el paisaje que rodeaba el castillo a través de la ventana, mientras la luz del sol brillaba intensamente, iluminando su cabello, que resplandecía, resaltando ese dorado intenso ...

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Esa mañana, el príncipe Vermilion estaba en sus aposentos, observando el paisaje que rodeaba el castillo a través de la ventana, mientras la luz del sol brillaba intensamente, iluminando su cabello, que resplandecía, resaltando ese dorado intenso que tenía. 

Él ajustó la correa de su pantalón, dejando a la vista los tatuajes que cubrían su espalda descubierta. En ese momento, Valeria, quien dormía plácidamente sobre su cama, comenzó a despertar y, al abrir los ojos, lo vio distraído, mirando por la ventana mientras ajustaba su cinturón, perdido en sus pensamientos, lo que llamó su atención.

—Vermilion —dijo, con una sonrisa que iluminó su rostro—. Buenos días.

Él giró su rostro hacia ella, esbozando una sonrisa de medio lado que no alcanzó a iluminar sus ojos, y con pasos suaves, se acercó y se sentó a su lado en la cama.

𝐕𝐀𝐋𝐊𝐎: 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 𝐂𝐎𝐋𝐎𝐑 𝐏𝐋𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora