𝐗𝐗𝐕. 𝐂𝐎𝐑𝐎𝐍𝐀 𝐄𝐍 𝐐𝐔𝐈𝐄𝐁𝐑𝐄

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Capítulo 25

La penumbra de la noche envolvía la sala con ligereza, y solo un delicado destello de la luz de la luna lograba romper aquella tenue oscuridad. En medio de la sala, Darcel se encontraba de pie, mirando a su padre, el rey Valko II, quien yacía arrodillado y sometido con las manos atadas a la espalda, como si fuera un prisionero. El rostro de Valko reflejaba dolor y desesperación mientras pronunciaba palabras, pero Darcel no lograba entender ninguna de ellas. Los labios de su padre se movían, formando silenciosos gritos, pero el sonido no lograba llegar a sus oídos.

Darcel quiso avanzar para llegar hasta su padre, con el corazón acelerado, luchando por acortar la distancia, pero por más que caminaba, el suelo parecía alargarse con cada uno de sus pasos, como si una fuerza invisible lo apartara de su padre, y su frustración crecía junto a su impotencia.

De repente, una figura apareció en la oscuridad. Un hombre con el rostro oculto por las sombras emergió detrás de Valko. Antes de que Darcel pudiera gritar o correr, el verdugo levantó una espada y, en un solo movimiento frío y certero, la dejó caer, separando la cabeza del rey de su cuerpo. El mundo se detuvo en ese instante, el sonido metálico resonó en la inmensidad del silencio, y todo parecía congelarse.

Justo en ese momento, Darcel abrió los ojos.

La luz de la mañana se filtraba suavemente por las ventanas, iluminando su rostro y haciendo contraste con su ojo azul y su ojo gris. Su respiración era tranquila y controlada, pero su mente aún procesaba la brutalidad del sueño que acababa de experimentar.

Por un breve momento, él se quedó inmóvil, mirando en todas las direcciones de la habitación, sin señales de angustia en su rostro, solo con la fría sensación de lo que había soñado.

Por un breve momento, él se quedó inmóvil, mirando en todas las direcciones de la habitación, sin señales de angustia en su rostro, solo con la fría sensación de lo que había soñado

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Los días transcurrían en aparente calma dentro de los muros del castillo, pero fuera, en el pueblo, el caos se extendía sin límites. Los Cangrinos continuaban sus ataques sin tregua, sumiendo a los habitantes en el miedo y la desesperación al ser saqueados, asesinados y secuestrados por estos hombres. A pesar de la gravedad de la situación, los soldados enviados por orden de Darcel apenas realizaron una breve ronda antes de regresar a su formación en el castillo, obedeciendo las instrucciones de Lord Grey, quien priorizaba la defensa del castillo por encima de la agitación en las calles.

El hermano de Evelyn caminaba por los pasillos del castillo cuando vio al consejero de Darcel cruzar rápidamente hacia otro corredor mientras hablaba con un guardia. Rewan, siempre juguetón y travieso, se escondió tras una pared observando los movimientos del hombre y una idea atravesó su mente. El niño sacó una honda del bolsillo de su pantalón y, de su pequeño camisón, sacó una piedra, preparándola para lanzarla.

El niño colocó la piedra en la honda y la estiró, afinando la puntería, directamente hacia la parte de la cabeza del lord que no tenía cabello. Pero pronto, él se detuvo al ver aparecer a dos guardias más desde otro pasillo, sabiendo que sería atrapado si lo intentaba. Así que volvió a guardar la piedra en el bolsillo de su pantalón y salió corriendo, dejando el eco de las suelas de sus pequeñas botas en el aire.

𝐕𝐀𝐋𝐊𝐎: 𝐂𝐄𝐍𝐈𝐙𝐀𝐒 𝐂𝐎𝐋𝐎𝐑 𝐏𝐋𝐀𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora