1.1. Kinich. 💚

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Mi cabeza empezó a moverse con más rapidez. Las montañas coloridas y los dinosaurios a la vista llamaban mi atención y no podía parar a detenerme un segundo a observarlo.

Miraba la gran montaña frente a mi, tenía pinturas hermosas y vibrantes que resaltaban a la vista.

Pero...

¿Como se supone que llegue hasta allá?

Me había perdido mientras hacía una guía turística y me perdí de mi grupo. Habíamos llegado a Natlan para ver el peregrinaje del retorno del fuego sagrado.

Nos dirigíamos a la arena Sacrofuego, Pero me detuve a observar a una cria de saurios.

Maldije una y mil veces mi terquedad. Lo único que tenía que hacer era quedarme quieta y seguir al grupo de turismo.

Suspiré por enésima vez y camine por el sendero. No sabía a dónde me guiaba Pero iba a alguna parte, tal vez en el camino me consiga a alguien que pueda ayudarme.

Natlan era bellísimo, podía sentir la vibra y la calidez en el ambiente. A diferencia de la habitual tranquilidad con el aroma de las uvas y el vino en el aire, mi ciudad natal Mondstadt.

En el camino me encontré con varios Saurios que me acerque sonriente a acariciar, eran apenas unos bebés y eran adorables.

Cuando me iba a acercar a acariciar uno, un chillido a mis espaldas me hizo girar. Un saurio mucho más grande me miraba molesto.

Al parecer era la madre y no le gustó que estuviera cerca de sus bebés.

Empecé a corretear asustada cuando el saurio me empezó a perseguir enojado. No pare de correr y, al final del camino, se encontraba un acantilado que seguramente me llevaría a la muerte.

Respire hondo, no puede ser tan malo.

Me di media vuelta para encarar a la madre furiosa.

—Oye... Juro que no te haré daño. Ni a tus crías. Solamente quería saludar..

Di un paso atrás, asustada. Oh no.

El saurio se abalanzó a atacarme y cerré los ojos asustada. Escuché un chillido y ningún ataque llegó.

Lentamente abrí los ojos para encontrarme un chico inspeccionando el cuerpo del saurio. En un lado había una cosa flotando al aire. Estaba atónita y sin reacciona.

—¿En serio te vas a quedar con esa basura? ¡Eso no es nada!

—Toma o déjalo.— contesto el chico.

Saco un cuchillo de forma extraña y empezó a cortar al saurio. Hice una mueca, triste. Ahora esas pobres crías se quedaron sin un adulto que los proteja.

Me acerque, temblorosa al chico quien seguía teniendo una discusión con la cosa flotante.

—¡Tsk! ¡Sirviente inútil! Oh.. Pero una benevolente seguidora, seguramente vienes a rendirme subordinación al Todopoderoso Señor de los dragones, ¡Ahau!

—¿Que..?— Me quedé pasada unos segundos.— Perdón.. No se de que me hablas.

El pequeño ser flotante al parecer le molestó mi respuesta, pues enfurecido se me acercó violentamente.

—¡Estúpida humana! ¡Mira a quien le hablas! ¡Arrodíllate y pide...!

El pequeño fue tomado desprevenido para luego ser lanzado al cielo, desapareciendo.

—Eso lo tendrá alejado un tiempo.— Suspiro el chico.

Sus ojos me miraron y me quedé atontada un buen rato. Sus ojos amarillos verdosos apenas reaccionaban, su cabello estaba palpando su frente. Estaba vestido bastante... Extravagante como cualquier ciudadano de Natlan.

—¿Una turista? No debería de estar por aquí, es un área de Saurios salvajes. La arena de Sacrofuego está del otro lado, sigue este camino y llegarás antes del anochecer.

—Tu.. mataste al saurio.— Murmuré.

El chico desvío la mirada hacia el animal muerto.

—Si, me dieron una buena remuneración por una hembra agresiva.

El chico volvió a mirarme, y se llevó la sorpresa al ver que empecé a llorar.

—¿A qué costo?

Abrió la boca, a punto de responder.

—¿A qué costo matar a una pobre madre que solamente busca defender a sus crías? Acabas de dejar a unos pobres bebés sin su madre.

El chico se cruzó de brazos, mucho más tranquilo.

—Los cuidadores se encargarán de criarlos y domesticarlos.

—¡Pero perdieron a su madre! ¡Por tu culpa! ¿Que precio merece arrebatarle la vida a un pobre saurio?

—Si no lo hacía, lastimaria a muchos visitantes como tú. Eso solo perjudicaría a su raza y a la tribu.

Me seque las lágrimas, aún dolida.

—¿Puedo pedirte un favor?

—¿Cuánto pagas por un favor?

Hice una mueca.

—¡Tu la mataste!

—Por una buena remuneración, lo dije. ¿Tu cuánto ofreces por un simple favor?

—Tengo 500 moras.

—Lo siento, no entra en mi precio estándar.

Abrí la boca muy ofendida.

—¿Disculpa?

El pelinegro me miró unos segundos.

—No es suficiente.

—Aun no sabes cuál es el favor.

—Y no me importa si no tiene un buen precio que llame la atención.

El chico se dió media vuelta para retirarse, tomo el cuerpo del saurio muerto y lo colgó en su hombro, empezando a caminar.

Lo seguí inmediatamente, tratando de convencerlo.

—Sabes, me separé del grupo de turistas y llevo caminando todo el día. Si me haces el pequeño favor de...-

—Ya te lo dije, sin un precio no hay trabajo.

Y continuo con su camino. Me detuve en seco al estar en el nido de Crias. Las pobres criaturas miraban a su madre con tristeza como iba muerta en el hombro de ese chico.

—¡Eres... Eres detestable! ¡Odioso! ¡Cruel! ¡Sin corazón! ¡Inhumano!

Segui gritándole cosas hasta que desapareció de mi vista, me cruce de brazos y me acerque a las crias para brindarles un poco de calor.

Luego fui en busca de comida para ellos. Se me ocurrió la idea de llevarlos conmigo, así que no me costó nada para que me siguieran.

Al parecer veían que era su madre sustituta.

El camino se hizo muy largo, trataba de descansar para que luego los bebés descansen y continuamos.

Cuando al fin llegamos a la entrada de la arena Sacrofuego, estaba exhausta y era medianoche.

Fui directo al hotel, la recepcionista me preguntó porque tenía tres pequeños saurios conmigo y le expliqué la situación. Lo cual la entendió, Pero me recomendó que mañana en la mañana vaya a darlos a los cuidadores.

Acepte, exhausta y fui a dormir. Los tres pequeñines durmieron acurrucados junto a mi.

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