19 Nuevas oportunidades

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Desde nuestra primera vez juntas, lo hacemos cada vez que podemos, siempre vigilando que Bella duerma por el monitor que queda encendido, algunas veces tuvimos que parar en medio del meollo, pero así es la maternidad.

Hoy Laura me mira con una gran sonrisa y sus ojos brillan aún más, Isabella ya tiene cuatro meses.

—Deja de mirarme el trasero —le digo y ella ríe, para levantarse y darme una nalgada.

—No seas atrevida y en presencia de nuestra hija.

—Que sepa que sus madres se aman —la beso— y se desean —me aprieta el trasero.

—Eso la va a traumar.

—Lo superará —me dice con una sonrisa—. Si me sigues mirando así, van a pensar que estás enamorada de mí.

—De mis mujeres claro que si —la beso, y me llega un mensaje que sorprende "tu turno de pagar el helado" en el mismo lugar de siempre a las cinco, te espero.

—¿Qué pasa? —le muestro el mensaje y ella también se sorprende— Ve —la observo extrañada—, sabes cómo es y si te ha escrito es por algo, ve.

—Todo lo tiene que agradecerte ese inútil, le va a faltar vida —ella me observa y la miro extrañada— ¿Qué pasa?

—Maktub: del árabe, significa que lo que está destinado a suceder siempre encontrará una forma única, mágica y maravillosa para manifestarse y Anam Cara: del galeico, persona con la que puedes mostrarte tal cual eres sin ser juzgado y que te comprende a la perfección. Alma gemela —me sonríe tomando a Bella en su pecho entre nosotras mientras me toma de la cintura—. Eres quién estaba destinada a sucedernos y eres también mi Anam Cara —sonrío y la beso—, te dije que el momento llegaría y llegó.

—Te amo.

—Te amo más, mi amor —me susurra entre nuestros besos.

En la tarde estoy en la heladería de siempre esperándolo, han pasado quince minutos de las cinco y él no aparece, me tendría que haber imaginado que se iba a arrepentir y no vendría, en cuanto el reloj marca veinticinco minutos me levanto para irme y él cruza la puerta apurado haciendo una señal de alivio en cuanto me ve todavía aquí.

—Llegas tarde.

—Lo sé, lo lamento —okay eso es nuevo, él jamás pide disculpas—. Si aún no has comido algún helado ¿Quieres que pidamos? —lo miro dubitativa—, por favor Nathalie solo quiero hablar —eso es aún más nuevo, él no pide, exige.

—Está bien.

Pedimos los sabores, pago y nos sentamos en una mesa de dos, come su helado en silencio por un rato, cuando le dije que lo invitaba a tomar un helado no pensé que se lo tomaría literal, pero le doy un momento más, dijo que quiere hablar.

—Estuve pensando en algunas cosas —suspira—. Sé que está mal y un padre no debería tener favoritos —me mira—, pero lo sabes —sí, lo sé, soy su favorita y serlo solo hacia que él me presionara más—. Siempre llevo en mi cartera el trébol de cuatro hojas que me regalaste una vez que te llevé al jardín mientras íbamos caminando. Solo quise darles lo mejor, no quería que pasaran necesidades o les faltara algo, supongo que ahora me entiendes.

—Sí, también quiero darle todo a mi hija.

—¿Imaginas no verla por meses? —su gesto se llena de dolor— Que llegado un momento ella ni siquiera te atienda el teléfono, ya no la veas casi nunca si no vas por su oficina, aunque te mudaste para tenerla más cerca —lo noto compungido—. Encima cuando la ves, nunca sabes comunicarte correctamente y se nota en la mirada de tu hija, que te odia.

—No te odio. Solo no tolero, ni a ti, ni a mamá, que siempre quieren controlar mi vida. Mi vida es mía y solo yo puedo vivirla.

—¿De verdad no me odias? —toma mi mano y sonríe— Supongo que no tengo la mejor manera de cuidarte, que aunque mis intenciones siempre ha sido protegerlas, no lo hago bien. He pensado mucho estos días, incluso comenzamos a ir a un psicólogo con tu madre, lo de ella bueno es un poco más complicado —sí, madre narcisista lo llamo mi psicólogo la última vez.

—¿Qué quieres exactamente?

—Disculparme y pedirte que si me aceptas ser parte de tu vida, de la de mi nieta también —lo miro incrédula—. Hablé con Alison y está dispuesta a intentarlo, le pedí que no te dijera hasta hablar contigo.

—Yo no soy mi hermana y nuestra situación no es igual —él asiente— ¿Estás dispuesto a decir delante de todos que tienes dos nueras porque tu hija es gay? Cuando me case con ella ¿Estás dispuesto a mostrar una foto dónde salgamos las tres juntas y decir que mi mujer es mi esposa y esa niña nuestra hija? Si tengo que ir a cenas benéficas ¿Nos presentarás como tu nuera, tu nieta y tu hija?

—Sí —dice sin pensarlo—. Estoy intentando cambiar, no quiero estar lejos de mis hijos, siempre soñé con tener una casa llena de nietos correteando por todos lados, tu madre rabeando para que no le pinten las paredes —me río—, reuniones que llenan la casa de gente y ahora solo tengo una enorme casa vacía, con dos viejos haciéndose cada vez más mayores y quedando solos —lo observo callada jamás hubiera imaginado que él tuviera ese sueño o anhelo como ese—. Yo te pido perdón y si quieres hablaré con tu futura esposa como lo hice con el esposo de Ali, y no estoy en posición de exigir o pedir nada, pero por favor solo considera mi petición, ya me perdí de entregar por mi necedad a mi primera hija en el altar, no quiero seguir perdiéndome cosas de sus vidas y las de mis nietos.

Bajo la vista al helado que se derrite entre mis manos y me levanto un momento para ir al baño y hacer una llamada, le llamo a Laura y le comento todo, es nuestra hija y no puedo tomar la decisión de que ellos sean parte sin consultarlo con ella, que no tiene problema siempre y cuando sus intenciones sean buenas, luego me pregunta que quiero yo y eso es lo que no sé. Le llamo a Alison y ella me confirma esto, también le pregunto sobre que hacer y ella me orienta un poco mejor. Al volver lo veo sentado esperándome en la misma mesa, sabe que no me fui porque dejé mi bolso.

—Estaras a prueba —le digo sentándome frente a él—, no quiero comentarios o caras de homofóbia, nosotras estamos juntas y no es una etapa. Isabella es mi hija, la amo como hija y la voy a criar como hija, no será menos si en futuro decido quedarme embarazada, no puedes hacer diferencias ni apartarla —el asiente a todo—. Espero no estar cometiendo un error, papá, porque si esto es una artimaña tuya, no volveras a verme ni siquiera en tu lecho de muerte o tu velorio.

—Esto es real, hija ¿Me muestras una foto de Isabella? —me pide con una cálida sonrisa y en cuanto le muestro la foto, sé que ya cayó, ese es el efecto que tiene mi hija y sus grandes ojos azules— Es hermosa —dice con una gran sonrisa—, se parece a un hermana que tuve cuando era niño —me pasa el teléfono, y sonríe triste—, esos grandes ojos azules.

Estamos un rato más hablando, de pronto me habla de mi infancia y de la de mis hermanos, también de mis travesuras y el helado termina en un café dónde seguimos hablando. Llego a casa a los brazos de ellas que me reciben gustosas.

—¿Entonces ahora tenemos que ir dos veces al mes a comer a los de tus padres? —me pregunta Laura mientras pone la mesa y yo hago dormir a Bella— ¿Cómo me llamaste? —me pregunta divertida.

—Mi mujer, mi novia y mi futura esposa.

—Quizas no esté muy cuerda que digamos pero escucharte hablar así de manera posesiva me pone algo cachonda.

—Amor hace unos días te pregunté "te caliento..." el pollo en el microondas era y terminamos haciéndolo en el sillón. Respirarte cerca te pone cachonda —ella se ríe.

—Tú eres bien cooperativa que te meto mano y te dejas, no te hagas la inocente palomita —me río— ¿Lo haremos o no? Isabella está bien dormida —la dejo en su cuna y corremos a la habitación.

Legalmente AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora