Capítulo 2

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En las siguientes semanas, los encuentros entre María Corina y Adara se volvieron cada vez más frecuentes. Lo que había comenzado como debates sobre arte, se había transformado en largas conversaciones sobre la vida, los sueños y las aspiraciones. Adara se sorprendía de lo fácil que era hablar con María Corina fuera de clase, como si toda la rigidez que la caracterizaba en el aula desapareciera en esos momentos. Sin embargo, ambas eran conscientes de la línea delicada que estaban cruzando, aunque ninguna lo decía en voz alta.

Un viernes por la tarde, después de haber discutido sobre los matices emocionales en las obras de Mark Rothko, María Corina invitó a Adara a un café cercano. El pequeño café de esquina era tranquilo, con paredes de ladrillo expuesto y una luz cálida que creaba un ambiente acogedor. Se sentaron junto a una ventana, desde donde se veía la ciudad vibrando de vida al otro lado del cristal.

-Sabes, Adara -comenzó María Corina, removiendo su café lentamente-, hay algo que siempre me ha fascinado de artistas como Rothko. No es solo la técnica, es su capacidad para transmitir algo más allá de las palabras. Creo que eso es lo que distingue a los grandes artistas... pueden conectarse con las emociones más profundas de las personas sin necesidad de explicarlo. -Hablaba con un tono reflexivo, como si estuviera revelando algo personal.

Adara la observaba, sintiendo la calidez que emanaba de su profesora. No era solo admiración lo que sentía; había algo más profundo, algo que crecía en su interior cada vez que estaban juntas. Y aunque sabía que debía mantenerlo oculto, no podía evitar sentirse cada vez más atraída por ella.

-Eso es precisamente lo que me confunde -respondió Adara con una sonrisa ligera-. Quiero poder sentir eso al ver una obra, pero a veces me parece tan abstracto que no logro conectarlo conmigo misma.

-Eso es lo interesante del arte -dijo María Corina, ahora mirando directamente a Adara-. No siempre se trata de entenderlo, sino de sentirlo. Dejar que te afecte, de una forma u otra.

Hubo un silencio entre ambas. Adara se sintió expuesta por la forma en que María Corina la miraba, como si supiera que no solo estaban hablando de arte. El aire en el café parecía haberse vuelto más denso, y el sonido del bullicio de la calle se desvaneció, dejando solo el eco de sus respiraciones.

-¿Por qué aceptó quedarse después de clase la primera vez? -preguntó Adara de repente, rompiendo el silencio.

María Corina levantó una ceja, sorprendida por la pregunta. Dejó la taza sobre la mesa y se recostó ligeramente en su asiento.

-¿Por qué lo preguntas?

-No lo sé. Solo... siento que ha habido algo más desde el principio -Adara bajó la mirada, jugueteando con el borde de su taza-. A veces parece que no solo soy una alumna más para usted.

María Corina se quedó en silencio, meditando sobre las palabras de Adara. Sabía que, desde el primer momento que había visto a aquella joven extrovertida entrar en su clase, algo se había removido en su interior. Había intentado mantenerse profesional, pero no podía negar que la conexión que sentía con Adara era diferente. Y ahora, escuchándola hablar con tanta sinceridad, no podía seguir fingiendo que no sentía lo mismo.

-Tienes razón -dijo María Corina finalmente, su voz suave pero cargada de significado-. No eres solo una alumna más para mí.

Adara levantó la vista, sorprendida por la respuesta directa. Sus ojos se encontraron y, en ese momento, el aire parecía haberse congelado. Ninguna de las dos sabía qué decir, pero el peso de lo no dicho colgaba entre ellas como una obra abstracta, llena de interpretaciones posibles.

-Pero esto no es sencillo -continuó María Corina, bajando un poco la voz, como si no quisiera que nadie más en el café las escuchara-. Eres mi estudiante. Tengo una responsabilidad contigo, no solo como profesora, sino como alguien que debe guiarte de la manera correcta. Si permitimos que esto se convierta en algo más... podríamos poner en riesgo muchas cosas.

Adara asintió, aunque su corazón se aceleraba. Sabía que lo que sentía por María Corina iba más allá de la admiración académica. Había algo entre ellas que no podía ignorar, algo que la empujaba hacia ella, aun sabiendo las complicaciones que eso traería.

-No quiero que se sienta presionada -dijo Adara finalmente-. Solo quiero ser honesta con lo que siento. Si me pide que mantenga las cosas como están, lo haré. Pero no quiero seguir ignorando lo que está ocurriendo.

María Corina la miró con una mezcla de admiración y preocupación. Adara tenía razón; había algo que estaba ocurriendo entre ellas, algo que había sido inevitable desde el momento en que sus miradas se cruzaron el primer día de clase. Pero también sabía que ceder a esos sentimientos podría traer consecuencias complicadas, tanto para su carrera como para la educación de Adara.

-Necesitamos tiempo para pensar -dijo María Corina, más para sí misma que para Adara-. No quiero tomar decisiones precipitadas. Pero te prometo que lo que siento también es real, y que no estoy ignorando lo que está pasando entre nosotras.

Adara sonrió suavemente, aliviada de escuchar esas palabras. Sabía que no sería fácil, pero al menos ahora ambas estaban en la misma página.

Salieron del café más tarde, caminando juntas bajo las luces de la ciudad. Ninguna dijo nada más sobre lo que habían hablado, pero el peso de la conversación flotaba en el aire. Sabían que algo había cambiado entre ellas, y aunque el futuro seguía siendo incierto, la conexión entre María Corina y Adara se había vuelto más profunda, más fuerte, como una obra de arte que comenzaba a tomar forma en el lienzo de sus vidas.

🎀🎀💗🎀🎀

Disculpen por cambiar todo, pero no me gustaba como estaba quedando la historia 🥲

La profesora-María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora