Capítulo 7

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La noche se extendía, y el silencio en la habitación era interrumpido solo por el pitido regular de los monitores. María Corina se aferró a la mano de Adara, sintiendo cómo su pulso, aunque débil, seguía latiendo. Cada sonido, cada respiración se sentía como una batalla que se libraba en silencio.

Con el paso de las horas, la angustia se transformó en una especie de mantra. María Corina se repetía en su mente todo lo que quería decirle a Adara, lo que aún quedaba por vivir, los sueños que habían compartido. Las palabras no pronunciadas se apilaban en su corazón, y su deseo de que Adara despertara se hacía más fuerte.

Finalmente, cuando la primera luz del amanecer comenzaba a filtrarse por la ventana, María Corina sintió un movimiento en la mano de Adara. Abrió los ojos, sorprendida, y vio que Adara parpadeaba lentamente, intentando orientarse.

—María... —murmuró Adara, su voz apenas un susurro.

Las lágrimas brotaron de los ojos de María Corina, pero esta vez no eran solo de dolor. Eran lágrimas de alivio, de esperanza.

—Estoy aquí, Adara. Estoy aquí contigo —respondió, su voz temblando.

Adara sonrió débilmente, y aunque su rostro estaba pálido, había algo en sus ojos que iluminó la habitación. Era la chispa de vida que María Corina tanto había temido perder.

—¿Qué pasó? —preguntó Adara, esforzándose por recordar.

—Tuviste un accidente, pero estás en el hospital. Los médicos están cuidándote. Tienes que descansar —dijo María Corina, sintiendo cómo el miedo comenzaba a desvanecerse.

—No quiero dejarte... —respondió Adara, su voz cargada de emoción.

María Corina sintió que su corazón se rompía un poco más al escuchar esas palabras.

—No te irás, Adara. No te dejaré ir. Prometo que vamos a salir de esto juntas.

Las horas se convirtieron en días mientras Adara luchaba por recuperarse. María Corina estuvo a su lado, apoyándola en cada pequeño avance. Había momentos difíciles, días en que la tristeza y el miedo parecían abrumar a Adara, pero María Corina siempre estaba allí, recordándole que su amor era más fuerte que cualquier adversidad.

Con el tiempo, Adara comenzó a sanar. Aunque el camino no fue fácil, el proceso de recuperación les permitió fortalecer aún más su conexión. Pasaban horas hablando de lo que harían una vez que todo esto quedara atrás, de cómo se irían de viaje y explorarían nuevos lugares.

Un día, mientras estaban sentadas en el jardín del hospital, Adara miró a María Corina con una expresión seria.

—He tomado una decisión sobre la universidad —dijo, con una voz decidida.

María Corina la miró, su corazón latiendo con anticipación.

—¿Qué has decidido?

—Voy a quedarme. No quiero que la distancia sea una barrera para nosotros. Lo que tenemos es más importante que cualquier lugar.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de María Corina, aliviada y llena de amor.

—Esa es la mejor decisión que podrías tomar. Juntas, podemos enfrentar cualquier cosa.

Adara asintió y la beso, un beso suave pero significativo, sintiéndose más fuerte con cada palabra. Sabía que la vida les deparaba desafíos, pero estaba dispuesta a enfrentarlos junto a María Corina.

Cuando finalmente Adara fue dada de alta, ambas sintieron que un nuevo capítulo comenzaba. La experiencia las había unido de una manera inquebrantable, y aunque sabían que aún habría desafíos por delante, su amor había salido fortalecido de la tormenta.

María Corina y Adara continuaron caminando juntas, no solo por la ciudad, sino por la vida. Habían aprendido a valorar cada instante, cada risa y cada conversación. Y en cada paso que daban, llevaban consigo la certeza de que su amor, aunque probado, era un refugio seguro en el que siempre podían encontrarse.

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Adara si sobrevive 😝🥳🥳

Tenemos Adara y María Corina para bastante tiempo



La profesora-María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora