Capítulo 14

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Los fines de semana en su refugio de la montaña se convirtieron en una tradición para Adara y María Corina. Mientras en la ciudad sus vidas seguían con la rutina de trabajo, estudio y responsabilidades, las montañas eran su escape, el lugar donde podían desconectarse del mundo y simplemente estar juntas. Allí, los días eran más lentos, tranquilos, y cada pequeña tarea, desde cortar leña hasta cocinar juntas, se sentía como un acto de unión.

Una tarde, mientras Adara estaba en el jardín plantando algunas flores que habían traído desde la ciudad, María Corina preparaba su clase de la siguiente semana. Aunque el refugio en las montañas les ofrecía la posibilidad de alejarse, María Corina no podía evitar llevar algo de su trabajo consigo. Le apasionaba enseñar, y con el nuevo semestre acercándose, estaba especialmente concentrada en preparar un curso que significaba mucho para ella.

—¿Estás trabajando de nuevo? —preguntó Adara desde la puerta, con una sonrisa juguetona mientras se limpiaba la tierra de las manos.

María Corina levantó la vista de sus notas y la miró, sonriendo a pesar de estar inmersa en su tarea.

—Solo un poco más. Estoy preparando un curso sobre literatura romántica. Quiero que sea perfecto.

Adara caminó hacia ella y se sentó a su lado, espiando las notas y libros que María Corina tenía esparcidos sobre la mesa.

—Literatura romántica, ¿eh? —dijo con una sonrisa traviesa—. ¿Vas a usar nuestra historia como ejemplo?

María Corina soltó una risa, cerrando el cuaderno y tomando a Adara parasentarla en sus piernas.

—Creo que si contara nuestra historia en clase, los alumnos pensarían que es una novela.

Adara se inclinó y le dio un suave beso.

—Bueno, de cualquier manera, es una historia hermosa.

María Corina asintió, mirando a Adara con esa mezcla de amor y admiración que solo crecía con el tiempo. Adara siempre la sorprendía con su energía y su capacidad para encontrar belleza en las cosas más simples. María Corina, por su parte, sabía que estar con ella había cambiado por completo la forma en que veía el mundo.

—Deberíamos tomarnos un descanso —sugirió Adara, levantándose—. Hay una cascada no muy lejos de aquí. Me dijeron que es increíble. Podemos llevar algo de comida y pasar la tarde allí.

María Corina dudó por un segundo, mirando las páginas que aún faltaban por revisar, pero luego decidió que tenía razón. Ese lugar era su refugio precisamente para momentos como ese, para desconectar y disfrutar del presente.

—Me parece una excelente idea —respondió, cerrando sus libros definitivamente—. Vamos a empacar algo.

Empacaron un pequeño picnic y comenzaron la caminata hacia la cascada. El sendero, aunque empinado en algunos tramos, era hermoso, con árboles altos que formaban una especie de túnel natural. El sonido del agua corriendo se hizo más fuerte a medida que se acercaban, hasta que finalmente llegaron a un claro donde una cascada caía con fuerza sobre un estanque cristalino. El lugar parecía sacado de una postal, y la vista les quitó el aliento.

—Es increíble —susurró Adara, maravillada por la vista.

—Lo es —respondió María Corina, aunque sus ojos estaban fijos en Adara más que en el paisaje.

Decidieron extender una manta cerca del agua y sentarse a disfrutar del sonido relajante de la cascada. Mientras comían y hablaban de todo y de nada, la conversación se desvió hacia el futuro.

—¿Te imaginas lo que estaríamos haciendo si no hubiéramos tomado este camino juntas? —preguntó Adara, mirando el cielo.

María Corina reflexionó por un momento.

—Creo que sería una vida muy diferente —dijo suavemente—. Quizás seguiría atrapada en mi matrimonio, tratando de convencerme de que era feliz. Tú tal vez estarías en otro lugar, con otros planes.

—Es curioso pensar en eso, ¿verdad? —dijo Adara, jugando con una flor que había recogido del suelo—. Cómo nuestras decisiones nos llevan a lugares que nunca imaginamos. A veces siento que todo lo que vivimos antes fue para llevarnos a este punto.

María Corina sonrió y le dio un apretón suave en la mano.

—Creo que tienes razón. Nunca pensé que estaría aquí, en las montañas, con una mujer increíble a mi lado. Pero ahora, no puedo imaginarlo de otra manera.— dijo para mirarla a los ojos

El silencio que siguió fue cómodo, lleno de una paz compartida. Se quedaron allí por horas, simplemente disfrutando de la presencia de la otra, con el sonido de la cascada como banda sonora.

Antes de que se dieran cuenta, el sol comenzó a descender y el cielo se tiñó de colores cálidos. Decidieron regresar a la cabaña antes de que oscureciera, pero ambas sabían que ese día quedaría marcado como uno de esos momentos que guardas para siempre.

Ya de vuelta en la cabaña, mientras la noche caía y el fuego en la chimenea crepitaba, Adara sacó un pequeño cuaderno que había estado guardando.

—Quiero mostrarte algo —dijo, entregándoselo a María Corina.

María Corina lo abrió y vio que estaba lleno de notas, ideas y pequeños dibujos.

—¿Qué es esto? —preguntó con curiosidad.

Adara sonrió, un poco tímida.

—Son ideas para un libro. He estado escribiendo sobre nosotras. Sobre nuestra historia. No sé si algún día lo terminaré, pero quería que lo vieras.

María Corina hojeó las páginas, leyendo algunos fragmentos. Eran recuerdos de su tiempo juntas, desde que se conocieron en la Universidad, el hospital hasta las montañas. La forma en que Adara había plasmado sus momentos era hermosa, sincera y llena de amor.

—Es precioso, Adara —dijo, conmovida—. Deberías terminarlo. Nuestra historia merece ser contada.

Adara sonrió, inclinándose para besarla.

—Lo haré. Y quizás, algún día, otras personas también encuentren en nuestra historia el valor para seguir su propio camino.

Y así, entre risas, amor y proyectos futuros, María Corina y Adara siguieron construyendo su vida juntas. Cada día era una nueva oportunidad para aprender, amar y crecer, sabiendo que su relación, aunque forjada en la adversidad, se había convertido en algo inquebrantable.

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Cap nuevo

La profesora-María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora