Capítulo 18

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Con el paso de los meses, la vida en el campus se volvió más vibrante para María Corina y Adara. Las actividades que organizaban se convirtieron en un punto de encuentro para estudiantes de diversas trayectorias, y la pareja empezó a sentirse cada vez más como un pilar de apoyo para aquellos que enfrentaban sus propios desafíos.

Sin embargo, no todo era sencillo. Aunque la mayoría de sus colegas habían aceptado su relación, había quienes no podían dejar de lado sus prejuicios. Un grupo de profesores, en particular, comenzó a cuestionar la profesionalidad de María Corina, insinuando que su vínculo con Adara podía influir en su trabajo como docente.

Una tarde, mientras revisaba unos exámenes, María Corina se encontró con un mensaje en su correo electrónico que la dejó helada. Era de la dirección de la facultad, solicitando una reunión urgente para discutir “conductas inapropiadas”. Sin perder tiempo, llamó a Adara, y ambas se encontraron en la cafetería para hablar sobre la situación.

—No sé qué pensar, Adara. Este mensaje… —dijo María Corina, con el rostro pálido—. No sé si lo están tomando como un ataque personal o si realmente están preocupados por mi desempeño.

Adara tomó la mano de María Corina, intentando infundirle calma.

—Tú sabes que haces un gran trabajo. No dejes que sus inseguridades te afecten. Quizás están proyectando sus propios miedos en ti.

María Corina asintió, aunque la incertidumbre la invadía. La reunión estaba programada para el día siguiente, y aunque intentó prepararse mentalmente, no podía evitar que la ansiedad se apoderara de ella.

Al día siguiente, se presentó en la oficina de la facultad, donde se encontró con varios de sus colegas, incluidos aquellos que habían cuestionado su relación con Adara. Al entrar, se sintió un poco vulnerable, pero recordó las palabras de apoyo de su pareja y respiró hondo.

El decano, un hombre mayor con una expresión seria, fue el primero en hablar.

—María Corina, hemos estado recibiendo comentarios preocupantes sobre tu comportamiento en el campus, especialmente en relación con tus interacciones con los estudiantes.

Ella se sintió herida, pero mantuvo la calma.

—Si hay algo que he hecho mal, estoy dispuesta a escucharlo. Pero quiero aclarar que mi relación con Adara no afecta mi profesionalismo. Siempre he tratado de ser justa y objetiva con todos mis estudiantes.

Uno de sus colegas, el profesor García, intervino.

—No se trata solo de tu profesionalismo, sino del hecho de que algunos estudiantes se sienten incómodos con la cercanía que muestras hacia Adara. Creemos que esto puede influir en la dinámica de la clase.

"Están celosos"

María Corina sintió cómo su pecho se apretaba ante esa acusación.

—No estoy haciendo nada inapropiado —respondió, su voz firme—. Si algunos estudiantes se sienten incómodos, eso es algo que debemos trabajar en conjunto. No es mi intención hacer que nadie se sienta así.

El decano asintió lentamente.

—Apreciamos tu dedicación, pero necesitamos encontrar un equilibrio que funcione para todos. Quizás sería mejor que te enfoques en otros cursos o que tomes un descanso de tus clases para reevaluar las cosas.

María Corina sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Se le hacía difícil entender por qué estaban haciendo esto, por qué no podían aceptar su relación y la forma en que había impactado positivamente su vida.

—No estoy dispuesta a renunciar a lo que tengo con Adara ni a mis responsabilidades —dijo con firmeza—. Si necesitan que hable con los estudiantes para aclarar las cosas, estoy dispuesta a hacerlo. Pero no voy a sacrificar mi felicidad ni la de ella por el miedo que otros sienten.

La sala se quedó en silencio. Al ver la determinación en los ojos de María Corina, el decano pareció reconsiderar su postura.

—Te escucharemos y tomaremos en cuenta tus palabras. Pero también queremos que consideres cómo esto puede afectar a otros.

Tras la reunión, María Corina salió sintiéndose abrumada pero decidida a no dejar que eso la detuviera. Cuando se encontró con Adara, su primera reacción fue abrazarla con fuerza.

—Lo que me dijeron fue… difícil de escuchar. Pero no voy a dejar que me hagan sentir culpable por ser quien soy o por amarte —dijo María Corina, con lágrimas en los ojos.

Adara, que había estado esperando con ansiedad su regreso, la miró con ternura.

—Eres increíble, Cori. No dejes que nadie te haga dudar de ti misma. Vamos a enfrentarlo juntas, como siempre lo hemos hecho.

María Corina asintió, sintiendo el respaldo de Adara. Juntas decidieron que el siguiente paso era hablar con sus compañeros y los estudiantes. Organizaron un foro abierto en el campus para abordar el tema de la diversidad y la aceptación.

El día del foro, el auditorio estaba lleno de estudiantes y profesores. María Corina, con Adara a su lado, se sintió nerviosa pero decidida. Al abrir la sesión, expuso sus sentimientos y la importancia de la aceptación en la comunidad universitaria.

—Quiero hablar sobre el amor y cómo este no debería ser un motivo de juicio. Todos merecemos ser felices y vivir sin miedo —dijo, sintiendo la energía de la audiencia—. Lo que tengo con Adara no es solo una relación romántica; es una conexión profunda que me ha hecho una mejor persona y, espero, una mejor profesora.

Adara tomó el micrófono, y su voz resonó con firmeza.

—Este espacio debe ser seguro para todos. No podemos permitir que los prejuicios determinen quiénes somos o a quién amamos. Estamos aquí para construir un lugar donde todos se sientan aceptados.

La respuesta del público fue abrumadora. Muchos estudiantes comenzaron a compartir sus propias experiencias y luchas, creando un ambiente de apoyo y solidaridad. Las palabras de María Corina y Adara resonaron, y juntas, lograron iniciar un cambio en la cultura del campus.

Esa noche, mientras regresaban a casa, ambas sintieron una mezcla de alivio y satisfacción.

—Lo hicimos, Cori. Cambiamos algo —dijo Adara, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

—Y lo hicimos juntas —respondió María Corina, tomando su mano—. No sé qué nos depara el futuro, pero sé que mientras estemos juntas, todo será posible.

Adara sonrió, sintiendo que habían dado un paso importante no solo por su relación, sino por la comunidad a la que ambas pertenecían. Con un renovado sentido de propósito, se dirigieron a su hogar, listas para enfrentar cualquier desafío que el futuro les presentara, unidas por el amor y la valentía que habían cultivado a lo largo de su viaje.





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Creo que quedan pocos capítulos para que acabe la historia

Espero y les guste

La profesora-María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora