Capítulo 15

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Los días en la cabaña se convirtieron en una rutina de paz y plenitud para María Corina y Adara, pero la vida en la ciudad no desaparecía del todo. Ambos mundos coexistían, y aunque las montañas les ofrecían una burbuja de calma, sabían que tarde o temprano tendrían que enfrentarse a las realidades que habían dejado atrás. Sin embargo, lo que compartían en ese refugio les daba la fuerza para lidiar con lo que fuera que viniera.

El otoño comenzó a teñir los árboles con tonos rojizos y dorados, y con él, los días se acortaban, volviéndose más fríos. Una mañana, mientras estaban en la cabaña, María Corina recibió una llamada inesperada: Gerardo, su esposo, quien hasta ahora había respetado la distancia, la contactaba después de meses de silencio. Aunque su separación había sido implícita, la conversación que había tenido lugar hacía tiempo nunca había concluido en una decisión formal.

—Tenemos que hablar —dijo Gerardo con voz firme—. No podemos seguir así. Necesito respuestas, María Corina.

María Corina sintió un nudo en el estómago mientras colgaba el teléfono. Sabía que eventualmente llegaría el momento en que tendría que cerrar ese capítulo, pero enfrentarlo era otra cosa. Adara, quien había notado el cambio en su expresión, se acercó.

—¿Qué sucede? —preguntó con suavidad, preocupada.

María Corina respiró hondo, buscando las palabras.

—Es Gerardo. Quiere verme. Creo que finalmente tenemos que terminar con todo esto.

Adara asintió, entendiendo lo que implicaba ese encuentro. Sabía que la relación entre María Corina y Gerardo había estado colgando de un hilo desde hacía mucho tiempo, pero no dejaba de ser doloroso para ambas. Sin embargo, María Corina necesitaba cerrar ese capítulo para que pudieran seguir adelante, libres de cualquier atadura.

—¿Quieres que vaya contigo? —ofreció Adara, siempre lista para apoyar.

—No, creo que es algo que debo hacer sola —respondió María Corina, tomando la mano de Adara y dándole un apretón suave—. Pero gracias. Sé que lo resolveremos.

Dos días después, María Corina se encontró con Gerardo en un café que solían frecuentar cuando estaban recién casados. Era extraño estar allí, con los recuerdos de una relación que alguna vez había sido esperanzadora, ahora envueltos en la incertidumbre de lo que vendría. Gerardo se veía cansado, tal vez desgastado por la falta de respuestas, y ella lo comprendía. Había sido injusto dejarlo en la oscuridad durante tanto tiempo.

—Gracias por venir —dijo él, su tono más suave de lo que esperaba.

—No podía seguir evitándolo —respondió ella, sincera.

Gerardo fue directo al grano, sin rodeos.

—¿Es ella? ¿Adara? Sabía que algo estaba pasando, pero no pensé que fuera esto. Solo necesito saberlo.

María Corina bajó la mirada por un momento, preparándose para darle la respuesta que él necesitaba.

—Sí, es ella. Lo que siento por Adara es real. Sé que te lastimé al no enfrentarlo antes, pero no podía negarlo más. Te mereces la verdad.

Gerardo asintió lentamente, su mandíbula apretada. No estaba enfadado, sino más bien resignado. Quizás, en el fondo, ya lo sabía. No obstante, escuchar esas palabras en voz alta era un golpe duro.

—¿Te das cuenta de lo que has hecho, María Corina? —preguntó, su voz teñida de dolor—. Toda nuestra vida juntos… ¿solo fue una mentira?

—No fue una mentira —respondió ella rápidamente, con el corazón pesado—. Lo que compartimos fue real, pero las cosas cambian. Nunca quise hacerte daño, y me duele que las cosas hayan terminado así. Pero Adara me mostró algo que no sabía que necesitaba. Y no puedo ignorarlo.

El silencio se apoderó de la conversación por unos minutos. Ambos sabían que no había vuelta atrás. Finalmente, Gerardo suspiró profundamente, asintiendo una vez más, como si estuviera aceptando la realidad.

—Entonces, creo que lo mejor es que sigamos adelante con el divorcio —dijo con firmeza, pero sin rencor—. Ambos merecemos empezar de nuevo.

María Corina asintió, sintiéndose aliviada y triste al mismo tiempo. Sabía que era lo correcto, pero no dejaba de ser el fin de un capítulo importante de su vida.

—Gracias por entender —susurró.

Con la conversación concluida, se despidieron de forma civilizada. No hubo grandes explosiones de emociones ni escenas dramáticas. Era el cierre de una etapa, con la aceptación de que la vida a veces toma rumbos inesperados.

Cuando María Corina volvió a la cabaña, encontró a Adara esperándola en la puerta, con una expresión que mezclaba preocupación y esperanza. Sin decir una palabra, María Corina la abrazó, sintiendo que el peso que había cargado durante tanto tiempo finalmente comenzaba a desaparecer.

—¿Cómo te fue? —preguntó Adara en un susurro, acariciándole el cabello.

—Ya está hecho —respondió María Corina, dejando escapar un suspiro largo—. Vamos a divorciarnos. Fue… más difícil de lo que pensaba, pero también me siento aliviada. Ahora podemos seguir adelante.

Adara la miró a los ojos, buscando cualquier rastro de duda, pero no encontró nada más que determinación.

—Estoy orgullosa de ti —dijo, tomando sus manos—. Sé que no fue fácil.

María Corina sonrió, sintiéndose más ligera que nunca.

—Gracias. Ahora, solo quiero mirar hacia adelante, contigo.—dijo para darle un corto beso en los labios

Las dos se abrazaron bajo el cielo estrellado de las montañas, sabiendo que, aunque los desafíos aún podían estar por delante, el futuro que construirían juntas era más brillante y más libre de lo que jamás habían imaginado.

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Será que la historia esta llegando a su final??
Espero y les guste el cap

La profesora-María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora