Capítulo 3

47 13 13
                                    

Después de aquella conversación en el café, las cosas entre María Corina y Adara se volvieron más intensas, aunque ambas intentaban mantener la compostura dentro de la universidad. En clase, María Corina seguía siendo la profesora seria y exigente, pero Adara notaba pequeños gestos que antes no había percibido: una mirada más larga de lo habitual, una sonrisa apenas perceptible cuando discutían algún tema que solo ellas parecían entender en su totalidad.

El semestre avanzaba, y con cada día que pasaba, la tensión entre ellas crecía. Ninguna había vuelto a hablar directamente sobre lo que ocurrió aquella tarde, pero ambas sabían que su relación había cruzado un límite invisible. El desafío ahora era encontrar el equilibrio entre la realidad de su situación y lo que sentían la una por la otra.

Una tarde, mientras revisaba sus notas para una próxima presentación, Adara recibió un mensaje inesperado en su teléfono. Era de María Corina.

“Podríamos reunirnos esta tarde para revisar tu proyecto. Si estás libre, te espero en mi oficina a las 6.”

El corazón de Adara dio un vuelco. Aunque sabía que aquello podría ser solo una reunión académica, la tensión subyacente entre ellas hacía que cualquier interacción tuviera un doble significado. Se apresuró a prepararse y caminó hacia la oficina de María Corina con una mezcla de nerviosismo y anticipación.

Al llegar, la puerta de la oficina estaba entreabierta, y Adara tocó suavemente antes de entrar. María Corina levantó la vista de los documentos que estaba revisando, y le ofreció una pequeña sonrisa.

—Adelante, Adara. Siéntate.

Adara se sentó frente al escritorio, intentando mantener la compostura mientras sentía que su corazón latía con fuerza. María Corina, por su parte, parecía más relajada, aunque había una tensión sutil en el aire.

—Quería hablar contigo sobre tu proyecto final —comenzó María Corina, colocando los papeles a un lado—. He notado que has estado haciendo avances interesantes, pero hay algunos puntos que me gustaría discutir.

Mientras hablaba, Adara la escuchaba atentamente, aunque su mente no podía dejar de divagar. La cercanía entre ambas, la intimidad del espacio cerrado, y el hecho de que ahora estaban solas, sin el marco protector de la clase, hacía que todo pareciera más cargado de significado.

—Adara, ¿estás escuchando? —preguntó María Corina, notando la distracción en su alumna.

Adara parpadeó, volviendo a la realidad, y asintió rápidamente.

—Lo siento, profesora. Estaba pensando en algo que dijo sobre la importancia de la emoción en las obras, y creo que me perdí un poco en eso.

María Corina se recostó en su silla y la miró con una sonrisa suave, aunque en sus ojos había algo más. Algo que también estaba luchando por contener.

—Es fácil perderse en los detalles cuando se trata de arte. Es un reflejo de cómo, a veces, nos perdemos en nuestros propios sentimientos, ¿no crees?

El comentario, aunque aparentemente inocente, resonó de manera diferente en ambas. María Corina se levantó de su asiento y caminó hacia la ventana, mirando hacia el campus vacío. La luz del atardecer entraba suavemente por la ventana, bañando la oficina en un resplandor dorado.

—Adara —comenzó, sin mirarla—. He estado pensando en lo que hablamos aquella vez. Lo que siento no ha cambiado, pero estoy empezando a darme cuenta de que no podemos seguir ignorando esto.

Adara se quedó en silencio, esperando que María Corina continuara. Sabía que lo que venía no sería fácil, pero también sabía que necesitaban hablarlo.

—Estoy en una posición de poder sobre ti. Soy tu profesora, y aunque mis sentimientos hacia ti son reales, no puedo actuar de manera irresponsable —María Corina se giró para mirarla, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y determinación—. No quiero hacerte daño, ni quiero comprometer tu futuro, o el mío.

Adara sintió un nudo en el estómago. Sabía que lo que decía María Corina tenía sentido, pero no podía evitar sentir un profundo dolor al pensar en la posibilidad de que esa conexión que habían estado construyendo se desvaneciera.

—Entiendo lo que dice —respondió Adara, con la voz un poco quebrada—. Pero lo que siento por usted es real, y no sé cómo apartar esos sentimientos. No quiero perderla, pero tampoco quiero que esto nos haga daño a ninguna de las dos.

María Corina caminó de regreso al escritorio, y se sentó frente a ella, más cerca esta vez. La tensión era palpable. Extendió la mano y, por primera vez, rozó la mano de Adara. Fue un gesto suave, casi imperceptible, pero suficiente para que ambas sintieran una descarga eléctrica.

—No te estoy pidiendo que apartes esos sentimientos —dijo en un susurro—. Solo que esperemos. El semestre está por terminar, y cuando ya no seas mi estudiante, podremos decidir sin la presión de nuestras circunstancias actuales.

Adara sostuvo la mirada de María Corina, sintiendo el calor de su mano sobre la suya. Aunque la incertidumbre seguía presente, en ese momento supo que María Corina tenía razón. Necesitaban tiempo. Tiempo para resolver lo que sentían, para ver si esa conexión era lo suficientemente fuerte como para superar las dificultades.

—Esperaremos entonces —dijo Adara con firmeza, aunque en su interior todo estaba revuelto—. Pero no quiero que esto termine aquí.

María Corina sonrió suavemente, retirando su mano con delicadeza.

—No terminará aquí, te lo prometo.

Con esa promesa sellada en el aire, Adara se levantó para irse, sabiendo que su relación con María Corina estaba en un punto de no retorno. No sabían lo que el futuro les depararía, pero ambas estaban dispuestas a esperar, a dar tiempo para que sus sentimientos maduraran y, tal vez, florecieran en algo más grande, cuando las circunstancias fueran las adecuadas.

🦋🦋🌷🦋🦋

Esperemos que el semestre termine rápido🥲

La profesora-María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora