Capítulo 21

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Con el tiempo, la vida de María Corina y Adara comenzó a normalizarse nuevamente. A medida que María se recuperaba, ambas se dedicaron a fortalecer su relación y a apreciar los momentos simples. Sin embargo, el impacto del accidente permanecía en su mente, recordándoles que la vida era frágil y que cada día debía ser vivido al máximo.

Una mañana, mientras estaban sentadas en la cocina tomando café, Adara se atrevió a proponer algo que había estado considerando.

—¿Qué te parece si hacemos una escapada de fin de semana? Solo tú y yo. Podríamos ir a la cabaña en la montaña —sugirió, con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo.

María Corina sonrió, sintiéndose emocionada ante la idea.

—Suena perfecto. Creo que ambas necesitamos un poco de aire fresco y un cambio de escenario. Además, me vendría bien un poco de tiempo en la naturaleza para despejar la mente —respondió, sintiendo que la idea de escapar les traería una renovación.

Poco después, comenzaron a planear su viaje. Empacaron sus cosas y prepararon un itinerario lleno de caminatas, fogatas y noches bajo las estrellas. Mientras se preparaban, la energía entre ellas era palpable, como si cada momento juntas las uniera aún más.

El día del viaje llegó, y con él una mezcla de emoción y expectativa. Conducir hasta la cabaña era un viaje familiar para ambas, pero esta vez tenía un significado diferente. Cuando finalmente llegaron y vieron la cabaña rodeada de árboles y montañas, sus corazones se llenaron de felicidad.

—Estamos aquí —exclamó Adara, bajando del auto y estirando los brazos, como si quisiera abarcar toda la belleza que la rodeaba.

María Corina rió, sintiendo cómo la tensión de la vida cotidiana se desvanecía. Juntas, comenzaron a desempacar y a acomodar sus cosas en la cabaña. Luego, decidieron explorar los senderos que rodeaban el lugar.

A medida que caminaban por el bosque, Adara se detuvo para contemplar la belleza a su alrededor.

—Es hermoso aquí —dijo, mirando a María Corina—. Me alegra que hayamos decidido venir.

—Yo también. A veces, necesitamos un poco de distancia para recordar lo que realmente importa —respondió María, tomando la mano de Adara con cariño.

Pasaron el día caminando, riendo y disfrutando de la compañía mutua. Al caer la noche, se sentaron alrededor de una fogata, compartiendo historias y sueños bajo el cielo estrellado. Adara miró a María Corina, admirando la forma en que las llamas iluminaban su rostro.

—Nunca pensé que podría sentirme tan libre y feliz después de todo lo que hemos pasado —dijo Adara, sintiendo una oleada de gratitud.

—Es porque estamos juntas. Este amor nos da fuerza —respondió María, su voz llena de calidez.

A medida que las llamas crepitaban y el frío de la noche comenzaba a instalarse, ambas se acurrucaron bajo una manta, sintiendo la seguridad que les brindaba su conexión. En ese momento, María Corina se dio cuenta de que no solo estaban escapando de la vida, sino que estaban construyendo algo nuevo.

Sin embargo, el segundo día del viaje trajo consigo un inesperado giro. Mientras exploraban una de las rutas de senderismo más desafiantes, María Corina resbaló en un tramo empinado y cayó, torciéndose el tobillo.

—¡María! —gritó Adara, corriendo hacia ella. El pánico se apoderó de su corazón al ver a su amada en el suelo, incapaz de levantarse.

—Creo que me torcí el tobillo... —murmuró María, intentando mantener la calma a pesar del dolor.

Adara se arrodilló junto a ella, evaluando la situación.

—No te muevas. Voy a buscar ayuda —dijo, sintiendo que su pecho se apretaba.

María la miró, reconociendo la preocupación en sus ojos.

—Es solo un esguince. No es nada grave, pero creo que debería descansar un poco —respondió, tratando de tranquilizarla.

Adara dudó, pero sabía que no podía dejar a María sola. Decidió ayudarla a levantarse, apoyándola para que no pusiera peso en el tobillo lesionado. Juntas, lograron hacer el camino de regreso a la cabaña, aunque con gran esfuerzo.

Una vez allí, Adara buscó hielo y una venda para cuidar del tobillo de María. Pasaron la tarde en la cabaña, donde Adara se convirtió en la cuidadora de su amada, haciendo todo lo posible para que estuviera cómoda.

—Lo siento tanto. No quería que esto arruinara nuestro viaje —dijo María, sintiéndose culpable.

Adara le sonrió con ternura.

—No tienes que disculparte. Esto es solo un pequeño obstáculo, y lo superaremos juntas —respondió, sintiendo que la adversidad solo fortalecía su vínculo.

Esa noche, mientras se acurrucaban en el sofá, Adara le prometió a María que lo que había pasado no cambiaría la belleza de su escapada. La vida estaba llena de sorpresas, y aunque a veces estas podían ser dolorosas, siempre tendrían la oportunidad de crecer juntas.

María Corina se sintió agradecida por la fortaleza de Adara y su amor inquebrantable. Supo que, sin importar los desafíos que enfrentaran, lo que realmente importaba era su conexión y la valentía para seguir adelante, siempre una al lado de la otra.

Finalmente, tras unos días de descanso, María Corina se sintió lista para regresar a casa. A pesar del dolor, su espíritu estaba renovado. Habían aprendido a valorar cada momento, incluso los difíciles. Al mirar a Adara, su corazón se llenó de amor.

—Gracias por estar aquí conmigo, incluso cuando las cosas no salen como planeamos —dijo María, sintiendo una profunda conexión.

—Siempre estaré a tu lado, sin importar lo que pase. Juntas, somos imparables —respondió Adara, sintiendo que su amor era más fuerte que cualquier obstáculo.

Y así, con el corazón lleno de esperanza y amor, comenzaron el camino de regreso a casa, listas para enfrentar lo que la vida les deparara.

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Pido disculpas por actualizar hasta ahora, pero estuve todo el día en el hospital.
Disfruten el cap.
L@s amo
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La profesora-María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora