Capítulo 23

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Las semanas posteriores a la graduación de Adara fueron un torbellino de emociones. Ambas estaban más unidas que nunca, pero también enfrentaban la incertidumbre que traía el futuro. Adara, llena de entusiasmo, comenzó a investigar programas de posgrado, mientras María se sumergía en su trabajo y en la preparación de proyectos académicos.

Un día, mientras estaban en la cocina preparando la cena, Adara hizo una pausa y miró a María con una expresión de determinación.

—He estado pensando en lo que quiero hacer con mi vida profesional, y creo que quiero enfocarme en la educación inclusiva. Quiero ayudar a estudiantes que, como yo, enfrentan desafíos en su aprendizaje —dijo, sintiéndose emocionada por la idea.

María, mientras cortaba verduras, la miró con admiración.

—Eso suena increíble. Tienes tanto que ofrecer, y esa pasión es lo que hace la diferencia. ¿Ya tienes en mente algunas universidades? —preguntó, animando a Adara a seguir adelante.

—Sí, hay un par que ofrecen programas especializados. Quiero investigar más sobre sus enfoques y ver cuál se alinea mejor con mi visión —respondió Adara, sintiendo cómo su corazón se llenaba de posibilidades.

Las noches siguientes se llenaron de largas conversaciones sobre el futuro, metas y sueños. Adara se sumergía en la investigación mientras María la apoyaba, incluso ayudándole a preparar las solicitudes. Pero, a medida que se acercaba la fecha límite, la presión comenzó a hacer mella en Adara.

Una tarde, mientras revisaba uno de sus ensayos, sintió un nudo en el estómago. Se levantó de la mesa, inquieta, y comenzó a caminar de un lado a otro.

—¿Adara, estás bien? —preguntó María, levantando la vista de su libro.

—No sé si soy lo suficientemente buena para esto. ¿Y si no me aceptan en ninguna parte? —confesó Adara, sintiendo que la inseguridad la invadía.

María se acercó y la tomó de la mano.

—Eres más que suficiente. Has trabajado muy duro, y esto es solo el comienzo. No te compares con los demás, solo enfócate en lo que puedes ofrecer —dijo, su voz llena de apoyo.

Adara sintió que las palabras de María la calmaban, aunque las dudas seguían latentes. Pero decidió seguir adelante, y con el tiempo, presentó sus solicitudes con nerviosismo y esperanza.

El día de las respuestas llegó, y Adara estaba ansiosa. María decidió sorprenderla organizando una pequeña celebración, independientemente del resultado.

—Voy a preparar tu platillo favorito y luego haremos una videollamada con mis padres para compartir el momento —anunció María, emocionada.

Cuando todo estuvo listo, Adara entró a la cocina, todavía inquieta.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, viendo los ingredientes esparcidos por la mesa.

—¡Celebrando! No importa lo que pase, hoy es un día para recordar tus esfuerzos —dijo María, robandole un beso.

A medida que pasaba la noche, el ambiente se llenó de risas, y la cena se convirtió en una oportunidad para compartir anécdotas y sueños.

Finalmente, el momento de recibir las respuestas llegó. Adara se sentó frente a su computadora, con el corazón latiendo aceleradamente.

—Aquí vamos —murmuró mientras hacía clic en la notificación de un³a de las universidades.

Los segundos se sintieron como horas. Cuando la página se cargó, sus ojos se iluminaron.

—¡Me aceptaron! —exclamó, cubriéndose la boca con ambas manos.

María corrió hacia ella, envuelta en entusiasmo.

—¡Lo sabía! Te lo dije, eres increíble —gritó, abrazando a Adara con fuerza.

Adara sintió que la felicidad la invadía, y las lágrimas de alegría comenzaron a brotar de sus ojos.

—No puedo creerlo... ¡Esto es real! —dijo, sintiendo una mezcla de alivio y emoción.

La celebración continuó con risas, brindis y abrazos. Sin embargo, mientras la alegría reinaba en la casa, María también sentía una pequeña inquietud en su interior. Estaba feliz por Adara, pero también sabía que este nuevo camino significaría cambios en su relación y en su dinámica diaria.

A medida que Adara se preparaba para comenzar su posgrado, las semanas pasaron rápidamente. Ambas hicieron lo posible por disfrutar cada momento juntas, aunque las responsabilidades y las nuevas exigencias comenzaban a tomar su tiempo. Adara se enfocaba en sus estudios, mientras María se ocupaba de sus proyectos y clases. Sin embargo, las noches se convirtieron en su espacio sagrado para reconectar y compartir.

Un día, mientras estaban sentadas en el sofá, María se volvió hacia Adara, sintiendo que era necesario hablar.

—Adara, estoy tan orgullosa de ti y de todo lo que has logrado. Pero también quiero asegurarme de que no perdamos lo que tenemos —dijo, un poco nerviosa.

—¿A qué te refieres? —preguntó Adara, sintiendo un leve nudo en el estómago.

—Solo... con todo lo que está sucediendo, quiero que sigamos siendo un equipo. Tu carrera está despegando y eso es maravilloso, pero quiero que no olvidemos lo que construimos juntas —respondió María, consciente de la carga emocional que esas palabras traían.

Adara sintió una punzada de preocupación, pero sonrió.

—No te preocupes. Eres una parte fundamental de mi vida. Aunque la universidad me ocupe, siempre habrá tiempo para nosotras. Solo necesito que me sigas apoyando, como siempre lo has hecho —respondió, deseando calmar las inquietudes de María.

María asintió, sintiendo una mezcla de alivio y alegría. Sin embargo, sabía que sería crucial encontrar el equilibrio entre sus caminos individuales y su relación.

Con el inicio de la universidad a la vista, ambas decidieron hacer una escapada corta a la playa para recargar energías y disfrutar de la última parte del verano. El viaje se convirtió en un tiempo sagrado para ellas, una oportunidad de desconectar y reafirmar su amor antes de las nuevas etapas que se avecinaban.

Durante esos días en la playa, el sol brillaba y las olas rompían suavemente en la orilla. Pasaban las mañanas nadando y las tardes explorando las pequeñas tiendas locales. Las noches estaban llenas de conversaciones profundas y risas, creando recuerdos que atesorarían por siempre.

Una noche, mientras estaban sentadas en la arena, mirando las estrellas, Adara tomó la mano de María.

—Quiero que sepas que eres mi motivación. Sin ti, no sé si habría tenido la valentía de seguir adelante con mis sueños —dijo, mirando a los ojos de María.

—Y tú eres mi inspiración, Adara. Este amor que tenemos es lo que me impulsa a seguir creciendo —respondió María, apretando su mano con ternura, sellando el momento con un pequeño beso.

Con el corazón lleno de amor y esperanza, ambas miraron al horizonte, listas para enfrentar cualquier desafío que la vida les presentara, sabiendo que su conexión siempre sería su mayor fortaleza. Así, con la promesa de un futuro brillante y lleno de posibilidades, se prepararon para regresar a casa, listas para lo que viniera.

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Cap listo.
Ya se acerca el final de la historia.
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La profesora-María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora