Capítulo III

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Hanna despertó en la comodidad de una cama, pero al abrir los ojos toda comodidad se fue al darse cuenta que estaba en una habitación la cual nunca había visto en su vida, no tenía idea de cómo había llegado a parar ahí, lo único de lo que si se estaba consciente era de un fuerte dolor en la cabeza. Hanna se sentó y vio una luz desde una ventana cercana cubierta por cortinas, con un poco de dificultad Hanna se puso de pie y logro abrir las cortinas dejando que la poca luz entre a la oscura habitación, vio que era de noche, la luz nocturna de la luna y las estrella iluminaban parte de la habitación, cerca de la ventana encontró unas velas junto a una caja de cerillas y las encendió, ya con las velas encendidas se percató de que tenía la pierna vendada y sintió un dolor tras tocar su pierna.

-Carbín, Carbín -Hanna comenzó a llamar a Carbín- ¿Dónde estás Carbín?

Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Hanna al no recibir respuesta de Carbín, Hanna se puso alerta al no encontrar ni un rastro de su Halcón acompañante. Pero en toda la oscuridad de la habitación Hanna vio una puerta y con gran valor decidió salir a investigar lo que podía hallar detrás de la puerta. Al salir de la habitación Hanna escuchó una conversación, que provenía de unas escaleras.

-Eso mismo le habría dicho yo.

-Si, hay veces que una decisión puede valer caro.

Era la voz de Carbín, pero Hanna no reconocía de quien era la otra voz. Con el dolor que sentía en su pierna recorrió el pasillo ignorando las demás puertas a su alrededor hasta llegar unas escaleras por donde la luz subía. Hanna bajó por las escaleras y la luz se intensificaban cada vez más, al acercarse al origen de la luz logró ver dos sombras, una era la sombra de un halcón perteneciente a Carbín y la otra de una persona que por lo que veía tenía, ¿orejas de lobo? Seguía bajando pero por el dolor de su pierna se detuvo un rato, en ese punto ya la luz la cubría también a ella y vio que no solo tenía la pierna con vendas, sino también su brazo estaba vendado y su cabeza igual, Hanna pensó que quizás estaban en la casa del guardabosques, saliendo de ese pensamiento Hanna con un último esfuerzo llegó al final de las escaleras y por fin logro ver de dónde provenía la luz, esta provenía de varias lámparas de vela colgadas en las paredes de un sala, misma en la que estaban Carbín y al chico de la máscara de lobo conversando como si fueran amigos de toda la vida, Hanna estaba intentado recordar cómo había terminada todas las heridas que tenía. Acercándose al sitio donde estaban Carbín y el enmascarado, Hanna con el malestar de su pierna perdió el equilibrio y cayó, el enmascarado se acercó y la ayudó a levantarse.

-No deberías hacer mucho esfuerzo -el muchacho de la máscara hablo con una voz tranquila- ven siéntate con nosotros.

Hanna se sonrojo al recibir la ayuda del muchacho, miro su máscara y a través de la máscara vio unos hermosos ojos almendrados de color café, quito con rapidez la mirada, alejo bruscamente al chico de ella y se sostuvo por si sola.

- ¿Quién te crees que eres? -Hanna se molestó- suéltame, yo puedo sola.

El enmascarado no dijo nada, solo vio cómo se acercaba a Carbín.

- ¡Hanna! -hablo Carbín con un tono de voz algo chistoso- al fin te levantas ven y únete.

-Carbín acaso ¿estás bebiendo? -Hanna se sentó a su lado.

-Ven sírvete querida -Carbín estaba borracho, pero con toda la naturalidad del mundo le ofreció un vaso a Hanna.

Hanna recibió el vaso y olió el contenido de este dándose cuenta de que este contenía vino -esto es vino - dijo Hanna tomando tono molesto, viendo como Carbín agarraba un vaso con las alas como si tuviera mano -Carbín estás borracho.

-No estoy borracho -Carbín si estaba borracho.

- ¡Puaj! Apestas a vino y a carbón -Hanna se alejó de la mesa.

El HADA, EL LOBO Y LA DAMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora