Capítulo 13: A la luz

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Habían transcurrido un par de días; Penélope seguía recibiendo el cortejo de Sam, le enviaba flores y paseaba con ella en Hyde Park; él se había prometido ser el atento marido que Penélope esperaba en su idílico mundo. Las intenciones eran claras; debía existir un heredero al título, sin embargo, Sam se oponía a la idea de forzarla a hacer algo que no deseaba o de lo que participara prácticamente obligada por la norma social, él sabía cuál era su obligación, pero no estaba dispuesto a solo pedírselo y ya; por eso habló con ella unas noches antes, con la esperanza de que ella entendiera la importancia de la situación y conocer su punto de vista y no le sorprendió su reacción. Fue cuidadoso con sus palabras, pero eso no evito que notara la cara de consternación que mantenía desde que había entrado en la habitación; la noto alterada y pensó en que haberle hecho la propuesta esa noche había sido muy impropio de su parte cuando la relación de ellos se basaba en solo amistosas y profundas conversaciones sin llegar a un plano romántico.

Por eso había decidido que lo mejor era mostrarle esa dulzura y cortejo galante que toda joven y esposa ansia de su pareja, al menos así se sentiría menos culpable por su conversación de esa noche. Se propuso no insistir, aunque eso significara que se iría sin haberla desposado como era debido, lo cual aseguraba que no habría un heredero dentro de poco, pero al menos esperaba haber sido lo más galante posible para que ella le respondiera algunas cartas antes de que su destino tan inhóspito le hiciera imposible llegar las misivas.

El pasado de Sam se cernía sobre él como una sombra cuando pensaba en el cortejo a Penélope y en explorar ese lado romántico; lo había mantenido en pausa, refundido en sus deberes como Lord y en su pasión por la naturaleza. En parte le temía a volver a tener esa clase de sentimientos, pero sabía muy bien que esa clase de cosas eran las que más añoraba su esposa y él estaba dispuesto a complacerla si eso lo acercaba tan sólo un poco a sus deberes.

Una tarde de esa semana, Penélope estaba en su nuevo estudio; sentada en el escritorio de madera oscura, grande y suficientemente cómodo para esparcir los pergaminos con sus escritos y dejar espacio para colocar el nuevo libro que estaba comenzando a leer.

Cómo Eloise había prometido, salieron juntas a la librería para llenar los estantes con los más nuevos ejemplares; ese día fue muy feliz, estaba tan entusiasmada que compró nuevas plumas y pergaminos en compañía de Eloise, quién parecía haber hecho las paces con Whistledown, mostrando esa admiración sobre su trabajo y pidiéndole o suplicándole acompañarla a la editorial; a palabras de la propia Eloise, serían socias del chisme, recolectando información en cada baile, "si una podía enterarse de los mejores sucesos, con dos en el trabajo lograrían acaparar toda la velada".

Penélope se maravilló con la idea y no dudó en reírse con la actitud tan participativa de su amiga; recordó muy bien su cara de emoción y efusividad cuando sostenía una pluma entre sus dedos, la misma que tenía Penélope sobre el escritorio esa tarde.

De pronto Rae apareció en el estudio, anunciando la visita de alguien; lo cual no le pareció extraño dado que su madre iría esa tarde para comer junto a ella; Portia amaba la casa de Penélope y sus visitas daban fe y validación sobre ello, por lo que no había nada de particular que llegara antes de la hora acordada. Pen le agradeció al ama de llaves y le indicó que podría pasar al estudio donde se encontraba, al final de cuentas era su madre y no había necesidad de hacerla pasar al salón formal para las visitas; pero algo en el rostro de Rae cambió cuando recibió la orden, había duda formada en ese fruncido ceño, sin embargo, se limitó a acatar la orden en silencio, abandonando la sala.

Para desagradable sorpresa, una rubia muy conocida por ella estaba delante suyo; su rostro era una implacable sonrisa de burla y los mismos ojos altivos que siempre le regalaba en cada oportunidad que tenía. Por costumbre, había apilado los pergaminos y guardado las plumas al momento en que Cressida se apareció en la entrada del estudio, atrapando a Penélope en el momento justo en que terminaba de colocar un libro sobre los pergaminos.

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