—Deberías irte a descansar Colin —susurró Penélope, tratando de no despertar a su hija que se mecía en los brazos de ella—. Haz hecho mucho por nosotras hoy, y el tratamiento del médico para estar funcionando.
Colin la miraba desde su lugar, una silla mecedora que se ubica en la esquina de la habitación, cerca de la ventana donde podía ver que la luz del sol inundaba la habitación del dorado más precioso.
Colin había estado a su lado en todo momento. Cuando el médico llegó y comenzó a examinar a la pequeña Agatha, él tomó la mano de Penélope, sosteniéndola con firmeza, como si pudiera transmitirle la tranquilidad que ella necesitaba. Había permanecido de pie durante horas, observando cada movimiento, mientras Victoria y Penélope se turnaban para colocar paños húmedos sobre la frente febril de la bebé. A cada momento, Penélope encontraba en su mirada y en su silencio una promesa muda: no estás sola.
Ahora, finalmente sentado en la mecedora junto a la ventana, Colin parecía ceder un poco al agotamiento que lo envolvía. Su saco descansaba desordenado sobre el respaldo, y las mangas de su camisa, enrolladas hasta los codos, dejaban entrever el esfuerzo que había puesto en cada instante. A pesar de su aspecto relajado, su mirada seguía fija en Penélope y Agatha, como si vigilarlas fuera su única prioridad.
Sin embargo, en su expresión no había señales de relajación. Sus ojos seguían fijos en Penélope y en la pequeña Agatha, un calor embriago su corazón, rebosándolo con ternura al ver a Penélope meciendo a su hija a la luz del atardecer; su cabello rojo era una cascada de fuego que decencia por uno de sus hombros, pudo notar como su hija era bendecida por ese mismo tono que el de su madre, y ese hecho, verlas a ambas tan parecidas, en un momento tan íntimo, lo hizo sentirse como en casa.
Quizás no debería sentirse tan conectado con este momento. Agatha no era su hija, y Penélope no era su esposa, pero algo en esa escena lo hacía desear pertenecer allí. Era un anhelo que no podía ignorar, aunque sabía que no era del todo correcto. Penélope mecía a Agatha con movimientos suaves, pero Colin notó cómo sus párpados parecían pesarle. Había algo desgastado en su postura, en la forma en que su respiración se ralentizaba cada tanto, como si intentara recuperar fuerzas.
—No estoy tan cansado —Colin se puso de pie, cruzando la habitación con pasos lentos hasta estar frente a ella. Sus ojos se suavizaron al mirar a la bebé, que ahora dormía plácidamente en los brazos de su madre, su pequeño pecho subiendo y bajando con un ritmo tranquilo. — además te he prometido no dejarte sola.
Le sonrió, una sonrisa cálida se extendía por su rostro y ella solo pudo murmurar un agradecimiento. Pasó el dorso de su mano por la mejilla de Agatha, con tanta delicadeza, como si fuera una delicada pluma.
—Estas agotado —insistió, aunque sin la fuerza suficiente para sonar convincente. — Y no hay necesidad de que te quedes. Agatha está mejor, gracias a ti.
—Pero puedo quedarme —protestó suavemente, intercambiando su mirada entre Penélope y Agatha— pero no es solo eso, yo deseo quedarme. —Su voz se volvió sería un momento, su mirada se oscureció en los ojos de ella.
Apenas los separaban los escasos centímetro que había entre la bebe y ellos; todo en la escena estaba cargado por una intimidad hogareña.
Penélope lo observó por un instante, notando la seriedad en sus ojos, esa determinación que hacía difícil rechazarlo. La voz de Colin no era un simple ofrecimiento; era una promesa, de no apartarse de su lado.
—Creo que no existen suficientes agradecimientos para expresar lo que has hecho hoy —musitó finalmente, esbozando una leve sonrisa.
—No he hecho mucho —respondió Colin, mirando a Agatha con una mezcla de timidez y orgullo.
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Romacing Lady Debling
FanficColin Bridgerton no llega a tiempo al baile; mientras que Penélope Featherington se compromete con Lord Debling. ¿Qué ocurrirá ahora con una Penélope comprometida y un Colin que ha reconocido sus sentimientos por la menor de las Featherington?