Elisabeth caminaba por el pasillo del instituto con una sensación de ligereza que no había experimentado antes. Todo parecía haber cambiado desde su conversación con Ethan en la biblioteca. Habían acordado, sin decirlo en voz alta, que lo suyo ya no era una simple rivalidad. Y aunque el miedo al cambio aún la rondaba, también había un nuevo sentido de anticipación que la hacía sonreír sin razón aparente.
A lo largo de la semana, los rumores sobre ellos dos comenzaron a correr entre los estudiantes. Las miradas curiosas en los pasillos y los susurros a su alrededor no tardaron en aparecer. Elisabeth siempre había sido el centro de atención, pero ahora lo era por una razón completamente diferente. Y eso, aunque incómodo al principio, también le hacía gracia. La chica que había pasado años compitiendo con Ethan ahora estaba cruzando esa delgada línea hacia algo más, algo que sus compañeros parecían no comprender del todo.
Una mañana, mientras Elisabeth se preparaba para entrar a su clase de matemáticas, escuchó un grupo de chicas hablando a unos pasos de distancia.
—¿Viste cómo Ethan estaba con Elisabeth el otro día? Nunca lo había visto tan... tranquilo —comentó una, en tono casi escéptico.
—Sí, es raro. Siempre se estaban peleando. Es como si de repente fueran... una pareja —añadió otra, entre risas.
Elisabeth sonrió para sí misma, divertida por lo poco que los demás entendían de lo que estaba sucediendo entre ella y Ethan. Al fin y al cabo, ni ella misma sabía con exactitud qué eran ahora. Lo que sí sabía era que le gustaba estar con él, más de lo que había admitido hasta hacía poco.
De repente, sintió una presencia familiar a su lado. Ethan apareció, con su típica sonrisa confiada, y se inclinó hacia ella.
—¿De qué te ríes? —le preguntó en voz baja.
—De la vida social del instituto, aparentemente fascinada con nuestras vidas —respondió Elisabeth, rodando los ojos, aunque su tono tenía una pizca de diversión.
Ethan se encogió de hombros.
—Es lógico. Después de todo, les hemos dado años de entretenimiento —dijo, antes de añadir en tono más suave—. Pero no me importa lo que digan. Lo que importa es lo que tú pienses.
Esa última frase la tomó por sorpresa. ¿Desde cuándo Ethan era tan abierto con sus sentimientos? Había momentos en los que el cambio en él la descolocaba, pero también la hacía admirarlo más. Era como si, en medio de su evolución, ambos estuvieran descubriendo nuevas facetas, no solo del otro, sino de ellos mismos.
—Sabes que nunca me ha importado lo que piensen los demás —respondió ella, alzando una ceja—. Lo que me importa es que esto funcione. Aunque no tengo ni idea de cómo hacerlo.
Ethan la miró por un segundo, evaluando su respuesta, y luego soltó una risa tranquila.
—¿Quién lo sabe? —dijo, encogiéndose de hombros—. Creo que lo único que podemos hacer es ver qué pasa. Paso a paso, ¿no?
Elisabeth asintió, reconociendo que no había un manual para navegar lo que estaban viviendo. Todo era nuevo, y sí, daba miedo. Pero también era emocionante.
Un par de semanas después, el instituto organizó el baile de primavera, un evento que, para Elisabeth, siempre había sido solo una excusa más para que todos se vistieran bien y fingieran que no se preocupaban por nada. Sin embargo, este año era diferente. A medida que la fecha se acercaba, sus amigas comenzaron a preguntarle si iba a ir con Ethan, y por primera vez, la idea de ir acompañada no le parecía tan descabellada.
Una tarde, mientras ambos caminaban por el campus después de clase, Ethan lanzó la pregunta que, de algún modo, ella había estado esperando.
—Entonces, ¿vas a ir al baile de primavera? —preguntó Ethan, su tono despreocupado pero con una chispa de interés en sus ojos verdes.
Elisabeth lo miró de reojo, divertida.
—No soy muy fan de esos eventos, ya lo sabes. Son un desfile de egos —dijo con sarcasmo, aunque no pudo evitar sentir una pequeña emoción ante la idea de que él la invitara.
Ethan se rió.
—Ya, ya lo sé. Pero pensé que, tal vez este año, podríamos hacer que sea algo... diferente. Tal vez podríamos ir juntos.
Elisabeth se detuvo un momento, sorprendida por la falta de preámbulos. Ethan la miraba con naturalidad, como si lo que acababa de decir no fuera gran cosa, aunque ella sabía que lo era.
—¿Estás invitándome a ir contigo al baile? —preguntó, entre divertida e incrédula.
—Eso parece —respondió él, con esa sonrisa que siempre conseguía desarmarla.
Elisabeth se quedó en silencio por un segundo, considerando su respuesta. Al final, decidió que, por una vez, tal vez valía la pena dejarse llevar.
—Está bien. Pero si intentas ganar algún concurso de baile, te aseguro que no lo permitiré —respondió ella, en tono de broma.
Ethan se rió y asintió.
—Trato hecho. Esta vez no habrá competencia. Solo... nosotros.
La noche del baile llegó, y aunque Elisabeth no solía emocionarse por este tipo de eventos, esta vez era diferente. Se había puesto un vestido sencillo pero elegante, de un azul profundo que resaltaba el tono cálido de su piel y el brillo de sus ojos marrones. Cuando se miró al espejo antes de salir, se dio cuenta de que, por primera vez, estaba nerviosa por lo que la noche podía traer.
Ethan llegó a buscarla en su auto, como si fuera un día cualquiera, aunque ambos sabían que no lo era. Cuando la vio, sus ojos verdes brillaron con admiración.
—Estás increíble —dijo, sin un rastro de sarcasmo.
Elisabeth sintió cómo sus mejillas se calentaban ligeramente, pero decidió mantener la compostura.
—Tú tampoco te ves tan mal —respondió con una sonrisa.
Condujeron hasta el instituto en silencio, aunque el ambiente entre ellos era cómodo, lleno de esa confianza que habían construido con el tiempo. Al llegar al baile, las luces de colores, la música, y el bullicio de sus compañeros les dieron la bienvenida. Y aunque Elisabeth normalmente habría sentido cierta incomodidad en ese entorno, esa noche todo parecía diferente. Más relajado. Más divertido.
Mientras bailaban bajo las luces suaves, Ethan la giró suavemente, y por un momento, todo lo demás desapareció. Estar allí, con él, se sentía como un sueño que nunca había sabido que tenía.
—¿Quién iba a pensar que terminaríamos aquí? —murmuró Elisabeth, mirando los ojos de Ethan.
—Definitivamente no nosotros —respondió él con una sonrisa—. Pero aquí estamos.
Elisabeth rió suavemente, y mientras seguían moviéndose al ritmo de la música, sintió que finalmente, después de años de rivalidad, de juegos y desafíos, había encontrado algo mucho más importante. Y aunque no sabía qué les depararía el futuro, estaba dispuesta a averiguarlo, siempre que Ethan estuviera a su lado.
Esa noche, mientras el baile continuaba y la música se desvanecía en el fondo, Elisabeth comprendió que, al final, la verdadera victoria no estaba en ganar o perder. Estaba en dejarse llevar por lo que había entre ellos, en disfrutar el momento y en estar dispuesta a abrir su corazón a algo nuevo.
Y tal vez, solo tal vez, eso era lo más importante.
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Chispas de orgullo
Teen FictionElisabeth y Ethan siempre fueron el centro de atención en el instituto, pero no por ser el típico dúo de guapos populares que todos admiraban. No. Ellos eran rivales. Rivales en todo, desde las mejores notas hasta quién tenía más seguidores en redes...