Capítulo 11: Ecos del Pasado

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El clima había cambiado. Las primeras señales del otoño se manifestaban en el aire, con las hojas cayendo y el cielo tiñéndose de grises suaves. El viento soplaba con una ligera melancolía, una especie de eco del estado de ánimo de Elisabeth, que seguía luchando entre el pasado y el presente. Ethan estaba haciendo esfuerzos, eso era innegable, pero la sombra de sus viejas heridas aún se cernía sobre ellos, creando un abismo que ninguno de los dos sabía bien cómo cruzar.

Durante las últimas semanas, las cosas entre ellos habían mejorado en la superficie. Habían vuelto a hablar con regularidad, e incluso algunos momentos de intimidad emocional habían resurgido. Pero la fricción persistía, como si ambos estuvieran constantemente en una cuerda floja, evitando mencionar las grietas que aún estaban allí, sin reparar por completo.

Una tarde, mientras Elisabeth revisaba unos apuntes en la biblioteca, sintió que su teléfono vibraba en su bolsillo. Era un mensaje de Sophie. Abrió la pantalla con un gesto perezoso, pero lo que leyó la dejó paralizada.

Sophie: "Lizzie, no quería que te enteraras por otra persona, pero he escuchado rumores de que Ethan y Chelsea estuvieron juntos en una fiesta hace un par de semanas... no sé si sea verdad, pero pensé que deberías saberlo."

Elisabeth sintió cómo su estómago se revolvía de inmediato. Chelsea. Por supuesto. Chelsea era la chica con la que Ethan había salido brevemente durante la temporada en la que se había distanciado de Elisabeth. Aquella chica rubia, siempre sonriendo, que parecía tener la facilidad de atraer la atención de todos. Incluido Ethan.

Elisabeth intentó concentrarse en lo que estaba haciendo, pero las palabras de Sophie la habían golpeado como una bofetada. Ethan nunca le había hablado de Chelsea desde que intentaron "reconectar". ¿Y si todo era mentira? ¿Y si aún seguía viendo a Chelsea a sus espaldas?

Tomó una decisión impulsiva y salió rápidamente de la biblioteca, ignorando las miradas curiosas de algunos estudiantes. Caminó con paso decidido hacia la cancha de baloncesto, donde sabía que Ethan solía estar después de clases. Al llegar, lo vio lanzando una pelota junto a Alex y algunos amigos. Por un segundo, sintió que la duda la invadía. ¿Y si Sophie estaba equivocada? ¿Y si los rumores eran solo eso, rumores?

Pero la inseguridad la aplastaba. Necesitaba saber la verdad.

Ethan la vio acercarse desde lejos y le sonrió, una sonrisa despreocupada. Dejó la pelota a un lado y caminó hacia ella, limpiándose el sudor de la frente.

—Hey, ¿qué haces aquí? —preguntó, su tono alegre y despreocupado.

Elisabeth lo miró fijamente, sin siquiera intentar devolverle la sonrisa.

—Tenemos que hablar —dijo, con una seriedad que sorprendió a Ethan.

La sonrisa de Ethan se desvaneció lentamente, notando la tensión en su voz y en sus ojos. Asintió, dándole una señal a Alex de que se iba por un momento, y guio a Elisabeth hacia una zona más apartada.

—¿Qué pasa? —preguntó con cautela, ahora claramente preocupado.

Elisabeth respiró hondo, sintiendo cómo el nudo en su estómago se hacía más apretado con cada segundo.

—Sophie me habló de un rumor... sobre ti y Chelsea —dijo directamente, su tono duro, aunque intentaba no sonar acusatoria—. Que estuvieron juntos en una fiesta hace un par de semanas. ¿Es verdad?

La cara de Ethan cambió por completo. Su sorpresa inicial se transformó en incomodidad, y Elisabeth pudo ver cómo luchaba por encontrar las palabras adecuadas.

—¿Qué? No... o sea... no de la manera en que piensas —respondió, pero su vacilación hizo que el corazón de Elisabeth se detuviera un segundo—. Estuve en esa fiesta, sí. Y Chelsea también estaba allí, pero no pasó nada.

Elisabeth apretó los labios, intentando no dejar que la ira la controlara.

—¿Y por qué no me lo mencionaste antes? —preguntó, cruzando los brazos—. Si realmente no pasó nada, ¿por qué nunca me dijiste que la viste?

Ethan miró hacia el suelo, claramente incómodo.

—Porque sabía que te molestaría. Y honestamente, ni siquiera pensé que fuera algo importante. No quise darte una razón para preocuparte por algo que no fue nada —respondió, su tono defensivo.

Elisabeth lo miró, evaluando cada palabra, cada gesto. A pesar de sus intentos de mantener la calma, algo en su interior comenzó a agrietarse.

—No se trata solo de Chelsea, Ethan —dijo finalmente, su voz bajando—. Se trata de que sigo sintiendo que no eres completamente honesto conmigo. Dijiste que querías que confiara en ti, pero me ocultas cosas que sabes que me harían dudar.

Ethan pareció quedar sin palabras por un momento. Finalmente, soltó un largo suspiro, pasando una mano por su cabello.

—No te oculté nada... es solo que no pensé que fuera algo relevante. No quise arruinar lo que estábamos reconstruyendo por algo tan insignificante.

Elisabeth sacudió la cabeza, sintiendo cómo la frustración se acumulaba.

—Pero para mí sí es relevante, Ethan. Si vamos a intentar algo de nuevo, necesito saber que eres honesto conmigo, aunque creas que algo no importa. Si no podemos ser honestos, no tiene sentido.

Ethan se quedó en silencio, sus ojos verdes llenos de arrepentimiento. Sabía que Elisabeth tenía razón, y se odiaba por haber vuelto a caer en el mismo patrón. Había creído que, al no mencionar a Chelsea, estaba protegiendo lo que tenía con Elisabeth, pero al final, solo había profundizado las heridas que aún no habían sanado.

—Tienes razón —dijo finalmente, su tono lleno de sinceridad—. Lo siento. No debería haber ocultado nada, ni siquiera cosas pequeñas. No quiero perderte de nuevo por no ser honesto.

Elisabeth lo miró, sin saber qué decir. Estaba agotada, emocionalmente drenada por la constante lucha entre querer confiar en él y el miedo de que volviera a lastimarla. Pero al mismo tiempo, algo en sus palabras resonaba. Quería creer que Ethan realmente estaba tratando de cambiar.

—Ethan... no sé si puedo seguir así —dijo finalmente, sintiendo cómo sus emociones se entrelazaban—. Me importa lo que hemos construido, pero aún tengo miedo. Aún siento que si seguimos adelante, vamos a caer en los mismos errores.

Ethan dio un paso hacia ella, su expresión seria, pero con una determinación nueva.

—No puedo prometerte que todo será perfecto. Pero lo que sí puedo prometerte es que no volveré a cometer los mismos errores. Estoy aquí, y quiero que esto funcione. Solo dame una oportunidad para demostrarlo.

Elisabeth lo miró, sus ojos marrones llenos de dudas. Sabía que no había una respuesta fácil, y que los miedos que sentía no desaparecerían de la noche a la mañana. Pero, por otro lado, no podía negar que aún lo quería, que parte de ella deseaba desesperadamente que esta vez las cosas fueran diferentes.

—Está bien —dijo finalmente, con la voz temblorosa—. Te voy a dar esa oportunidad, pero no puedes fallarme otra vez, Ethan. No puedo soportar que lo hagas.

Ethan asintió, sus ojos llenos de una promesa silenciosa. Sabía que esta era su última oportunidad, y esta vez, no la iba a desperdiciar.

Ambos sabían que el camino por delante sería complicado, lleno de dudas y desafíos. Pero por primera vez en mucho tiempo, había algo más que miedo entre ellos: había una chispa de esperanza. Una chispa pequeña, frágil, pero suficiente para intentarlo una vez más

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