Capítulo 33: Un Ojo Testigo

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Elisabeth salió del café con una sensación de vacío en el pecho. La conversación con Ethan había sido intensa y desgarradora, y a pesar de que había tratado de ser honesta, la incertidumbre sobre su futuro seguía pesando sobre ella. Mientras caminaba hacia su estudio, su mente no podía dejar de dar vueltas sobre lo que había sucedido y lo que podría suceder.

Sin embargo, lo que Elisabeth no sabía era que Ethan no se había ido inmediatamente después de su conversación. Se había quedado en el café, observando desde una distancia segura. Había necesitado tiempo para procesar lo que había escuchado, su corazón lleno de dolor y confusión. Aunque le dolía lo que Elisabeth le había revelado, había algo más que le inquietaba: una sombra en su corazón que no podía ignorar.

Mientras se quedaba en su mesa, Ethan había visto a Elisabeth cruzar la calle en dirección a su estudio. La sensación de traición y desilusión lo envolvía. Sabía que debía dejarla ir y darle el espacio que necesitaba, pero la imagen de ella besándose con Luca seguía apareciendo en su mente como una repetición interminable.

No pasó mucho tiempo antes de que la puerta del café se abriera nuevamente, y un rostro familiar apareció. Era Luca, riendo con un grupo de amigos que entraban, justo cuando Ethan se preparaba para salir. Sin pensarlo, Ethan se escondió detrás de una planta grande en la esquina del café, sintiéndose como un niño atrapado en un juego.

Luca, despreocupado, se acercó a la barra, y Ethan lo observó con una mezcla de rabia y celos. El chico era carismático y encantador, y su sonrisa era lo suficientemente magnética como para atraer a cualquiera. Esa imagen solo intensificó la frustración de Ethan.

A medida que el grupo de amigos se acomodaba, Ethan escuchó a Luca hablar de la exposición de arte.

—Tienes que ver a Elisabeth —decía Luca, su tono lleno de admiración—. Es realmente talentosa. Ayer me sorprendió con su trabajo.

Ethan sintió que la sangre se le helaba. La manera en que Luca hablaba de ella, con tanto entusiasmo y admiración, lo llenaba de celos. No podía soportar la idea de que alguien más pudiera acercarse a ella, especialmente alguien con quien había compartido un momento tan íntimo.

—¿Te imaginas? —continuó Luca—. Fue increíble, la química que tuvimos. Pero no sé, creo que ella está lidiando con cosas más profundas. Aunque, honestamente, no me importaría intentar algo más.

Las palabras de Luca resonaban en la mente de Ethan como un eco hiriente. En ese instante, se dio cuenta de que el dolor no solo provenía de la traición, sino también de la posibilidad de perder a Elisabeth para siempre. ¿Qué estaba haciendo? Se preguntó. La ira y la tristeza estaban apoderándose de él, y sabía que no podía permanecer inactivo mientras otro chico mostraba interés en la chica que amaba.

Sin pensarlo dos veces, Ethan salió de su escondite. Se acercó al grupo, la determinación en sus pasos.

—¿Qué tal, Luca? —dijo, su voz cargada de un tono desafiante.

El grupo se giró, y Luca lo miró con sorpresa, pero rápidamente recobró la compostura.

—Ethan, amigo. No te vi allí —dijo Luca, tratando de sonar despreocupado.

El ambiente cambió instantáneamente. Ethan sintió la tensión en el aire, y las miradas de los demás se movieron de él a Luca y viceversa.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Ethan, sintiendo cómo la frustración se acumulaba dentro de él.

Luca se encogió de hombros, su sonrisa inquebrantable.

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