La tormenta se desató con fuerza, pero Elisabeth y Ethan se sintieron aliviados al encontrar refugio bajo el pequeño cobertizo en la playa. El sonido de la lluvia golpeando el techo era ensordecedor, pero a medida que la tensión entre ellos se disipaba, comenzaron a charlar sobre cosas ligeras, riendo y bromeando como si la tormenta nunca hubiera llegado.
—No puedo creer que estemos atrapados aquí por la lluvia —dijo Elisabeth, sonriendo mientras se acomodaba en una esquina del refugio.
—Al menos estamos juntos, ¿verdad? —respondió Ethan, dándole un pequeño codazo.
Sin embargo, la tranquilidad pronto se vio interrumpida por un estruendo ensordecedor. Un trueno retumbó en el aire, haciendo que ambos se sobresaltaran.
—¿Qué fue eso? —preguntó Elisabeth, mirándolo con los ojos muy abiertos.
Ethan miró a su alrededor, sintiendo que el aire se volvía más denso.
—No lo sé, pero no suena bien —respondió, su tono más serio.
En ese momento, un grito resonó a lo lejos. Se asomaron por la entrada del refugio y vieron que la tormenta había hecho estragos. Un grupo de personas se había congregado cerca de un viejo muelle que estaba parcialmente colapsado.
—Vamos a ver —dijo Ethan, sintiéndose inquieto.
Elisabeth dudó, pero la curiosidad pudo más. Juntos, corrieron hacia el muelle. Al llegar, vieron que un grupo de chicos había intentado rescatar a uno de sus amigos que había caído al agua mientras jugaban. El muelle crujía peligrosamente, y la situación se estaba volviendo caótica.
—¡Alguien tiene que ayudarlo! —gritó una chica, claramente angustiada.
Sin pensarlo dos veces, Elisabeth corrió hacia la orilla, sintiendo la adrenalina en su cuerpo. Ethan la siguió, pero cuando llegó a su lado, ella ya estaba llamando al chico que luchaba por mantenerse a flote.
—¡Agarra mi mano! —gritó, extendiendo su brazo hacia él.
El chico, visiblemente asustado, intentó acercarse, pero el agua y las olas lo empujaban hacia atrás. En ese momento, el muelle, que había estado crujiente, se rompió con un fuerte estallido, y la parte donde estaban todos comenzó a hundirse.
—¡Elisabeth, vuelve! —gritó Ethan, alarmado al ver la inestabilidad del muelle.
Pero ella no podía retroceder; sabía que tenía que ayudar. Extendió su mano con más fuerza, tratando de atraer al chico hacia ella. Sin embargo, en un giro inesperado, una ola enorme golpeó el muelle, y el impacto hizo que Elisabeth perdiera el equilibrio.
—¡No! —gritó Ethan, mientras ella caía al agua fría y oscura.
Con un grito ahogado, Elisabeth fue arrastrada por la corriente, y el pánico se apoderó de ella. Luchó contra el agua, tratando de mantenerse a flote, pero la fuerza del mar era demasiado. La visión de Ethan, que se movía frenéticamente en la orilla, la alentó a seguir nadando.
—¡Elisabeth! —gritó Ethan, su corazón latiendo con fuerza mientras buscaba cualquier forma de ayudarla.
Se lanzó al agua sin pensarlo, nadando hacia ella. La corriente era fuerte, y cada movimiento era un desafío. Elisabeth sintió que sus fuerzas se desvanecían mientras luchaba por salir a la superficie.
—¡Agárrate de mí! —gritó Ethan, alcanzándola finalmente y rodeándola con su brazo.
Elisabeth se aferró a él con todas sus fuerzas, sintiendo una mezcla de alivio y miedo. Juntos, comenzaron a nadar hacia la orilla, luchando contra las olas que intentaban arrastrarlos de nuevo al mar.
—¡Vamos, solo un poco más! —dijo Ethan, sintiendo que sus músculos se tensaban con el esfuerzo.
Ambos lograron avanzar, el sudor y el agua se mezclaban mientras se esforzaban por mantener la calma. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, lograron llegar a la orilla, donde un grupo de personas se había reunido para ayudar.
Ethan, todavía sosteniendo a Elisabeth, la llevó a la orilla y se aseguraron de que estuviera a salvo. Cuando ella se arrastró hacia la arena, se tumbó de espaldas, respirando con dificultad, sintiendo el agotamiento invadirla.
—¿Estás bien? —preguntó Ethan, arrodillándose a su lado, preocupado.
Elisabeth lo miró, su corazón todavía latiendo rápidamente, pero en su interior había una extraña calma.
—Sí, estoy bien. Solo... un poco mojada —respondió, tratando de sonreír a pesar de la adrenalina que aún le corría por las venas.
Ethan soltó un suspiro de alivio, pero sus ojos estaban llenos de preocupación.
—No vuelvas a hacer eso, Elisabeth. No puedo perderte. —Su voz era seria, y la intensidad en su mirada la hizo sentir un nudo en el estómago.
—Lo sé. No pensé que la situación se volviera así. Tenía que ayudar —dijo ella, sintiéndose culpable.
—Lo sé, pero tu seguridad es lo más importante. Podemos encontrar otra manera —respondió Ethan, todavía respirando con dificultad.
A medida que la lluvia continuaba cayendo, Elisabeth se dio cuenta de lo cerca que habían estado de perderse el uno al otro. Sin embargo, la tensión de la situación también había abierto un nuevo capítulo en su relación.
Mientras el grupo de personas ayudaba a los demás afectados, Elisabeth miró a Ethan y sonrió suavemente.
—Gracias por venir a buscarme —dijo, su voz apenas un susurro.
Ethan sonrió de vuelta, aunque su expresión era seria.
—Siempre estaré allí para ti, Elisabeth. No importa lo que pase —dijo, su voz firme y llena de determinación.
Y en ese momento, con el sonido de las olas y la lluvia de fondo, ambos supieron que su conexión había cambiado para siempre. Habían enfrentado una tormenta literal y figurativa, y aunque aún había caminos por recorrer, sabían que lo harían juntos, sin importar los desafíos que la vida les deparara.
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Chispas de orgullo
Teen FictionElisabeth y Ethan siempre fueron el centro de atención en el instituto, pero no por ser el típico dúo de guapos populares que todos admiraban. No. Ellos eran rivales. Rivales en todo, desde las mejores notas hasta quién tenía más seguidores en redes...