Capítulo 2: Tormentas y Revelaciones

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Elisabeth no podía dejar de pensar en la competencia de trivia. La victoria le había dado una satisfacción inigualable, pero la forma en que Ethan la había felicitado la había dejado confundida. A partir de ese día, su rivalidad se sentía diferente, como si un nuevo nivel de tensión se hubiera activado entre ellos.

Los días siguientes, Elisabeth se encontró buscando a Ethan en los pasillos, no solo para intercambiar pullas, sino para disfrutar de la chispa que había surgido entre ellos. Pero cada vez que sus miradas se encontraban, una sombra de duda se deslizaba por su mente. ¿Realmente estaba empezando a gustarle?

El clima cambió abruptamente, y una tormenta se desató un viernes por la tarde. La escuela anunció que las actividades extracurriculares se cancelarían, y todos los estudiantes debían regresar a casa. Elisabeth decidió esperar en la biblioteca, tratando de concentrarse en su lectura, pero su mente se desviaba constantemente hacia Ethan.

Mientras la lluvia golpeaba los ventanales, escuchó una voz familiar detrás de ella.

—¿Sigues con tu maratón de lectura? —preguntó Ethan, sonando divertido.

Elisabeth se volvió, aliviada de verlo, aunque trató de ocultar su entusiasmo.

—Solo disfrutando del silencio. No todos tienen que hacer ruido para sentirse importantes.

—Eso lo dirás tú. A mí me encanta la compañía, sobre todo si es de alguien que puede mantenerme entretenido —respondió él, acercándose.

Ambos se sentaron en una mesa al fondo, a resguardo de las miradas curiosas. Mientras conversaban, la tensión creció, y Elisabeth sintió que había algo más en sus palabras. Había un destello de interés detrás de su habitual arrogancia.

—¿Qué tal si hacemos un trato? —sugirió Ethan de repente—. Quien gane el siguiente desafío, elige la actividad para la fiesta de fin de año.

Elisabeth lo miró con sorpresa. La idea le encantaba. Podría usar la fiesta para demostrar que era la mejor, pero también le preocupaba que él pudiera superar sus expectativas.

—¿Qué tipo de desafío tienes en mente? —preguntó, con una ceja levantada.

—Un torneo de deportes. Algo que nos saque de la comodidad de los libros y nos lleve al campo. ¿Te atreves? —dijo, sonriendo con esa confianza que siempre le había irritado.

Elisabeth aceptó sin pensarlo. La idea de competir de nuevo contra él la emocionaba y, a la vez, la llenaba de adrenalina. No podía dejar que su ego lo superara.

Al día siguiente, el clima mejoró, y el sol brillaba con fuerza. La escuela organizó el torneo, y todos estaban emocionados. Elisabeth llegó con su mejor actitud, lista para demostrar que era imbatible, pero se sorprendió al encontrar a Ethan ya en el campo, preparándose para competir.

La primera ronda consistió en una carrera de relevos. Elisabeth, ansiosa, se preparó para dar lo mejor de sí. Ethan corrió como un rayo, desafiándola a seguirle el ritmo. En la última vuelta, cuando estaba a punto de alcanzar la meta, tropezó y cayó al suelo. Elisabeth, al verlo caer, se sintió conflictuada. En lugar de aprovechar la oportunidad para ganar, se detuvo.

—¿Estás bien? —preguntó, acercándose.

Ethan se levantó, sonriendo a pesar del golpe.

—No te preocupes. No es nada. Solo una pequeña caída —respondió, aunque su expresión revelaba que estaba más herido de lo que quería admitir.

Esa pequeña muestra de vulnerabilidad sorprendió a Elisabeth. Ella no era la única con heridas. En ese instante, se dio cuenta de que había más en Ethan que su egocentrismo y competitividad.

A medida que avanzaba el torneo, ambos fueron sumando puntos para sus equipos, cada uno luchando con todo lo que tenían. Sin embargo, mientras competían, comenzaron a intercambiar sonrisas y bromas. El ambiente se tornó más ligero, y la rivalidad se transformó en un compañerismo inesperado.

Cuando llegó el momento del partido de fútbol, la tensión se disparó. Ambos se lanzaron al campo con determinación, pero a medida que el juego avanzaba, el equipo de Elisabeth fue superado. Justo cuando parecía que todo estaba perdido, Ethan hizo una jugada brillante, anotando un gol espectacular.

—¡Eso fue impresionante! —gritó Elisabeth, sin poder contener su admiración.

Ethan se volvió hacia ella, sonriendo. La conexión entre ellos era palpable y, en medio del bullicio, el mundo a su alrededor desapareció nuevamente. En ese momento, Elisabeth se dio cuenta de que la rivalidad que había definido su relación estaba siendo reemplazada por algo más profundo.

Al finalizar el torneo, ambos equipos empataron, y el ambiente estaba lleno de risas y celebración. Elisabeth se acercó a Ethan, aún sintiendo la emoción del juego.

—¿Sabes? Tal vez deberíamos dejar de pelear tanto —sugirió, juguetonamente.

—¿Y perder la oportunidad de disfrutar de esta tensión entre nosotros? —respondió Ethan, su mirada intensa y desafiante—. No sé si estoy listo para eso.

Elisabeth sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había algo en su tono que la hacía dudar. ¿Qué significaba eso? ¿Era solo parte de su juego habitual, o había una verdad oculta detrás de sus palabras?

Mientras el sol se ponía, Elisabeth y Ethan se quedaron charlando, disfrutando de la compañía del otro, dejando de lado la rivalidad por un momento. Con cada palabra intercambiada, la línea entre enemigos y amantes se volvía cada vez más difusa, y Elisabeth se preguntaba si, tal vez, estaban a punto de descubrir un nuevo capítulo en su historia.

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