Capítulo 13: Llamado a la Verdad

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El ambiente en el baile se había tornado denso para Elisabeth. Mientras intentaba desahogarse con Sam, las risas y la música a su alrededor parecían desvanecerse en un murmullo distante. Se sentía atrapada entre la necesidad de ser honesta con sus emociones y el deseo de no dañar lo que quedaba de su relación con Ethan. Sin embargo, la imagen de Ethan alejándose seguía atormentándola.

Después de un rato, decidió que necesitaba aclarar las cosas con él. No podía permitir que la noche terminara de esta manera. Con el corazón en la garganta, se despidió de Sam y se dirigió hacia el vestíbulo, donde había visto a Ethan por última vez.

Al salir, lo encontró de pie en una esquina, con los brazos cruzados y una expresión de frustración en su rostro. La tensión en el aire era palpable. Cuando se acercó, vio cómo la confusión y la ira se entrelazaban en sus ojos verdes.

—¿Por qué te estuviste riendo con Sam? —preguntó Ethan, su tono cortante.

Elisabeth se sintió como si le hubieran dado una bofetada.

—¿Qué? ¡Estaba hablando! No puedo hablar con mis amigos ahora? —respondió, sintiendo que la indignación comenzaba a apoderarse de ella.

—¿Hablar o flirtear? Porque parece que te lo estás pasando genial —dijo Ethan, su voz tensa y controlada, pero con un fuego subyacente que no podía ignorarse.

—No estoy flirteando con Sam, Ethan. Simplemente necesito alguien con quien hablar, porque parece que tú no quieres hacerlo —replicó Elisabeth, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en su interior.

—¿Y eso te da derecho a ignorar todo lo que te dije? —su tono se volvió más agudo—. Sabes que estoy aquí por ti, y parece que no te importa en absoluto.

Elisabeth sintió que su ira comenzaba a desbordarse.

—No puedo creer que me estés diciendo eso después de lo que pasó. Estoy tratando de ser honesta contigo, pero parece que solo te importa tu orgullo —dijo, la voz alzándose—. No puedo seguir así, sintiéndome insegura en cada paso que doy.

Ethan avanzó hacia ella, acercándose lo suficiente como para que ambos pudieran sentir la tensión entre ellos.

—¿Y qué esperas de mí? ¿Que te jure que nunca hablaré con otra chica? No puedo controlar a las personas que me rodean. Lo que quiero es que confíes en mí —su voz se volvió más intensa, casi un grito.

Elisabeth, sintiendo que estaba a punto de perder el control, apretó los dientes.

—No se trata solo de confiar en ti, Ethan. Se trata de cómo me haces sentir. ¿Por qué siempre parece que todo gira en torno a ti y tu ego? —la última frase salió como un susurro, pero cargado de ira.

Ethan retrocedió, herido por sus palabras.

—¿Mi ego? ¿En serio? ¿No estás viendo lo que está pasando aquí? Estás tan concentrada en tus inseguridades que te has olvidado de que estoy aquí tratando de hacer las cosas bien —dijo, su tono agudo y dolido.

—¡Tú no entiendes nada! —gritó Elisabeth, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a brotar de sus ojos—. Estoy cansada de tener que demostrarte que soy digna de tu tiempo. Quiero que me veas como soy, no como un proyecto en el que tienes que trabajar.

Ethan sintió que el aire se le escapaba de los pulmones.

—Nunca te he visto así, Elisabeth. Pero no puedes seguir tirando la culpa sobre mí. No estoy aquí para ser tu enemigo, pero cada vez que doy un paso hacia ti, pareces retroceder dos —dijo, su voz temblando entre la frustración y la tristeza.

Elisabeth sintió que el dolor se transformaba en algo más profundo.

—Tal vez no debería haberme acercado a ti en primer lugar. Tal vez no debería haber creído que podrías cambiar —dijo, su voz quebrándose—. Porque, sinceramente, a veces siento que lo único que te importa es demostrarle a todos que eres el chico perfecto.

Ethan, herido por sus palabras, dio un paso atrás.

—¿Así que eso es lo que piensas de mí? ¿Que soy solo un chico perfecto en tu mente? —preguntó, su voz baja pero llena de resentimiento—. Tal vez debiste pensarlo mejor antes de abrir la boca.

El silencio se volvió ensordecedor. Elisabeth sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía. Había cruzado una línea, y ahora estaba aterrorizada por lo que eso significaba. Ethan, con la mirada apagada y el rostro pálido, se dio la vuelta y comenzó a alejarse de ella.

—Ethan, espera... —gritó, pero él no se detuvo.

Elisabeth sintió que su corazón se rompía al verlo alejarse, sintiendo que la ira había llevado a ambos a un lugar oscuro del que no sabían cómo salir. Las palabras que habían intercambiado resonaban en su mente, cada una como un eco de la verdad que no querían enfrentar.

Se quedó sola, observando cómo la multitud del baile se movía a su alrededor, ajena a su dolor. El deseo de seguir adelante se convirtió en una sensación de vacío, y se dio cuenta de que a veces, el camino hacia el amor no era solo sobre acercarse, sino también sobre enfrentarse a la verdad, por dolorosa que fuera.

Sin saber cómo recuperar lo que había perdido, Elisabeth se alejó del bullicio, su corazón pesado, consciente de que el error había sido más que una simple discusión: era una herida profunda en su relación que requeriría mucho más que palabras para sanar.

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