Capítulo 34: El Punto de Quiebre

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Elisabeth se sintió atrapada entre Ethan y Luca, dos fuerzas de la naturaleza que parecían listas para estallar en cualquier momento. Mientras se alejaban del café, el aire se sentía denso con la tensión acumulada, y sabía que, aunque quería resolver las cosas pacíficamente, la situación estaba más allá de su control.

Sin embargo, lo que no había anticipado era que la confrontación que había intentado evitar se desataría justo en la esquina de la calle, donde la plaza se abría a un pequeño parque.

—Esto no puede seguir así, Ethan —dijo Elisabeth, tratando de calmar las aguas. —Necesitamos hablar y entendernos.

Pero antes de que pudiera terminar, Ethan se giró bruscamente hacia Luca, quien estaba a su lado.

—¿Por qué te acercas a ella? ¿Qué parte de "déjala en paz" no entiendes? —dijo Ethan, su voz cargada de frustración.

Luca, con su habitual arrogancia, se cruzó de brazos y sonrió.

—¿Te molesta que quiera conocerla mejor? Quizás deberías haberlo hecho antes de que yo llegara. No me culpes por lo que no puedes controlar, Ethan —replicó, desafiándolo.

La ira de Ethan se encendió. Sabía que la provocación de Luca era intencionada, pero no podía soportar que hablara de Elisabeth como si fuera un premio.

—¿Sabes qué? —gritó Ethan—. Estoy cansado de tu actitud. Si quieres a Elisabeth, tendrás que enfrentarte a mí.

Elisabeth sintió un escalofrío recorrer su espalda al darse cuenta de que la situación estaba escalando a algo que nunca había querido ver. Pero antes de que pudiera interceder, Ethan se dio un paso hacia Luca, los músculos tensos y la mandíbula apretada.

—No te estoy jugando, Luca. Mantente alejado de ella —dijo, su voz baja y amenazante.

Luca sonrió, pero había un brillo de desafío en sus ojos.

—¿Y qué harás al respecto? ¿Vas a golpearme? —preguntó, desafiándolo. La provocación era evidente, y Ethan no podía contenerse más.

Fue un movimiento rápido. En un abrir y cerrar de ojos, Ethan se lanzó hacia Luca, y los dos chicos chocaron con fuerza. El sonido del golpe resonó en el aire, y Elisabeth dio un paso atrás, horrorizada por lo que estaba viendo.

Los dos hombres empezaron a intercambiar golpes, llenos de adrenalina y rabia. Ethan, motivado por su deseo de proteger a Elisabeth, y Luca, impulsado por el desafío.

El puño de Ethan conectó con la mandíbula de Luca, quien tropezó hacia atrás, pero rápidamente se recuperó y contraatacó con un golpe en el estómago de Ethan. La lucha se volvió una danza caótica de golpes y patadas, y Elisabeth no podía creer lo que estaba presenciando.

—¡Deténganse! —gritó Elisabeth, intentando separarlos, pero su voz se perdía entre los gritos y los ruidos de la pelea.

Ambos chicos estaban inmersos en su propio mundo, olvidándose de todo lo que les rodeaba. Ethan sentía que su rabia era un combustible que lo impulsaba, mientras que Luca, con su sonrisa desafiadora, respondía con la misma energía.

Finalmente, el golpe de Luca alcanzó a Ethan en la cara, haciéndolo tambalear hacia atrás. Elisabeth, con el corazón en la garganta, decidió que no podía quedarse de brazos cruzados.

—¡Basta! —gritó, corriendo hacia ellos y colocando sus manos entre los dos, empujando a Luca hacia atrás. —¡Ambos están locos! ¡Esto no es la solución!

Luca se detuvo, respirando pesadamente, su expresión cambiando de desafiante a confundida. Ethan, aún con la ira corriendo por sus venas, miró a Elisabeth, dándose cuenta de que lo que estaban haciendo no solo los dañaría a ellos, sino que también la afectaría a ella.

El ambiente se volvió tenso. Elisabeth, con lágrimas en los ojos, miró a ambos.

—¿Por qué tienen que pelear por mí? No soy un trofeo que puedan ganar o perder. ¡Soy una persona! —exclamó, su voz llena de emoción. —No puedo creer que esto esté sucediendo.

Ethan, aún respirando con dificultad, sintió que la realidad de la situación le golpeaba con fuerza. Se dio cuenta de que había dejado que su rabia y sus celos lo llevaran a actuar sin pensar. Miró a Elisabeth, y el dolor en su mirada lo atravesó como un rayo.

Luca, también aturdido, bajó la mirada, sintiendo que había ido demasiado lejos.

—Lo siento, Elisabeth. No quise que esto llegara a este punto —dijo, su tono más suave, como si la lucha hubiera disipado un poco de su arrogancia.

Ethan asintió, su respiración aún entrecortada.

—Yo... también lo siento. No debí dejar que esto llegara tan lejos. No quería asustarte —dijo, mirando a Elisabeth con sinceridad.

Elisabeth se pasó las manos por el rostro, sintiéndose abrumada.

—No sé cómo hemos llegado aquí —dijo, su voz temblando—. Necesitamos hablar y resolver esto, pero de una manera diferente. No quiero que esto nos separe.

La tensión en el aire se disolvió poco a poco, y los tres se quedaron en silencio, sintiendo el peso de lo que había sucedido.

—Tal vez deberíamos ir a un lugar donde podamos hablar sin peleas —sugirió Ethan, su mirada aún fija en Elisabeth, queriendo hacer las paces.

Elisabeth asintió.

—Sí, pero quiero que ambos se calmen. Necesitamos ser honestos y hablar de lo que realmente sentimos, sin más peleas —dijo, con determinación.

Los tres comenzaron a caminar juntos, aunque el ambiente seguía siendo tenso. La confrontación había revelado emociones crudas, pero Elisabeth sabía que tenían que encontrar una manera de lidiar con sus sentimientos antes de que la situación se convirtiera en algo irreversible.

Mientras avanzaban, Elisabeth no podía dejar de pensar en lo lejos que habían llegado y lo mucho que todavía debían aprender. Sabía que la lucha por su corazón estaba lejos de terminar, pero quizás, solo quizás, este era el primer paso hacia un entendimiento más profundo entre los tres.

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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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