Elisabeth no podía dejar de pensar en lo que había pasado en la cafetería. Había salido de allí furiosa, herida y, sobre todo, agotada. Llevaba semanas luchando contra sus propios sentimientos, tratando de encontrar una forma de seguir adelante mientras Ethan seguía rondando en su vida, ya sea en sus pensamientos o en el caos que acababa de desatar con David. Las palabras que le había dicho a Ethan resonaban en su mente, pero más que liberadora, la situación la había dejado con un dolor en el pecho que no se iba.
Caminaba por los pasillos vacíos del instituto, intentando calmarse. Había pasado mucho tiempo defendiendo sus sentimientos, justificando el espacio que Ethan le había pedido, y ahora todo se había desmoronado. Se sentía traicionada por él, pero también por sí misma. Sabía que aún le importaba, a pesar de todo. Sin embargo, no podía seguir viviendo con el constante tira y afloja emocional.
Mientras caminaba sin rumbo, sacó su teléfono y vio un mensaje de Sophie: "¿Estás bien? ¿Dónde estás? Todos estamos aquí si necesitas hablar."
Elisabeth suspiró, agradecida por sus amigas, pero no quería hablar de lo que acababa de pasar. No aún.
Decidió caminar hacia el parque cerca del instituto, su lugar de escape cuando necesitaba despejarse. Al llegar, se sentó en un banco y se quedó mirando los árboles, perdiéndose en sus pensamientos. No podía evitar preguntarse si Ethan realmente se daba cuenta de cuánto la había herido. Pero al mismo tiempo, sabía que no todo era culpa suya. La distancia, la indecisión, las inseguridades... todo había jugado en contra de los dos.
Mientras tanto, Ethan estaba sentado solo en el vestuario del gimnasio, con la cabeza entre las manos. El eco de las palabras de Elisabeth seguía retumbando en su mente. "No puedes entrar en mi vida cuando te conviene y arruinar lo que estoy tratando de reconstruir." Tenía razón. Y aunque odiaba admitirlo, no podía dejar de pensar que había arruinado todo.
Había actuado por impulso, sin pensar en las consecuencias. Los celos lo habían cegado, y ahora temía que la distancia entre ellos se volviera permanente. En lugar de hablar con ella, de ser honesto sobre lo que sentía, había dejado que su orgullo y su inseguridad lo empujaran a una situación en la que solo había hecho daño.
La escena en la cafetería lo perseguía. Podía ver claramente la decepción en los ojos de Elisabeth, su furia contenida. Y sabía que David no era el problema real. El problema era él mismo. No había sabido manejar la presión de su propia vida, ni la relación que había empezado a construir con Elisabeth. Había huido. Y ahora, había vuelto de la peor manera posible, solo para causar más caos.
Alex, como siempre, estaba cerca. Se apoyaba en la puerta del vestuario, observando a su amigo con los brazos cruzados.
—¿Lo ves ahora? —dijo con tono serio—. Todo este tiempo te has estado escondiendo. De ella, de ti mismo. Y al final, no ganaste nada con eso. Solo hiciste que todo fuera peor.
Ethan levantó la mirada, su expresión abatida. Sabía que Alex tenía razón, y odiaba que lo supiera.
—No quería perderla, pero lo único que hice fue empujarla más lejos —admitió en voz baja.
Alex suspiró, sentándose junto a él.
—Mira, todos cometemos errores. Pero si realmente te importa, vas a tener que arreglar esto. Y no puedes hacerlo a medias esta vez. Ella no va a esperar para siempre, Ethan.
Ethan asintió, pero el miedo seguía latiendo en su pecho. ¿Y si ya era demasiado tarde? ¿Y si había perdido a Elisabeth para siempre?
Al día siguiente, Elisabeth decidió que necesitaba hablar con David. Las cosas no estaban claras entre ellos, y después de lo que había pasado, no quería que quedaran malentendidos. Lo encontró en la salida del instituto, donde solía esperarla.
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Chispas de orgullo
Roman pour AdolescentsElisabeth y Ethan siempre fueron el centro de atención en el instituto, pero no por ser el típico dúo de guapos populares que todos admiraban. No. Ellos eran rivales. Rivales en todo, desde las mejores notas hasta quién tenía más seguidores en redes...