CAPITULO 48:

88 8 2
                                    


El avión militar aterrizó suavemente en la pista de la base aérea de Pyongyang. Mónica Sánchez ajustó el botón superior de su abrigo oscuro mientras el viento frío le recordaba lo lejos que estaba de México.

Sería la segunda vez en visitar esta tierra, aunque hubiera preferido no volver por razones obvias, las cuales quería mantener en lo más profundo de su mente.

Sus botas resonaron en la escalerilla metálica mientras descendía con una mirada firme y concentrada. Necesitaba demostrar su fuerza emocional, Como aquella vez cuando estaba encerrada debajo de un búnker a la espera de su final imprevisto.

Una agente de la Agencia Federal Latinoamericana de Asuntos Internacionales que alguna vez había tenido el puesto de directora, no se dejaba intimidar por ningún entorno, y menos por un país que una vez se consideró peligroso.

Un país que acababa de sufrir un cambio de liderazgo tan drástico como la República liberal demócrata de Norcorea.

Era su primera visita oficial desde la caída del dictador King Yong Suan, y aunque en teoría estaba allí para negociar contratos de desarrollo industrial y tecnológico, Mónica no podía evitar sentir el peso de su otra conexión con este país.

¿Quién hubiera pensado que de no ser secuestrada esta gente aún seguiría bajo secuestro nacional?

Nunca pensó que su persona pudiera afectar la vida de millones, solo bastó un mal momento para poner de cabeza a toda una nación.

Aquí, Yokaju, el hombre con quien compartía más que una relación profesional— no era simplemente un héroe.

La pelea que desató en aquel entonces, el nivel de poder que demostró al deshacerse de múltiples ojivas nucleares. La brutalidad con la que la razón comparte del ecosistema de ciertas partes rurales de la nación, dejó una huella difícil de borrar en los ciudadanos de este país.

Para los norcoreanos, yokaju era como un dios.

La imagen del hombre que amaba estaba profundamente arraigada en el imaginario colectivo norcoreano, una mezcla de miedo y adoración.

Pero el sentimiento que más prevalecía era la admiración.

Mónica nunca había hablado abiertamente de su relación con Yokaju, nadie lo sabia y era mejor asi.

En todo el mundo, solo ella sabía que Daniel Ramírez Suárez, el joven magnate tecnológico, empresario, e inversor latinoamericano, era el héroe Yokaju, que eran la misma persona.

Nadie más lo sabía. Ni siquiera la Agencia, absolutamente nadie. Aquella información era un secreto que su pareja le había confiado, y para ella significó mucho saberlo, más que cualquier acto romántico.

Pero reconocía la razón del por qué la identidad de yocaju debía mantenerse en secreto. El impacto que la revelación tendría si alguna vez se filtrara esa información, pondría de cabeza  todo el mundo, cambiando las aguas del panorama político, económico y social.

Cuando el vehículo que la transportaba llegó al edificio gubernamental, Mónica fue recibida con una mezcla de respeto y temor por los funcionarios norcoreanos.

Ya no eran aquellos militares que en algún momento la miraron con desprecio, pero con miedo absoluto cuando la fueron a sacar del hoyo en la que le había admitido para devolverla a su pareja. Parecían a grandes rasgos, funcionarios.

La sombra de Yokaju estaba presente en cada uno de sus gestos, y Mónica lo sentía claramente. La razón por la que la trataban con tanto respeto no tenía nada que ver con su rol como agente internacional, sino con su conexión con el héroe que había devastado a su antiguo dictador.

EN THE BOYS ⚡//el héroe extranjero//⚡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora