2: El compromiso

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Violeta no solía dedicar mucho tiempo a arreglarse. Para su trabajo, la comodidad y la funcionalidad siempre primaban sobre cualquier otra consideración. Pero aquella noche era distinta. Había decidido aceptar la invitación de Denna para cenar en "Almendro", el elegante restaurante que ella y Álex habían inaugurado hacía ya varios años. Era uno de los sitios más sofisticados de la ciudad, con una reputación impecable y una clientela que incluía a algunos de los nombres más influyentes del país.

El taxi la dejó en la esquina, a unos metros de la entrada principal, y ya desde lejos pudo ver el tumulto de periodistas y paparazzis agolpados en la puerta del restaurante. Frunció el ceño. No esperaba tanta expectación. ¿Qué demonios estaba pasando? No tenía sentido, no si solo iba a ser una cena tranquila con sus amigos. Violeta se ajustó la chaqueta negra sobre el sencillo vestido azul marino que llevaba y avanzó con cautela, intentando evitar llamar la atención. Afortunadamente, los flashes y los gritos de los reporteros no iban dirigidos a ella. Aun así, el ambiente era sofocante. No podía sacudirse la sensación de que algo estaba fuera de lugar. Entró al restaurante sin ser reconocida, y una vez dentro, la calma del local la envolvió al instante. El ambiente elegante y moderno contrastaba con el caos exterior. Las luces tenues iluminaban las mesas de madera oscura y el aroma a vino y especias llenaba el aire. El suelo de mármol brillante y las paredes decoradas con arte contemporáneo le daban un toque sofisticado, pero acogedor.

Un maître impecablemente vestido se le acercó con una sonrisa cortés:

—Buenas noches. ¿Tiene reserva?

—Sí, estoy en la mesa con Denna y Álex —respondió Violeta, sin poder evitar que su mirada se desviara hacia la sala en busca de alguna señal de sus amigos.

El maître la condujo por entre las mesas hasta una en el centro del restaurante. Para su sorpresa, allí no estaban Denna ni Álex. En su lugar, sentada con un elegante vestido negro estaba Chiara Oliver. Chiara levantó la vista al escuchar el sonido de sus tacones acercándose. Sus ojos verdes se agrandaron de la sorpresa, reflejando la misma confusión que Violeta sentía. Había dos sillas vacías más en la mesa, claramente preparadas para Denna y Álex, pero en ese momento, no había rastro de ellos.

—¿Chiara? —dijo Violeta, incapaz de ocultar su perplejidad—. ¿Qué haces aquí?

—Eso mismo iba a preguntarte —respondió Chiara, con una sonrisa nerviosa—. Denna me llamó anoche para invitarme a cenar. Pensé que era una reunión... de amigos. No esperaba verte.

Violeta asintió, sintiendo cómo la incomodidad la invadía. Claro, Denna había planeado todo esto, pero ¿por qué no le había dicho que Chiara también estaría?

—Si te sientes incómoda, me voy —dijo Violeta rápidamente, dando un paso atrás—. No quiero agobiarte con mi presencia.

Justo cuando estaba a punto de girarse para irse, Chiara alargó la mano y la agarró de la muñeca, deteniéndola.

—Ni se te ocurra irte —dijo con firmeza, aunque con un toque de suavidad en su voz—. No me agobias en absoluto.

Violeta se detuvo, sorprendida por el contacto. Se quedó mirando la mano de Chiara sobre la suya durante unos segundos, sin saber muy bien cómo reaccionar. Finalmente, asintió y se sentó en la silla que le indicaba el maître. Este, de inmediato, le sirvió una copa de Rioja. Violeta agradeció el gesto.

—Por Denna y sus sorpresas —brindó Chiara, levantando su copa con una sonrisa que parecía relajar la atmósfera.

Violeta chocó su copa con la de ella, sin poder evitar sonreír un poco. La situación era extraña, pero, sorprendentemente, no tan incómoda como esperaba. Ambas se quedaron en silencio por unos segundos, mientras Violeta observaba alrededor, aún preguntándose dónde estarían Denna y Álex.

CONDENA Y TULIPANES - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora