27: La foto

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Chiara no dormía, pero había logrado calmarse un poco. Hacía ya una hora que no lloraba y ahora solo estaba recostada sobre el pecho de Violeta en su cama del hotel, sintiendo su corazón acelerarse de vez en cuando. Era como si, por instinto, Violeta lo notara, porque dejaba de refrescar la página de Twitter buscando la noticia para apretarla contra su pecho, acariciar su espalda o besarle la cabeza. Pasados unos minutos que se antojaron eternos, Chiara se incorporó bajo la atenta mirada de la guardaespaldas y se sentó en el colchón.

—Necesito que hablemos —dijo con voz queda. —Por favor.

Violeta sintió su pecho estremecerse. La cara de Chiara reflejaba un miedo que a ella le provocaba un profundo dolor. Haría cualquier cosa por protegerla. Cualquier cosa.

—Sabemos que la foto va a aparecer por ahí en cualquier momento. Y quería pedirte perdón —dijo desviando la mirada hacia el techo, tratando de controlar las lágrimas que volvían a arremolinarse en sus ojos. —No debería haberte besado.

—La culpa no es tuya por besarme —comenzó diciendo Violeta. —Es del restaurante y de la prensa rosa. Deberían dejarte en paz, dejarte vivir. Dejarte estar con quien quieras estar.

—Ellos viven de su trabajo y yo vivo del mío. Y yo me debo a la prensa, a la fama y a los fans —argumentó la medio inglesa. —Sabiendo eso, debería haber tenido más cuidado.

Violeta se acercó lentamente a ella y tomó sus manos entre las suyas. Las apretó y dejó círculos en sus dorsos, tratando de apaciguar el remolino que se anudaba en el fondo de sus gargantas.

—Lo siento.

—No vuelvas a pedirme perdón por besarme.

—Vas a perder tu trabajo.

—No me preocupa —mintió Violeta. —Quedan dos conciertos. Londres y Barcelona. Si pierdo el trabajo, te veré en Barcelona en una semana. Si el periodista espera a que termines la gira europea para lanzar el bombazo...

—¿Quieres ser mi novia?

La pregunta resonó en aquella habitación como una bomba. Dejó un eco resonando en la mente de Violeta imposible de apagar. ¿Novia de Chiara Oliver? Eso significaría tener de novia a una cantante superfamosa, tener que acompañarla a eventos, sufrir el fervor de los flashes y las preguntas y peticiones de fotos de fans. ¿Le pedirían a ella también que posara en los photocalls con Chiara? Sacudió la cabeza retirando esa imagen de su mente. Le aterrorizaba hablar en público, le aterrorizaba la idea de "hacerse famosa". Aunque, en parte, ya lo era. Desde que los rumores comenzaron entre la cantante y su guardaespaldas, las peticiones de amistad en sus redes sociales —por supuesto, siempre privadas— habían ascendido a dos mil quinientas. Cuando ella seguía a su hermana, a Chiara, Álex, Denna, Ruslana, Martin y su entrenador personal. Ni siquiera había aceptado la petición de Noemí que, para ser sincera, siempre había pensado que fue, un poco, por cotillear.

Se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo pensando la respuesta cuando observó cómo Chiara comenzaba a hacer pucheros con la boca. Aparecieron arrugas en su barbilla y frunció el ceño, como avisando de que iba a comenzar a llorar.

—Claro que quiero ser tu novia —respondió Violeta que, en el fondo y, cambiara lo que cambiara en su vida, era lo único que deseaba.

—¿Lo dices en serio o solo por complacerme?

—Escúchame, Chiara —dispuso Violeta —, antes de ti, me enamoré de Julia. Ella me hacía las cosas fáciles, sentía que era feliz a su lado. ¿Sabes cuándo me di cuenta de que la había olvidado por completo? Aquella noche, cuando salimos con Denna y Álex. Me dio un vuelco en el corazón cuando te vi enrollándote con la chica esa, Marta. Me dieron ganas de llorar, aunque no quise demostrarlo. Y, cuando os llevé a tu casa y me vine a dar cuenta, estaba enfadada. Enfadada contigo por haberme hecho creer que querías algo de mí. Esa noche soñé con vosotras, tuve una pesadilla estúpida en la que ambas os estabais riendo de mí —rio por lo bajini. —Incluso estaban Álex y Denna, decían que me sustituirían como dama de honor para ponerla a ella —bufó. —El caso es que, desde entonces y, aunque supiera que me atraías desde antes de ser tu guardaespaldas, no he dejado de pensar en ti. Pienso en ti al despertarme, al acostarme, mientras como... Cada vez que veo un cielo bonito, pienso que te gustaría. Cada vez que veo la luna o, si tengo la suerte de ver una estrella fugaz, te pido como deseo. Estoy perdidamente enamorada de ti, Chiara. Y no desaprovecharía la oportunidad de decirte que sí, que quiero ser tu novia y que no me importa cómo vaya a ser mi vida ahora mismo. No me importa, porque estaremos juntas, aunque tengamos que separarnos en el ámbito profesional.

CONDENA Y TULIPANES - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora