—I love your music! I didn't know you were staying here!
Una joven, aún sosteniendo la mano de su novio de la emoción de haberse topado con la artista, daba saltitos de felicidad en el sitio, con los ojos brillantes de ilusión. Chiara, que se había alejado rápidamente de Violeta, forzó una de sus mejores sonrisas y dio un abrazo a la muchacha, que le agradeció enormemente el gesto y se siguió su camino tras hacerse un par de fotos con la cantante. Violeta, por su parte, se mantuvo al margen de la escena, recibiendo, de vez en cuando, algunas miradas curiosas de la fan de Chiara. De hecho, lo que más le sorprendió fue que la reconociera. La mayor parte del fan base de Chiara se encontraba en España y, aunque sabía que los rumores estaban creciendo como la pólvora, no esperaba que alguien en Newcastle la reconociera tan de repente.
Cuando la pareja se perdió pasillo abajo, Chiara devolvió la vista a su guardaespaldas. Se mordió el labio y desvió la vista al suelo, una tensión incómoda asentándose de nuevo sobre ellas.
—Kiki, ¿qué pasa? —preguntó Violeta, removiéndose, tensa. —¿Por qué estabas llorando?
—¿Me acompañas?
Y claro que Violeta no tuvo que pensárselo dos veces. Chiara le había tendido la mano y ella no podía hacer más que aceptar. Era algo implícito. Por más veces que intentara alejarse de ella, sus cuerpos se atraían como imanes. Es como si la vida siempre encontrara alguna forma de demostrarles que estaban hechas la una para la otra.
Chiara no le dijo a Violeta adónde iban. Se limitó a caminar escaleras arriba hasta la última planta del hotel, donde una puerta de hierro las separaba de su destino. Chiara, mirando a todos lados antes de proceder, se puso de puntillas para alcanzar el cuadro de luz del hotel y, sin pensárselo mucho, bajó los plomos con rapidez.
—¡Chiara! —regañó la guardaespaldas.
Volvió a subir los plomos antes de que nada fuera sospechoso. Un apagón rápido no hacía saltar las alarmas de la seguridad del hotel, lo sabía por experiencia. Pero esos pocos segundos fueron suficientes para que la cerradura eléctrica de la puerta de hierro se desconectara y se abriera lentamente.
—Estás loca —pronunció Violeta sin poder evitar sonreír un poco.
—Vamos.
Chiara volvió a tenderle la mano a la guardaespaldas, que la volvió a aceptar mientras cruzaban al frío aire exterior de principios de diciembre en Inglaterra. Inconscientemente, Chiara entrelazó sus dedos con los de Violeta, enviando un escalofrío casi tangible a los estómagos de ambas.
—Quizás ha sido mala idea. Hace mucho frío —murmuró. El vaho se escapaba de sus labios.
—No, ha sido una idea estupenda.
Violeta dirigió la mirada al cielo, la luna llena brillaba incansablemente. Se quedó embelesada mirándola mientras, a ella, la miraba Chiara. Violeta se dio cuenta y le devolvió la mirada. Se mordió el labio para ocultar una sonrisa. La cantante también dirigió la mirada al cielo.
—Cuando nos mudamos a Menorca y veníamos a visitar a mi familia materna, siempre nos quedábamos en este hotel —comenzó diciendo Chiara, apoyando los codos en el muro que separaba la azotea de un cielo completamente oscuro y estrellado. —Nuestros abuelos insistían en que nos quedáramos en su casa, que había habitaciones de sobre, pero le guardamos cierto cariño a este hotel en particular. No hace tanto que mi madre me contó que me concibieron aquí —dijo e, inmediatamente después, soltó una suave carcajada que contagió a Violeta. —Siempre que venía con mis hermanos, nos subíamos aquí. Una noche incluso la pasamos aquí arriba, subimos los edredones de las camas y nos acostamos en el suelo. Vimos una estrella fugaz y pedimos un deseo: yo pedí poder hacer lo que me gustaba. Ser cantante. Que la gente se emocionara con mis letras, que las cantara a todo pulmón en mis conciertos. Llenar estadios... Se me está haciendo bola, Vio —dijo, por fin, dirigiendo la mirada a la pelirroja. —Ya no sé si esto es lo que quiero. Echo de menos a mi madre, a mi padre, a mis hermanos... Te echo de menos a ti.
—Yo estoy aquí.
—Y, aun así, no te dejan estar. No como lo necesito, al menos.
A Violeta se le encogió el pecho. De pena y de amor. Chiara volvió a retirar la mirada de sus ojos, presumiblemente a percepción de Violeta, porque se estaba empañando. Se tapó la cara con las manos y soltó un bufido. Violeta recorrió el poco espacio que las separaba y acomodó a Chiara en su pecho, mientras dejaba suaves caricias en su cabello, enredando los dedos entre sus mechones negros para dejar algunas cosquillas agradables.
—¿Y cómo lo necesitas?
Chiara se retiró para mirar a su guardaespaldas. Volvió a unir sus frentes, como antes de que la admiradora las interrumpiera. La cantante se quedó embelesada mirando los labios de Violeta. Necesitaba besarlos fervientemente, pero ¿era buena idea? ¿De verdad estaban actuando tan mal, simplemente, por dejarse llevar? O quizás la pregunta fuera, ¿de verdad estaba tan bien como se sentía? ¿O solamente se estaba dejando llevar por algo que, más tarde, solo le causaría arrepentimiento?
Mientras sentían sus corazones desbocados por la creciente tensión entre ellas, comenzó a chispear. Apenas sentían unas gotas finas cayendo sobre sus cabezas y hombros, cuando Chiara se retiró suavemente de Violeta.
—Vamos a mi habitación —pidió con un susurro, mientras alzaba su mano y acariciaba la boca de Violeta con la yema de sus dedos, tiernamente. —Mañana tengo concierto y no puedo permitirme enfermar.
Violeta simplemente asintió y, una vez más, se dejó guiar por la suave mano que tiraba de ella.
"No hace falta" pensó Violeta. "Te seguiría al fin del mundo y con los ojos cerrados"
Chiara se deshizo de la sudadera al entrar en la habitación bajo la atenta mirada de Violeta, que la miraba con ternura. Se quitó también la camiseta y el sujetador de espaldas a ella, mientras la guardaespaldas se daba media vuelta y fingía toquetear su teléfono.
—Puedes mirarme, si quieres —sonó la voz de Chiara detrás de ella. —Nunca me he sentido tan bien como cuando tú me miras.
Violeta se giró, conteniéndose las ganas de ir a besarla en ese mismo momento. Se acercó lentamente y metió suavemente las manos por dentro de la camiseta de pijama que Chiara acababa de colocarse. Estaba estampada con un reno navideño, algo que enterneció aún más a Violeta. Su piel era suave y sentía cómo se estremecía bajo su tacto. Chiara cerró los ojos y se dejó tocar.
—No quiero tener que imaginarme tus manos —musitó, haciendo colar su aliento con olor a dentífrico en la boca de la pelirroja que, sin notarlo, estaba a apenas unos centímetros de sus labios. —No quiero tener que recordar tu boca.
—Dime que no estás olvidándote de mí.
Chiara abrió los ojos. Sabía a qué se refería.
—He deseado hacerlo —murmuró. —Pero, aunque lo hiciera, siempre volvería a ti.
Violeta cerró sus ojos. Sentía el corazón en la garganta, a punto de salir por patas de aquella habitación de hotel inglés.
—Bésame, por favor —pidió la guardaespaldas, sin dejar de mover sus manos en la baja espalda de Chiara. —Te necesito.
Y Chiara no necesitó más. Con una punzada en el corazón al oír aquellas últimas palabras, se lanzó con lentitud a la boca que más deseaba, atrapando el grueso labio inferior de Violeta entre los suyos, comenzando una preciosa danza de amor carnal y espiritual.
Y mientras la luna llena iluminaba un cielo que, poco a poco se iba cubriendo más y más de nubes, encerradas en aquella habitación, solo podían sentirse libres.
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CONDENA Y TULIPANES - KIVI
FanfictionChiara Oliver es la nueva superestrella del pop-rock en España. No hace tanto que la menorquina se hizo con fama tras participar en un programa de televisión, pero el último año la ha llevado a lo más alto de las listas internacionales. Tanto es as...