31: A un cruce de caminos

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Violeta apuntaba con el dardo directamente a la diana, con un ojo cerrado y la concentración a punto. El ruido del bar retumbaba por todas partes y a través de los altavoces sonaba alguna canción de Extremoduro. Álex apareció con la tercera ronda de cervezas y se quedó expectante a ver cómo lanzaba el chisme. Con un brusco movimiento de su brazo, clavó la punta del dardo muy cerca del blanco.

―¡Wooho! –exclamó mientras soltaba los botellines cerca de la mesa alta de la que se habían apropiado hacía, aproximadamente, una hora. –Siempre me ganas a los dardos.

–Y tú siempre me ganas al billar –sonrió Violeta, haciéndose con su cerveza y haciéndola chocar por la parte de arriba con la que sostenía su amigo. –¿Cómo van los preparativos de la boda?

Álex imitó a Violeta en un fallido intento de acertar en la diana, mandando el dardo bastante más alejado de lo que esperaba en un principio. Bufó mientras iba a recogerlo, aunque ahogaba una sonrisa.

–Bastante bien. Iba a pedirte que vinieras a buscar el traje conmigo –dijo el joven entregándole el dardo a Violeta. –Al fin y al cabo, eres dama de honor. ¿No?

Álex intentaba hacerle hablar. Desde que llegara un par de días atrás, sin novia y sin trabajo, Violeta se había mostrado más hermética que de costumbre. Su amigo sabía que estaba fingiendo una estabilidad que, en el fondo, percibía que se tambaleaba.

–Claro, puedo ir contigo.

–Violeta...

–Álex –le interrumpió inmediatamente –, por favor, no. No me saques el tema de Chiara. Noemí me dejó bastante claro que no me necesita, que está avanzando. Lo vi con mis propios ojos. Está bien sin mí, está mejor que conmigo.

–Eso no lo sabes.

–Claro que lo sé –rio sarcásticamente y dio un gran sorbo a su cerveza.

–¿Has entrado en las redes sociales últimamente?

–Me he borrado todas las redes sociales. Puedo imaginarme lo que dicen por ahí de mí –evitó mirar a su amigo a los ojos, las lágrimas quemándole las órbitas. –No estoy preparada.

–Deberías hacerlo. Y deberías hablar con ella –concluyó el cordobés, conociendo lo suficiente a su amiga como para saber que no estaba preparada para mantener esa conversación en ese momento. –Y ahora, termina. Te voy a dar una paliza en el billar.


Chiara, por otro lado, vivía una situación completamente distinta. Al terminar su concierto en Londres, Noemí había acabado por confirmar sus peores sospechas: Violeta se había marchado antes de tiempo. Y se había marchado porque no quería verse enfrentando esa última conversación.

―Me ha pedido expresamente que me disculpe contigo por ella ―había dicho su mánager, observando cínicamente el rostro de la cantante. ―Pero cree que lo mejor para las dos es estar lejos. No debéis tener contacto, de momento.

―Eso es imposible. 

―Créeme, Chiara. No conocemos a la gente hasta que es el momento de decir adiós. 

Y esas palabras se le grabaron a fuego dentro del pecho. Ruslana y Martin tampoco daban crédito a la última actitud de la que había sido su guardaespaldas, pero trataban de hacer ver a Chiara que algo más profundo debía estar pasando por su mente para haber desaparecido tan de repente. 

Chiara, sin embargo, no quería darle demasiadas vueltas al tema. Terminó lo que quedaba de gira fuera de España con un nudo en el estómago que le hacía imposible comer y otro en la garganta que desataba cada noche en la habitación del hotel. Un par de entrevistas, una premier y la asistencia a un desfile de moda en Londres fue lo último que hizo antes de volver a España. Su último destino antes de volver a casa en Madrid era Barcelona y algo le decía que rompería a llorar sobre el escenario, aunque trataba de contenerse lo máximo posible frente a sus fans que, por supuesto, también notaban que algo iba muy mal. Le hacían fotos saliendo del hotel con los ojos rojos, evitaba cualquier tipo de contacto visual siempre que le preguntaban por Violeta o por cómo se encontraba personalmente y se la veía por las calles menos de lo acostumbrado. Sabía que sus fans eran inteligentes, que la conocían como su propia madre, otra que no tardó en darse cuenta de que todo había ido empicado desde la filtración de la foto. Pero, esta vez, Chiara se negaba a hablar. Violeta se había marchado y era definitivo y, por si fuera poco, intuía que la había bloqueado de todas las redes sociales, pues no podía ver sus fotos. Otra opción era preguntarle a sus amigos si eso era cierto o simplemente se las había borrado, pero si veía cómo en sus móviles sí aparecían sus perfiles sociales y en el suyo no, sería suficiente para terminar de partir su corazón y no estaba preparada. Así que no preguntó. Siguió sus días evitando el pensamiento de la guardaespaldas a cada momento que se venía a su cerebro como un viento azotador, sintiendo su corazón acelerarse mientras lo conseguía borrar de su mente. 

CONDENA Y TULIPANES - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora