19: Límites

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Violeta observaba su reflejo en la pantalla del portátil. Frente a ella, en la videollamada, las caras de Álex y Denna se mostraban completamente asombradas mientras ella les relataba, con ciertas pausas, los detalles de lo sucedido la noche anterior en el hotel.

—¿Perdona? —Denna se pasó una mano por el pelo, visiblemente sorprendida—. ¿Qué dices que hiciste? ¿Con Chiara? ¡¿De verdad?! Tía, yo siempre supe que lo vuestro era más que profesional, pero esto... ¡Esto es una locura! —exclamó, sin poder contenerse. A su lado, Álex se mantuvo más sereno, aunque no podía ocultar una leve sonrisa.

—Yo lo vi venir —dijo Álex, finalmente—. Aunque, por lo que cuentas, esto es más complicado de lo que parece.

—Mucho más —suspiró Violeta, pasándose una mano por el cabello—. No es solo lo que siento por ella, es todo lo que nos rodea. Su carrera, mi trabajo, las malditas miradas, los rumores. No es tan simple como dejarse llevar.

—Pero, ¿quieres dejarte llevar? —preguntó Denna con un tono pícaro, sin dejar pasar la oportunidad de presionar a su amiga.

Violeta se quedó en silencio un momento, reflexionando. Sabía lo que quería, pero también sabía lo que podía costarle.

—No lo sé —respondió finalmente—. Hay tantas razones para no hacerlo... No sé si estamos preparadas para asumir las consecuencias de esto. Y no es solo cuestión de lo que yo quiera. Chiara también tiene mucho que perder.

—No te preocupes, amiga —intervino Álex—. No digo que lo dejes todo al azar, pero tienes que ser sincera con ella. No puedes pasar por esto sola.

Violeta asintió. Sabía que tenía razón, pero también sabía que no sería fácil. La conversación con sus amigos continuó por algunos minutos más, intercambiando reflexiones y comentarios sobre la situación, hasta que alguien llamó a la puerta de la habitación de Violeta, haciéndola detenerse de golpe.

—Tengo que dejaros —dijo, cortando la videollamada.

Cerró el portátil y se levantó para abrir la puerta. Su corazón dio un pequeño vuelco cuando vio a Chiara, apoyada contra el marco, las mejillas sonrojadas por el vino y una expresión vulnerable en el rostro.

—¿Puedo pasar? —preguntó Chiara, su voz suave pero cargada de algo más.

Violeta dudó un segundo, pero luego asintió, haciéndose a un lado para dejarla entrar. Chiara se movió lentamente hasta la cama, donde se dejó caer con un suspiro, mirando a Violeta con intensidad. El silencio entre ambas se volvió pesado, hasta que Chiara rompió la tensión.

—No puedo dejar de pensar en lo que pasó anoche —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. Hablé con Ruslana y Martin sobre esto, y me dijeron que debía hablar directamente contigo. Preguntarte qué es lo que quieres, qué sientes, porque yo... yo no sé cómo manejar esto sola. Me estoy volviendo loca.

Violeta se acercó despacio y se sentó a su lado en la cama. Sabía que este era el momento que ambas habían estado evitando.

—Chiara —comenzó, eligiendo sus palabras con cuidado—. Lo que siento por ti... Está claro que estoy perdidamente enamorada de ti. Lo supe desde hace tiempo, pero siempre intenté ignorarlo por todo lo que está en juego. No podemos permitirnos esto, no ahora, no mientras estés en el centro de tantas miradas. Necesitamos poner límites.

Chiara la miró, visiblemente afectada por lo que estaba escuchando. Sus manos descansaban sobre sus rodillas, tensas.

—Solo quince días más —continuó Violeta—. Eso es todo. Podemos hacerlo. Mantener las distancias, sin dormir juntas, sin besos a escondidas, y podremos sobrevivir a estos rumores. Después de la gira, podremos hablar con más calma.

Chiara asintió, aunque algo en su mirada parecía reacio a aceptar lo que escuchaba.

—Lo sé... Tienes razón. Solo tenemos que aguantar un poco más y luego veremos qué sucede. Nada de arriesgarnos ahora —dijo, repitiendo lo que Violeta le había dicho, como si intentara convencerse a sí misma también.

Violeta asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus palabras, pero algo dentro de Chiara parecía arder con una intensidad diferente. Sin previo aviso, Chiara se inclinó hacia ella, tomando su rostro entre sus manos y besándola con una pasión desbordante. Violeta respondió al beso sin pensar, dejándose llevar por la cercanía y el deseo que había reprimido durante tanto tiempo. Su mano se deslizó instintivamente hacia la entrepierna de Chiara, quien dejó escapar un gemido suave, cerrando los ojos mientras el placer la invadía.

Pero entonces, unos golpes fuertes en la puerta rompieron el momento, haciéndolas saltar de inmediato.

—¡Violeta, abre! —La voz de Noemí resonó desde el otro lado de la puerta—. Es urgente, tenemos que hablar.

El corazón de Violeta latía con fuerza mientras miraba a Chiara, todavía agitada por el momento que acababan de compartir. Sin tiempo para procesarlo, hizo un gesto apresurado hacia el baño.

—¡Escóndete en el baño! —susurró con urgencia.

Chiara no protestó, corrió hacia el baño y cerró la puerta tras de sí, quedándose en silencio. Violeta respiró hondo antes de abrirle a Noemí.

—¿Qué pasa? —preguntó, tratando de sonar lo más natural posible.

Noemí entró rápidamente en la habitación, sin detenerse a saludar.

—Tienes pintalabios por toda la boca —dijo, señalando su rostro con una expresión de desaprobación.

Violeta se apresuró a limpiarse con el dorso de la mano.

—Me estaba desmaquillando —dijo, intentando sonar convincente.

Noemí la miró por un segundo, sin expresión alguna, antes de sacar una tablet y mostrársela. En la pantalla había imágenes de Twitter.

—Mira esto —dijo, con un tono serio—. Los arañazos de Chiara cuando entró al set de Vogue, las miradas que os lanzabais en Berlín y... esto.

Violeta observó las fotos, incrédula. Las imágenes mostraban roces de manos, miradas furtivas, detalles que habían sido capturados y analizados por cientos de personas en redes sociales. El pánico se apoderó de ella.

—Esto se nos está yendo de las manos —continuó Noemí—. Tendré que hablar con los de arriba para ver qué hacemos contigo. Lo siento, Violeta, pero esto ya no está bajo mi control.

Antes de marcharse, Noemí lanzó una última mirada, más de compasión que de rabia. Luego, cerró la puerta tras de sí, dejando a Violeta con una sensación de vacío y confusión. Chiara salió del baño, cabizbaja, con los ojos vidriosos. Sin decir nada, se acercó a la puerta.

—Perdóname —murmuró, antes de salir de la habitación sin darle tiempo a Violeta de responder.

Violeta se quedó en el centro de la habitación, sola y abrumada, sintiendo cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor.

CONDENA Y TULIPANES - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora