Las miradas que intercambiaban algunos miembros del equipo con Chiara y Violeta hacía dar la sensación de que la foto había rulado por más teléfonos que no eran solo el de Martin o Ruslana.
La sensación de miedo que había embriagado a ambas chicas al verse a sí mismas reflejadas en esas fotos fue demasiado. Las fotos, con una marca de agua semitransparente atravesando la pantalla, eran irremediablemente innegables: besándose y compartiendo una agradable velada en familia. ¿Cómo iban a desmentir eso? Era imposible. Chiara sintió una vergüenza inmediata apoderarse de ella. Casi nunca habían aparecido fotos tan personales e íntimas de ella y, las que aparecían, como las de Marta en la discoteca, no le habían supuesto ningún trastorno en su vida. Respondía a la prensa y en menos de treinta segundos la gente se había olvidado de su supuesto romance. Esto era muy distinto. No podía desmentirlo, porque sería una mentira muy grave si quería mantener su relación con Violeta. Pero darles la razón suponía un cambio que tampoco estaba preparada para asumir: separarse de ella. Separarse de esa mujer que, en ese momento de su vida, le estaba dando tanta paz que no sabía ni siquiera cómo expresar esos sentimientos.
Violeta, por su parte, estaba preparándose para echarla de menos. Miraba el rostro de su novia concentrado a través del pasillo del avión, mientras sacaba unos acordes con la guitarra. Estar en el aire era algo que aliviaba, pues no había red y Noemí, que parecía ser la única que no había visto las noticias, tampoco tenía posibilidad de verlas. Lo tenía claro: cuando las viera, tendría que despedirse de Chiara. No por mucho tiempo, claro, al fin y al cabo el destino las había unido y no había manera de que las separara. A no ser que... No. Tenía que quitarse la idea de Nikolay de la cabeza. Después de todo, Popov había huido, despavorido. Seguramente no se atreviera a volver a acercarse.
Eso esperaba, al menos.
El avión aterrizó en Londres bajo un cielo gris y pesado. Chiara y su equipo estaban agotados, pero listos para seguir con la gira. Violeta, como siempre, estaba a su lado, aunque hoy el peso de su relación, reciente pero ya pública, parecía agobiarla más que de costumbre. Cuando las puertas del aeropuerto se abrieron, un grupo de fans que las esperaba fuera comenzó a gritar con euforia.
—Chiara! Violeta! —vociferaban algunos—. You're the best! You look perfect together!
Violeta sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El simple hecho de que la mencionaran a ella junto a Chiara la ponía nerviosa. Nunca había sido el centro de atención, y mucho menos de esta manera. La multitud, lejos de desvanecerse, comenzó a amontonarse más cerca, cámaras de teléfonos en alto, flashes cegadores iluminando sus rostros.
—Chiara, please, just a pic with Violeta —pidió una fan joven, agitando una pancarta que decía "KiviIsReal".
—Sure, but quick, ¿vale? —Chiara sonrió, dispuesta a complacer, mientras una ligera sonrisa le curvaba los labios.
El aire que había sido tenso durante el vuelo se alivió por un segundo en cuanto Chiara posó para las fotos. Sin embargo, Violeta sintió una presión insoportable en el pecho, como si cada clic de las cámaras fuera un latigazo directo a su privacidad. Se movió bruscamente hacia Chiara y, con un gesto firme, la tomó de la mano, arrastrándola con determinación hacia la furgoneta.
—Ya es suficiente —susurró con voz tensa, más para sí misma que para Chiara.
Noemí, que iba unos pasos detrás de ellas, observaba la escena con un ceño fruncido. Hasta ese momento, no había dicho nada, pero su mirada lo decía todo.
Violeta, sin dejar de sujetar a Chiara, abrió la puerta de la furgoneta y prácticamente la empujó adentro, antes de cerrar de un portazo tras ella. Se deslizó en el asiento del conductor, su mente a mil por hora, mientras Noemí subía detrás, manteniendo un silencio sepulcral, pero cargado de tensión.
El trayecto hacia el hotel fue breve, pero el ambiente dentro de la van estaba sofocante.
—Bueno —dijo Noemí, rompiendo finalmente el silencio con un tono cortante—. Ya he visto suficiente. Lo dije desde el principio: no podíais mantener una relación. Y ahora, con las fotos circulando por todo internet, esto se ha vuelto insostenible.
Chiara se removió en su asiento, furiosa, mientras Violeta miraba por la ventana, sus nudillos pálidos de tanto apretar los puños.
—Noemí, esto no es algo que puedas controlar. Es mi vida, y Violeta no ha hecho nada malo —respondió Chiara con la voz tensa, luchando por mantener la compostura.
—Sí, claro, pero como tu mánager, es mi trabajo controlar tu carrera, y esto lo está poniendo todo en peligro. La decisión está tomada: después del concierto en Londres, Violeta estará despedida.
Las palabras de Noemí cayeron como una bomba en el interior de la van. Chiara abrió la boca para replicar, pero antes de que pudiera decir nada, Violeta habló por fin.
—Lo acepto —dijo, su voz baja pero firme.
Chiara se giró hacia ella, incrédula.
—¿Qué? —susurró, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
—Lo acepto —repitió Violeta, mirando a Noemí. Su rostro era una máscara de control, pero por dentro, algo en ella se estaba rompiendo—. Si despedirme es lo que necesita Chiara para seguir adelante con su carrera, entonces así será.
—¡No puedes estar haciendo esto! —protestó Chiara, su voz quebrándose.
Pero Violeta no respondió, manteniéndose firme en su decisión. Chiara, abrumada por la pasividad de Violeta, sintió un nudo en la garganta, sus ojos comenzando a llenarse de lágrimas. Incapaz de soportar la situación un segundo más, abrió la puerta de la van tan pronto llegaron al hotel y salió corriendo sin mirar atrás.
Algunos fans que estaban esperándolas la rodearon rápidamente, queriendo más fotos, más atención, pero Chiara apenas podía concentrarse. Quería huir de todo, huir de la tensión, de los paparazzi, de la presión insoportable de ser siempre perfecta para todos, menos para sí misma. Mientras avanzaba a paso rápido hacia la entrada del hotel, sintió una mano sobre su brazo, más fuerte de lo que debería ser.
—Chiara, please, just one more picture! —gritó un fan, acercándose demasiado, su mano bajando hasta tocar su cintura.
Chiara intentó zafarse, pero el agarre fue insistente. En ese instante, Violeta, que acababa de salir de la van, vio lo que sucedía. En un movimiento rápido, se lanzó sobre el hombre, haciendo una llave que lo dejó contra el suelo en cuestión de segundos. Todo ocurrió tan rápido que los fans a su alrededor se quedaron boquiabiertos, y, por supuesto, alguien había grabado todo con su teléfono.
El hombre gimió de dolor mientras Violeta lo sujetaba firmemente.
—Don't you ever touch her again! —le advirtió con una voz fría y controlada antes de soltarlo.
Chiara, paralizada, observaba la escena con una mezcla de alivio y confusión. Quería agradecerle a Violeta, quería abrazarla, pero el dolor que sentía por dentro era más fuerte. Se giró y corrió hacia la entrada del hotel, sin decir ni una palabra.
Violeta intentó seguirla, pero al llegar al vestíbulo, Chiara ya había desaparecido entre la multitud. Cuando por fin la alcanzó en el ascensor, Chiara simplemente negó con la cabeza.
—No quiero hablar ahora —dijo, su voz débil y llena de dolor—. No puedo.
Violeta, de pie frente a ella, sintió como si su mundo entero se estuviera derrumbando, pero no dijo nada. No había palabras que pudieran arreglar lo que acababa de pasar. La distancia entre ellas era palpable, aunque estuvieran juntas en el mismo lugar.
Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Violeta se quedó en silencio, observando a Chiara desvanecerse frente a ella con el corazón roto.
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CONDENA Y TULIPANES - KIVI
Fiksi PenggemarChiara Oliver es la nueva superestrella del pop-rock en España. No hace tanto que la menorquina se hizo con fama tras participar en un programa de televisión, pero el último año la ha llevado a lo más alto de las listas internacionales. Tanto es as...